Descifrando el enigma de Stalin
La historia ha juzgado ya a Stalin, incluso en demas¨ªa. Veredicto: culpable. De despotismo, de arbitrariedad, de asesinato, de genocidio, de crueldad extrema, de megaloman¨ªa, de totalitarismo, de mezquindad. Pero no sin matices. Si no es sectario, cualquier perfil de Stalin ha de incidir en las numerosas aristas del personaje, esos contrastes que se hacen tanto m¨¢s notorios a medida que se aleja la ¨¦poca a la que el Hombre de Hierro puso su impronta, que el tiempo resta?a heridas y que se ampl¨ªa el campo de visi¨®n.
Quien espere encontrar en este libro un Stalin de una sola pieza, quedar¨¢ decepcionado. Es cierto que sus autores -los hermanos Zhores y Roy Medvedev- fueron destacados disidentes en tiempos de la URSS, que el primero fue despojado de su nacionalidad sovi¨¦tica en 1973 (se la devolvi¨® Mija¨ªl Gorbachov en 1990) y que el segundo fue expulsado en 1969 del partido comunista por sus cr¨ªticas a Stalin (la recuper¨® en 1989, tambi¨¦n con Gorbachov). Sin embargo, lo m¨¢s significativo de su libro conjunto (en realidad se reparten el ¨ªndice tem¨¢tico, como buenos hermanos) es que, conscientes de la dificultad de aportar algo nuevo tras m¨¢s de cien biograf¨ªas del Hombre de Hierro, se han centrado en aspectos muy concretos sobre los que la apertura de los archivos estatales y del PCUS tras la explosi¨®n de la URSS (en 1991) han aportado nuevos detalles. Y es en ese territorio limitado, pero apasionante, donde se permiten el lujo de ser exhaustivos.
EL STALIN DESCONOCIDO
Zhores A. Medvedev y Roy A. Medvedev
Traducci¨®n de Javier Alfaya
y Javier Alfaya Mcshane
Cr¨ªtica. Barcelona, 2005
366 p¨¢ginas. 27,50 euros
El Stalin desconocido al que hace referencia el t¨ªtulo no lo es tanto si se tiene en cuenta que no se presentan descubrimientos espectaculares que alteren sustancialmente la imagen del dictador que ha pasado a la historia. Y, sin embargo, no le falta raz¨®n a Sim¨®n Sebag Montefiore, autor de La corte del zar Rojo, una minuciosa y monumental incursi¨®n en el entorno m¨¢s pr¨®ximo a Stalin, cuando considera que el libro de los hermanos Medvedev constituye "una exploraci¨®n fascinante e innovadora". Claro que ellos mismos admiten que "hasta ahora s¨®lo se ha explorado la punta del iceberg" del nuevo material descubierto y que "apenas se empieza a tener un conocimiento m¨¢s ajustado y veraz de la ¨¦poca de Stalin y de su papel en la historia".
La grandeza y la miseria del personaje se ve en lo grande y en lo peque?o. Por ejemplo, en un di¨¢logo mantenido en Georgia con su madre, ya muy enferma. "Bueno, soy algo parecido a un zar", le dice. Pero, poco despu¨¦s, ella le despide as¨ª: "?Qu¨¦ l¨¢stima que no te hicieses cura!".
La mezquindad de Stalin se refleja de forma fascinante en el cap¨ªtulo dedicado al procesamiento de Bujarin, sutil juego del gato y el rat¨®n durante el cual el primero mantuvo al segundo, hasta el ¨²ltimo momento, con la esperanza viva, en la compasi¨®n de su viejo amigo y camarada. En su ¨²ltima nota antes de ser fusilado en marzo de 1938, Bujarin escribi¨® a su amigo: "Koba, ?por qu¨¦ necesitas que yo muera?". Seg¨²n Roy Medvedev, el destinatario de esta carta la guard¨® el resto de su vida en un caj¨®n de su mesa de despacho.
Fue ese mismo Stalin el que acometi¨® las colectivizaciones salvajes que se cobraron millones de vidas, cre¨® el infierno del Gulag, purg¨® el Ej¨¦rcito cuando m¨¢s falta iban a hacerle sus mejores oficiales, deport¨® a etnias enteras del C¨¢ucaso y encumbr¨® a un tal Lisenko, paradigma de la ciencia sovi¨¦tica, convencido de que si a las ratas se les cortaba el rabo llegar¨ªa un d¨ªa en que nacer¨ªan sin ¨¦l. Pero tambi¨¦n fue Stalin quien aglutin¨® la capacidad de todo un pueblo para resistir la invasi¨®n alemana aunque el precio fuese de 25 millones de vidas, el creador de un nuevo nacionalismo ruso y el que, tras leerse decenas de libros especializados, terci¨® en la pol¨¦mica ling¨¹¨ªstica... esta vez en la direcci¨®n correcta.
El Stalin desconocido hace
incursiones apasionantes, condimentadas con nuevos detalles extra¨ªdos de los archivos sovi¨¦ticos, en estos y otros temas, como los misterios que rodearon su muerte, el destino de su archivo personal y la fabricaci¨®n de las bombas at¨®mica y de hidr¨®geno, donde el papel de Beria queda muy por debajo del que le atribuyen la mayor¨ªa de los autores. Deja sin tratar otros aspectos no menos interesantes, pero eso se les puede perdonar a los hermanos Medvedev, que s¨®lo pretenden arrojar un poco de luz sobre aspectos de la biograf¨ªa de Stalin que nunca terminar¨¢n de aclararse del todo. Porque los papeles que podr¨ªan lograrlo fueron destruidos en su d¨ªa, como se explica en este libro, por quienes m¨¢s ten¨ªan que temer de lo que en ellos estaba escrito.
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