Un mes fuera de casa
Vecinos y comerciantes del Carmel repasan las semanas transcurridas desde el desalojo que ha sacudido el barrio
Ha pasado casi un mes desde el desalojo forzoso de un millar de vecinos del Carmel. Los testimonios de los afectados reflejan una situaci¨®n parad¨®jica: aunque las personas seamos capaces de adaptarnos a cualquier circunstancia -"uno se acostumbra a todo", dicen-, cada d¨ªa fuera de casa se hace m¨¢s dif¨ªcil de soportar. Se han adaptado a vivir en hoteles o en casa de familiares, -"porque no hay m¨¢s remedio", recalcan-, pero no bajan la guardia en la exigencia de garant¨ªas para el retorno ni disminuyen los reproches hacia los responsables de la obra que ha puesto el barrio patas arriba. A la situaci¨®n de los vecinos se suma la desesperada realidad de las familias que viven ¨ªntegramente de negocios que llevan cuatro semanas con la persiana bajada.
Ni?os peque?os
Un d¨ªa cualquiera de cualquiera de las familias afectadas se ha convertido en un ir y venir entre la vida normal -la de antes: trabajo, colegios- y la provisional, durmiendo y comiendo fuera de casa. En la mayor¨ªa de las familias con ni?os peque?os la crisis ha alcanzado tambi¨¦n el domicilio de los abuelos, que est¨¢n dando el callo como nunca. Son los afectados colaterales.
Como en casa de Pere Chico, vecino del n¨²mero 15 de la calle de Pant¨¤ de Tremp. "De lunes a viernes las ni?as, de 2 y 5 a?os, duermen en casa de los abuelos en Horta y nosotros en el hotel del Putxet. Ellas hacen vida m¨¢s o menos normal, pero mi mujer y yo dormimos en el hotel, nos vamos a trabajar y por la noche pasamos por casa de mis suegros para verlas un rato y darles la cena. Luego volvemos al hotel a dormir". Es la gincana diaria de Chico y su mujer, que trabajan en el sector del turismo. "Los fines de semana las recogemos y est¨¢n con nosotros en el hotel, pero tampoco podemos irnos de Barcelona porque cuando no hay reuni¨®n de afectados hay reuni¨®n con las Administraciones y tenemos que estar ah¨ª", a?ade. La clave, seg¨²n este vecino, est¨¢ "en saber ser camaleones y mantener el ¨¢nimo en alto". "Si nos hundimos, estamos perdidos", concluye.
Este vodevil de casa en casa se repite en la de Avelina G¨®mez, vecina del desaparecido n¨²mero 10 del Pasaje de Calafell. Teniendo en cuenta que lo ha perdido "todo", mantiene el tipo de una forma admirable. "Es que hay que ser positivo, mirar adelante e intentar conservar la normalidad de la vida en el barrio", razona. Por este motivo, ella y su marido han preferido alojarse en casa de sus suegros, que viven en un piso de la calle de Bernat Bransi desde el que se vislumbra el socav¨®n y la monta?a de escombros de lo que fue su edificio. Pero en casa de los abuelos no caben todos y el mayor de sus dos hijos, de 11 y 13 a?os, duerme en casa de una t¨ªa, tambi¨¦n a escasos metros. "Estamos de okupas en casa de la familia", bromea en plena negociaci¨®n con el Ayuntamiento sobre las condiciones del alojamiento provisional en pisos puente y la futura construcci¨®n de viviendas de nueva planta.
"Tenemos suerte de la familia y estamos bien, pero se est¨¢ haciendo largo y echamos de menos nuestras cosas, sobre todo el peque?o", explica G¨®mez. "Cuando est¨¢s fuera de casa te das cuenta de la cantidad de peque?as cosas que forman parte de tu vida normal". Desde las s¨¢banas hasta la consola o las botas de f¨²tbol de los cr¨ªos. "O el disfraz de carnaval del peque?o", que desapareci¨® entre los escombros.
Las familias que visitan regularmente sus domicilios para recoger enseres los est¨¢n acumulando en los hoteles. "El armario de la habitaci¨®n est¨¢ a tope. Cuando volvamos necesitaremos dos d¨ªas para llevarlo todo de nuevo", explica Chico. Anteayer, por ejemplo, acudi¨® a su piso a por la caja de los cepillos y el bet¨²n de limpiar zapatos. Otro d¨ªa el objeto eran las mu?ecas de su hija peque?a o los DVD de la mayor. "Pero me doy cuenta de que llevo un mes sin tirarme en el sof¨¢ con el pijama y las zapatillas, como hacemos todos cuando estamos en casa", suspira.
El de los comerciantes es otro frente. "Se me han cargado el pasado, el presente y el futuro", denuncia Josep Montero, de 58 a?os y due?o de una tienda de art¨ªculos infantiles situada en la esquina entre la calle de Llobreg¨®s y el pasaje de Calafell. "Me han arrebatado un negocio con una trayectoria de 40 a?os, justo cuando, con los hijos ya mayores, comenzaba a pensar en la jubilaci¨®n", insiste. Montero y su mujer no tienen otra fuente de ingresos que la tienda. "?Que c¨®mo paso los d¨ªas? Pues de reuni¨®n en reuni¨®n, haciendo n¨²meros para ver c¨®mo saldremos de ¨¦sta e intentando no caer en la depresi¨®n", explica.
Montero est¨¢ convencido de que recuperar el barrio "no ser¨¢ cosa de un d¨ªa para otro, sino una labor largu¨ªsima". Como Chico y G¨®mez, quiere regresar con garant¨ªas y compensaciones en la mano. Pero teme que el paso del tiempo "tenga un efecto de desgaste" en los afectados y que "se conformen con cualquier cosa con tal de volver a casa".
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