La mujer que canta

Un vestido negro largo con escote de pico ce?ido al cuerpo delgado y un maquillaje que acent¨²a la palidez del rostro de esfinge y resalta sus grandes ojos oscuros. Y toda la fuerza expresiva de sus manos desnudas. Gr¨¦co es un mito. La amiga de Sartre y Boris Vian, la actriz de Cocteau y Renoir, la pareja parisiense de Miles Davis, la muchacha cuyos jers¨¦is negros demasiado largos y los pantalones de chico ser¨ªan el modelo para muchas otras j¨®venes. La idea del existencialismo encarnada en una mujer.

Cant¨® a Gainsbourg (Accorde¨®n, La javanaise), Jacques Brel (Ne me quitte pas, Bruxelles, La chanson des vieux amants -"nos ha hecho falta mucho talento para ser viejos sin ser adultos"-), G¨¦rard Manset (Je jouais sur un banc) y muchas veces a Carri¨¨re -guionista de Bu?uel- y Jouannest -pianista de Brel y coautor de algunas de sus memorables canciones, con el que se cas¨® Juliette Gr¨¦co. Tambi¨¦n a j¨®venes autores franceses como Art Mengo (Pour vous aimer) o Christophe Miossec (Couvre-feu).

Masca las palabras, las digiere y les da nueva vida en su cuerpo. Hay una sensualidad elegante en la dicci¨®n y un sentido teatral en sus interpretaciones. La forma en que envuelve con su gesto el micr¨®fono o lo toma como si fuera su pareja de baile. Magistral cuando representa J'arrive, di¨¢logo con la muerte. Tiene un fraseo entre el canto y el recitado: com¨¦dienne, Juliette Gr¨¦co interpreta. "Ya s¨¦ que no deber¨ªa cantarla porque es una vieja canci¨®n", dijo con calculada y divertida coqueter¨ªa. Fue Deshabillez-moi (Desn¨²deme). De C'¨¦tait un train de nuit, explic¨® que era un deber de memoria: su madre y su hermana mayor, detenidas por la Gestapo, salieron del campo de concentraci¨®n pesando 30 kilos. Por fuera, la vida ha ido dejando huellas; por dentro, parece la misma Gr¨¦co libre y orgullosa, inconformista, misteriosa y risue?amente melanc¨®lica. Intransigente con aquellas cosas y aquellos que no le gustan. Es un mito en vida. Una abuela de izquierdas y una mujer que canta.