Un mes fuera de casa
Vecinos y comerciantes del Carmel repasan las semanas transcurridas desde el desalojo que ha sacudido el barrio
![Clara Blanchar](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2Fd42eb252-3247-4bf8-a82a-dacbdd15cbda.jpg?auth=ba9ddd0a7ca3fedbe14dac9f45161dd845b3d85da5342303741f9efccd11c267&width=100&height=100&smart=true)
Ha pasado casi un mes desde el desalojo forzoso de un millar de vecinos del Carmel. Los testimonios de los afectados reflejan una situaci¨®n parad¨®jica: aunque las personas seamos capaces de adaptarnos a cualquier circunstancia -"uno se acostumbra a todo", dicen-, cada d¨ªa fuera de casa se hace m¨¢s dif¨ªcil de soportar. Se han adaptado a vivir en hoteles o en casa de familiares, -"porque no hay m¨¢s remedio", recalcan-, pero no bajan la guardia en la exigencia de garant¨ªas para el retorno ni disminuyen los reproches hacia los responsables de la obra que ha puesto el barrio patas arriba. A la situaci¨®n de los vecinos se suma la desesperada realidad de las familias que viven ¨ªntegramente de negocios que llevan cuatro semanas con la persiana bajada.
Ni?os peque?os
Un d¨ªa cualquiera de cualquiera de las familias afectadas se ha convertido en un ir y venir entre la vida normal -la de antes: trabajo, colegios- y la provisional, durmiendo y comiendo fuera de casa. En la mayor¨ªa de las familias con ni?os peque?os la crisis ha alcanzado tambi¨¦n el domicilio de los abuelos, que est¨¢n dando el callo como nunca. Son los afectados colaterales.
Como en casa de Pere Chico, vecino del n¨²mero 15 de la calle de Pant¨¤ de Tremp. "De lunes a viernes las ni?as, de 2 y 5 a?os, duermen en casa de los abuelos en Horta y nosotros en el hotel del Putxet. Ellas hacen vida m¨¢s o menos normal, pero mi mujer y yo dormimos en el hotel, nos vamos a trabajar y por la noche pasamos por casa de mis suegros para verlas un rato y darles la cena. Luego volvemos al hotel a dormir". Es la gincana diaria de Chico y su mujer, que trabajan en el sector del turismo. "Los fines de semana las recogemos y est¨¢n con nosotros en el hotel, pero tampoco podemos irnos de Barcelona porque cuando no hay reuni¨®n de afectados hay reuni¨®n con las Administraciones y tenemos que estar ah¨ª", a?ade. La clave, seg¨²n este vecino, est¨¢ "en saber ser camaleones y mantener el ¨¢nimo en alto". "Si nos hundimos, estamos perdidos", concluye.
Este vodevil de casa en casa se repite en la de Avelina G¨®mez, vecina del desaparecido n¨²mero 10 del Pasaje de Calafell. Teniendo en cuenta que lo ha perdido "todo", mantiene el tipo de una forma admirable. "Es que hay que ser positivo, mirar adelante e intentar conservar la normalidad de la vida en el barrio", razona. Por este motivo, ella y su marido han preferido alojarse en casa de sus suegros, que viven en un piso de la calle de Bernat Bransi desde el que se vislumbra el socav¨®n y la monta?a de escombros de lo que fue su edificio. Pero en casa de los abuelos no caben todos y el mayor de sus dos hijos, de 11 y 13 a?os, duerme en casa de una t¨ªa, tambi¨¦n a escasos metros. "Estamos de okupas en casa de la familia", bromea en plena negociaci¨®n con el Ayuntamiento sobre las condiciones del alojamiento provisional en pisos puente y la futura construcci¨®n de viviendas de nueva planta.
"Tenemos suerte de la familia y estamos bien, pero se est¨¢ haciendo largo y echamos de menos nuestras cosas, sobre todo el peque?o", explica G¨®mez. "Cuando est¨¢s fuera de casa te das cuenta de la cantidad de peque?as cosas que forman parte de tu vida normal". Desde las s¨¢banas hasta la consola o las botas de f¨²tbol de los cr¨ªos. "O el disfraz de carnaval del peque?o", que desapareci¨® entre los escombros.
Las familias que visitan regularmente sus domicilios para recoger enseres los est¨¢n acumulando en los hoteles. "El armario de la habitaci¨®n est¨¢ a tope. Cuando volvamos necesitaremos dos d¨ªas para llevarlo todo de nuevo", explica Chico. Anteayer, por ejemplo, acudi¨® a su piso a por la caja de los cepillos y el bet¨²n de limpiar zapatos. Otro d¨ªa el objeto eran las mu?ecas de su hija peque?a o los DVD de la mayor. "Pero me doy cuenta de que llevo un mes sin tirarme en el sof¨¢ con el pijama y las zapatillas, como hacemos todos cuando estamos en casa", suspira.
El de los comerciantes es otro frente. "Se me han cargado el pasado, el presente y el futuro", denuncia Josep Montero, de 58 a?os y due?o de una tienda de art¨ªculos infantiles situada en la esquina entre la calle de Llobreg¨®s y el pasaje de Calafell. "Me han arrebatado un negocio con una trayectoria de 40 a?os, justo cuando, con los hijos ya mayores, comenzaba a pensar en la jubilaci¨®n", insiste. Montero y su mujer no tienen otra fuente de ingresos que la tienda. "?Que c¨®mo paso los d¨ªas? Pues de reuni¨®n en reuni¨®n, haciendo n¨²meros para ver c¨®mo saldremos de ¨¦sta e intentando no caer en la depresi¨®n", explica.
Montero est¨¢ convencido de que recuperar el barrio "no ser¨¢ cosa de un d¨ªa para otro, sino una labor largu¨ªsima". Como Chico y G¨®mez, quiere regresar con garant¨ªas y compensaciones en la mano. Pero teme que el paso del tiempo "tenga un efecto de desgaste" en los afectados y que "se conformen con cualquier cosa con tal de volver a casa".
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