El presidente de EE UU y los europeos
No, declar¨® el presidente Bush, no le¨ªa la influyente revista estadounidense Foreign Affairs. Vaya decepci¨®n para aquellos colaboradores cuyos art¨ªculos son aut¨¦nticas peticiones de nombramientos dentro de nuestro aparato imperial. Fue en Foreign Affairs, en el 2000, donde Condoleezza Rice esboz¨® una pol¨ªtica exterior para Bush. Su proyecto conceb¨ªa las alianzas de forma nada sentimental, e insist¨ªa en unos intereses nacionales definidos con precisi¨®n. Era el documento de estrategia de una gran empresa multinacional. Lo que nos llega ahora de la Casa Blanca son declaraciones de una iglesia universal que pretende convertir al mundo entero. En comparaci¨®n con Bush y las afirmaciones recientes de Rice, el Papa y el cardenal Ratzinger parecen modestos. Cuando, ma?ana lunes, llegue Bush a Europa, ?se atrever¨¢n los l¨ªderes con los que se re¨²na a sugerir que, en esa tierra, conviene tener algo de contenci¨®n?
La claridad de la UE ayudar¨ªa a quienes desean el regreso de las tradiciones liberales en EE UU
Bush ha asignado a su pa¨ªs tareas que muchos estadounidenses saben que son imposibles
El concepto de cooperaci¨®n de Bush no va m¨¢s all¨¢ de que Europa se incorpore a su programa
Podr¨ªan recomendar al presidente que se lea un documento elaborado nada menos que por la CIA, el Informe Mundial 2020 del Consejo Nacional de Inteligencia. Se ocupa del conflicto cultural, la desigualdad econ¨®mica, los peligros ambientales y la violencia de una forma que hace que el tono moralizador del presidente resulte absurdo. Un absurdo al que contribuy¨® la doctora Rice en Par¨ªs, cuando exigi¨® el compromiso europeo de colaborar en una campa?a en favor de la democracia -ante un p¨²blico seleccionado y que hac¨ªa preguntas autorizadas por la Embajada de Estados Unidos- y altern¨® las amenazas a Ir¨¢n con las garant¨ªas de cooperaci¨®n a los europeos, absolutamente inconsciente del mensaje contradictorio que estaba transmitiendo.
Los ciudadanos de las democracias maduras quieren ser socios de sus Gobiernos en la elaboraci¨®n de las pol¨ªticas, no sujetos pasivos de la manipulaci¨®n. Tanto Chirac como Schr?der han ofrecido recientemente ejemplos de franqueza. En Davos, Chirac invit¨® a las ¨¦lites capitalistas del mundo a aceptar un impuesto sobre las transacciones financieras internacionales, que servir¨ªa para ayudar a las naciones m¨¢s pobres. En la Conferencia de Seguridad de M¨²nich, Schr?der declar¨® que la OTAN est¨¢ anticuada y que debe ser sustituida por nuevas formas de cooperaci¨®n entre Estados Unidos y la Uni¨®n Europea. Schr?der reconoci¨® que la cooperaci¨®n transatl¨¢ntica es indispensable, pero no adul¨® a Estados Unidos con afirmaciones de que fuera el ¨²nico pa¨ªs del mundo que hay que tener en cuenta.
Cada vez son m¨¢s los estadounidenses que saben que las tareas que Bush ha asignado a Estados Unidos son imposibles. La debilidad del d¨®lar y el d¨¦ficit en la balanza de pagos ponen en peligro el futuro de la econom¨ªa estadounidense y mundial. El presupuesto presentado por el presidente al Congreso aumentar¨¢ las tensiones sociales en el pa¨ªs. Hay sectores del Ej¨¦rcito y el aparato de pol¨ªtica exterior que discrepan abiertamente. Antiguos funcionarios que ocuparon cargos de responsabilidad en el imperio estadounidense han rechazado el triunfalismo exhibido tras las elecciones en Irak y han dicho que la guerra ha sido un gran regalo exclusivamente para Ir¨¢n.
Los dem¨®cratas, m¨¢s combativos en pol¨ªtica nacional, temen el chantaje ideol¨®gico de los republicanos y tienen miedo de parecer "antipatri¨®ticos" (los senadores Boxer, Durbin y Kennedy son las honrosas excepciones). El ambiente nacional est¨¢ cambiando, y quienes componen el 49% que vot¨® contra Bush tienen cada vez menos reparos en oponerse a la guerra. Eso ha provocado airadas reacciones por parte de la Casa Blanca y sus defensores, para los que ning¨²n recurso al autoritarismo y el patrioterismo es demasiado burdo.
Tienen algunos aliados en Europa. Jos¨¦ Dur¨¤o Barroso vivi¨® en Washington cuando su partido estaba en la oposici¨®n. No es un gran partidario de la autonom¨ªa europea, y sus ideas econ¨®micas parecen haberse forjado en Estados Unidos. El secretario general de la OTAN critica mucho m¨¢s los esfuerzos europeos para independizarse que el unilateralismo estadounidense.
Berlusconi sigue en el Palazzo Chigi, pero se expone a una derrota electoral el a?o que viene. Blair, probablemente, ser¨¢ reelegido, pero tendr¨¢ que v¨¦rselas con un electorado poco partidario de la pol¨ªtica de Estados Unidos. Existe un bando proamericano en los medios acad¨¦micos, burocr¨¢ticos, medi¨¢ticos y pol¨ªticos de Europa. Est¨¢ desconectado de las realidades de la cultura y la sociedad de Estados Unidos, pero resulta tranquilizador para los unilateralistas estadounidenses. En una cr¨®nica desde la conferencia de M¨²nich, la periodista de The New York Times Elaine Sciolino, habitualmente comedida, dec¨ªa que los europeos estaban "ansiosos de contar con la atenci¨®n y el respeto de Washington". Quiz¨¢s hab¨ªa hablado s¨®lo con los que aceptan la imagen que da la Casa Blanca sobre la funci¨®n de los l¨ªderes de nuestro pa¨ªs. Su frase prepar¨® el lienzo, como en el arte barroco, para la visita de Bush, que va a ser una inmensa muestra de trompe l'oeil para un p¨²blico estadounidense.
Los Gobiernos, partidos pol¨ªticos y medios de comunicaci¨®n europeos podr¨ªan creer las afirmaciones estadounidenses de que buscan el di¨¢logo. Cuando Jacques Derrida y J¨¹rgen Habermas dijeron que la negativa francesa y alemana a unirse al ataque a Irak era una declaraci¨®n europea de independencia, en Estados Unidos pocos se enteraron de lo que hab¨ªan dicho los dos fil¨®sofos. Chirac, Schr?der, Zapatero y Solana son m¨¢s dif¨ªciles de ignorar. Y lo ser¨¢n especialmente si dejan clara su intenci¨®n de no participar en lo que Schr?der, en 2002, denomin¨® "aventuras".
La preocupaci¨®n de Estados Unidos por Ir¨¢n, su posible capacidad nuclear y su r¨¦gimen, tiene rasgos de obsesi¨®n. Parece que ya han comenzado las actividades preliminares del Ej¨¦rcito estadounidense en dicho pa¨ªs (infiltraciones y vigilancia desde aviones no tripulados). Una manera de evitar que el conflicto se extienda a todo Oriente Pr¨®ximo ser¨ªa que los pa¨ªses de la Uni¨®n Europea, o algunos de ellos, dejaran claro que no van a permitir el uso de sus bases ni su espacio a¨¦reo para atacar a Ir¨¢n. (El Gobierno espa?ol retir¨® a sus tropas de Irak, pero no restringi¨® el uso de las bases a Estados Unidos. ?Se lo han agradecido?).
Mientras tanto, los europeos, en los ¨²ltimos tiempos, han mostrado una pasividad extraordinaria sobre el conflicto entre Israel y los palestinos, al no utilizar sus relaciones comerciales con Israel como forma de presionar a su Gobierno. Los que han vivido los a?os transcurridos desde 1967 tienen motivos para temer que el nuevo alto el fuego vaya a durar poco. No se puede dejar este asunto en manos de un Gobierno estadounidense que, hasta ahora, ha vivido atado de pies y manos por el lobby israel¨ª y las fantas¨ªas de los unilateralistas sobre la omnipotencia de Estados Unidos.
La oposici¨®n a Bush dentro de Estados Unidos es discordante, carece de coordinaci¨®n y se muestra algo dudosa. La claridad por parte de los europeos ayudar¨ªa a los estadounidenses que desean el regreso a las tradiciones liberales e internacionalistas de nuestro pa¨ªs. Vamos a ver si los europeos, en Bruselas y Maguncia, est¨¢n a la altura de sus oportunidades de hacer pedagog¨ªa. Bush asegura que busca el ejercicio de la democracia en todo el mundo: ?por qu¨¦ no ense?arle c¨®mo se practica en Europa?
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
Norman Birnbaum es catedr¨¢tico em¨¦rito de la Facultad de Derecho de Georgetown y autor de Despu¨¦s del progreso (Tusquets).
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