El supuesto 'asesino del naipe' se niega a declarar ante el tribunal que le juzga
Gal¨¢n se limita a negar con la cabeza
La primera sesi¨®n del juicio contra Alfredo Gal¨¢n Sotillo, de 27 a?os, el supuesto asesino del naipe, defraud¨® a las acusaciones y al p¨²blico asistente. El ¨²nico inculpado de seis asesinatos consumados y otros tres en grado de tentativa no pronunci¨® ni una sola palabra. Se limit¨® a mover la cabeza para negarse a declarar, seg¨²n le explic¨® el presidente de la Secci¨®n Decimosexta de la Audiencia Provincial, que le juzga desde ayer.
Eso motiv¨® la petici¨®n del fiscal de que se leyeran todas las declaraciones anteriores efectuadas por el reo ante la polic¨ªa, as¨ª como los atestados del registro de sus dos viviendas.
Antes de comenzar la lectura, su defensora, Helena Echeverr¨ªa, present¨® una factura de un concesionario de autom¨®viles Renault en Torrej¨®n de Ardoz, y pidi¨® al presidente de la sala que lo admitiera como prueba fundamental para la defensa. Con ese documento pretende demostrar que el supuesto asesino del naipe estaba pagando la reparaci¨®n de su veh¨ªculo, un Renault Megane gris, con matr¨ªcula 6363 BSH, cuando se produjo el primer homicidio, en el que muri¨® Juan Francisco Ledesma, portero de la finca del n¨²mero 89 de la calle de Alonso Cano (distrito de Chamber¨ª). Ocurri¨® en la ma?ana del 24 de enero de 2003.El fiscal y las acusaciones particulares aceptaron la factura, pero recordaron a la letrada dos cosas. Por una parte, en la factura consta que esa reparaci¨®n se produjo justo un a?o antes, en 2002. La abogada Echeverr¨ªa asegur¨® que se trata de un error de transcripci¨®n, por lo que se pod¨ªa citar al due?o del taller o pedir el certificado al banco que abon¨® la factura, ya que lo hizo con una tarjeta de cr¨¦dito. La segunda objeci¨®n de las acusaciones es que pudo pagar en Torrej¨®n y dirigirse despu¨¦s a la calle de Alonso Cano. All¨ª mat¨®, seg¨²n sus primeras declaraciones, de un tiro en la cabeza al portero delante de su hijo de dos a?os.
El siguiente proceso consisti¨® en leer los derechos a Gal¨¢n antes de que comenzara su testimonio. Entre ellos est¨¢ guardar silencio y no declarar en contra de si mismo. Gal¨¢n ni lleg¨® a despegar los labios. Se limit¨® a mover negativamente la cabeza mientras manten¨ªa un gesto muy tranquilo.
Esta actitud sorprendi¨® a las acusaciones. El fiscal pidi¨® que se leyeran las actas de los registros de la casa de los padres de Gal¨¢n en Puertollano (Ciudad Real), donde se entreg¨®, y en la que ¨¦ste resid¨ªa, en Villalbilla (Madrid), adem¨¢s de las declaraciones efectuadas ante la polic¨ªa y en el juzgado. Eso limit¨® la duraci¨®n de la primera sesi¨®n a poco m¨¢s de una hora.
Cartucho percutido
Lo primero en ser le¨ªdo por la secretaria judicial fueron las catas de los registros. En la casa de sus padres, situada en el n¨²mero 6 de la calle de la Encomienda de Puertollano, fue hallada una defensa de color negro (porra) entre el mueble de madera de la entrada y la pared. En el sal¨®n, la comisi¨®n judicial encontr¨® un cartucho percutido con la bala engarzada dentro de una jarra de color gris¨¢ceo con el anagrama HP. A ra¨ªz de este hallazgo, Gal¨¢n se?al¨® que quer¨ªa colaborar con los investigadores de Homicidios. Tambi¨¦n fueron recuperadas algunas prendas que us¨® en los cr¨ªmenes.
El registro de Villalbilla permiti¨® descubrir que el acusado guardaba algunos ejemplares de peri¨®dicos atrasados, facturas de su tel¨¦fono m¨®vil, adem¨¢s de la ropa que llevaba puesta en los asesinatos: unos guantes negros para no dejar huellas, un pantal¨®n de ch¨¢ndal oscuro y una cazadora marr¨®n. En una de las habitaciones estaba un televisor plateado con reproductor de v¨ªdeo de la marca Samsung, en cuyo interior trajo la pistola Tokarev TT 33 del calibre 7,62 de Bosnia cuando estaba en labores humanitarias con el Ej¨¦rcito. Gal¨¢n fue cabo primero hasta finales de febrero de 2003. Tambi¨¦n fueron incautados dos rotuladores azules con los que marcaba el reverso de las cartas de la baraja que tiraba a sus v¨ªctimas tras tirotearlas.
La secretaria judicial continu¨® leyendo la declaraci¨®n que efectu¨® Gal¨¢n ante la polic¨ªa en la comisar¨ªa de Puertollano. ?ste hizo entonces un relato pormenorizado de los seis asesinatos y las tres tentativas que cometi¨® entre el 24 de enero y el 18 de marzo de 2003. Lo que reiter¨® en esta declaraci¨®n es que eleg¨ªa a sus v¨ªctimas al azar, con las que no manten¨ªa ninguna relaci¨®n previa. "Quer¨ªa experimentar la sensaci¨®n de matar a una persona. Tras asesinar al portero de la calle de Alonso Cano, s¨®lo not¨¦ indiferencia. Despu¨¦s, s¨®lo ten¨ªa miedo a que me detuviera la polic¨ªa", explic¨® en julio de 2003.
Gal¨¢n tambi¨¦n explic¨® que ten¨ªa previsto continuar matando cuando pasara un tiempo. Al o¨ªr que la polic¨ªa hab¨ªa relacionado los nueve cr¨ªmenes, se deshizo de la pistola, el rudimentario recogevainas que fabric¨® con una redecilla roja, las zapatillas de deporte y las barajas incompletas que us¨® para tirar naipes sobre sus v¨ªctimas. Las meti¨® en una bolsa negra de basura y las arroj¨® a un contenedor cercano a la vivienda de sus padres en Puertollano. "Como era verano, no pod¨ªa usar los guantes que utilizaba para no dejar huellas, ni en el arma, ni en las cartas que arrojaba. Cuando llegara el invierno, ten¨ªa previsto seguir", a?adi¨® el asesino confeso.
Tambi¨¦n explic¨® ese d¨ªa que psicol¨®gicamente estaba bien, pero que sab¨ªa que los cr¨ªmenes que estaba cometiendo estaban mal. "Sab¨ªa que antes o despu¨¦s me iban a coger", confes¨®. De hecho, se entreg¨® porque "le apetec¨ªa". En ning¨²n momento estaba arrepentido de lo que hizo.
Sin embargo, el inculpado se retract¨®, el 10 de septiembre de 2003, de todo lo que hab¨ªa declarado con anterioridad. Ese d¨ªa se mostr¨® disconforme con su procesamiento por los m¨²ltiples homicidios. S¨®lo asumi¨® que trajo la pistola Tokarev de Bosnia, pero la vendi¨® en enero de 2003 a un conocido (un rapado), del que no quiso decir el nombre. Ese detalle lo sab¨ªa mucha gente de su entorno. Precisamente en abril de 2003 ese hombre y un amigo de ¨¦ste le amenazaron durante una cita en el parque del Oeste para que no dijera nada. Le relataron todos los cr¨ªmenes al detalle, de forma que lo convirtieron en c¨®mplice. "El arma les gustaba mucho porque era de la Segunda Guerra Mundial. Todo lo hac¨ªan para poner a prueba a la polic¨ªa", explic¨® Gal¨¢n. A finales de abril le amenazaron en su casa: lo pusieron contra la pared de la cocina y le enca?onaron con una pistola en el ojo. Quer¨ªan que se entregara y que se autoinculpara de los cr¨ªmenes, ya que en caso contrario matar¨ªan a sus dos hermanas. Le dieron un plazo de dos meses.
"Cuando ya hab¨ªa decidido entregarme, intent¨¦ ir a la polic¨ªa pero me ech¨¦ para atr¨¢s; posteriormente decid¨ª beber para tener fuerzas y, tras ingerir alcohol, me entregu¨¦", se?al¨® en la declaraci¨®n. A partir de ah¨ª, se neg¨® a dar m¨¢s detalles sobre estos dos hombres hasta que el tribunal le diera garant¨ªas de que no le iba a ocurrir nada.
Los abogados de las acusaciones se mostraron sorprendidos por la negativa de Gal¨¢n a declarar en el juicio, ya que supone, en su opini¨®n, perder una oportunidad para defenderse. "Se acoge a su derecho de no declarar, pero ha dado en toda la instrucci¨®n suficientes detalles que no dejan lugar a dudas, al menos en principio, sobre su autor¨ªa", se?al¨® Jos¨¦ Antonio Rello, abogado que ejerce la acusaci¨®n particular de Juan Carlos Mart¨ªn Estacio, el trabajador del aeropuerto de Barajas asesinado el 5 de febrero de 2003 en el barrio de la Alameda de Osuna.
Mirada al suelo y postura tranquila
Alfredo Gal¨¢n ocult¨® ayer durante la primera vista del juicio parte de su cara con una gorra azul y marr¨®n claro. Permaneci¨® tranquilo, impasible, durante el tiempo en el que fueron le¨ªdas sus declaraciones ante la polic¨ªa o el juzgado.
Vestido con unos pantalones de un ch¨¢ndal azul y rayas blancas en un lateral y una sudadera beis y azul, se qued¨® con las piernas cruzadas. Tan s¨®lo mov¨ªa de vez en cuando el pie izquierdo sin apenas ritmo.
Manten¨ªa la mirada fijada en un punto perdido del suelo que hab¨ªa delante de ¨¦l. Las manos entrelazadas, al tener puestas unos grilletes en las mu?ecas, demostraban su tranquilidad y hasta cierto punto su pasividad ante lo que se estaba diciendo por parte de la secretaria judicial.
En algunos momentos gir¨® la cabeza hacia su izquierda y mir¨® con desd¨¦n al conjunto de abogados que ejercen las acusaciones particulares. No lleg¨® ni a pesta?ear, mientras observaba al fiscal y a los letrados. Estaba flanqueado por dos polic¨ªas nacionales.
Cuando comenz¨® a entrar el p¨²blico, Gal¨¢n se baj¨® la visera de la gorra para pasar inadvertido. Tan s¨®lo cambi¨® de postura para echarse hacia delante, recost¨¢ndose sobre las piernas y mirando las zapatillas azules que llevaba puestas.
En ese momento, hab¨ªa concluido la lectura de los folios solicitados por el fiscal. Gal¨¢n luc¨ªa una barba fina de unos pocos d¨ªas.
Cuando sali¨® de la sala, sobre las 12.10 de la ma?ana, se mostr¨® altivo y seguro de sus pasos.
Mir¨® a todos los presentes en la sala, mientras esperaba a los tres polic¨ªas que le iban a conducir a los calabozos.
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