La sed
Por fin he conseguido el libro de poemas de Pere Rovira Para qu¨¦ sirve la sed, editado por el Ayuntamiento de Lucena. Lo conoc¨ª gracias a Ram¨®n Repiso, que se lo sab¨ªa tan de memoria como el resto de los libros de poes¨ªa, pero esta vez con m¨¢s frecuencia de repetici¨®n. De modo que aquella misma noche nos bebimos el libro varias veces: la botella de la poes¨ªa no se vac¨ªa ni cuando no hay hielo. Pero ahora, al leer el libro en casa, he comprobado que el t¨ªtulo elegido por Pere Rovira est¨¢ tomado de este de Antonio Machado, que escribi¨® lo siguiente: "Bueno es saber que los vasos / nos sirven para beber; / lo malo es que no sabemos / para qu¨¦ sirve la sed". El t¨ªtulo elegido por Pere Rovira busca el efecto de hacernos reparar con sorpresa en algo que forma parte de nuestra fisiolog¨ªa y de lo que sin embargo s¨®lo en casos excepcionales somos conscientes. Y de eso se trata.
Pero la ¨²ltima actualidad ha invertido el orden de las preguntas: sabemos para qu¨¦ sirve la sed, pero ?podemos vivir sin la sed? El ejemplo est¨¢ claro: el 3%. Sabemos que es una cosa ¨²til, sabemos a qui¨¦n le resulta ¨²til y en qu¨¦ se invierte la utilidad que produce, sabemos incluso que hay una enorme experiencia acumulada en el arte de hacer que el 3% no deje huellas. Y esto lleva irremediablemente a una pregunta tan absurda como escandalosa: ?necesitamos la sed?
Hay una escuela de pol¨ªtica econ¨®mica -la que hay- seg¨²n la cual ninguna sociedad sobrevive sin la sed del 3%, es decir, sin la tasa de corrupci¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica necesaria -seg¨²n esa teor¨ªa- para que el conjunto del sistema social funcione. Un ejemplo: la supervivencia de la mafia en Italia se debe a que los ciudadanos de a pie ven al capo mafioso como un triunfador que ha triunfado saciando la sed democr¨¢tica del 3%: ?o acaso no tiene Berlusconi mayor¨ªa absoluta en las dos c¨¢maras de su pa¨ªs? Hace casi veinte a?os, en una noche de verano en Granada, despu¨¦s de o¨ªr el espeluznante discurso de quien entonces era responsable del Poder Judicial italiano para la lucha contra la mafia, le pregunt¨¦ qu¨¦ suceder¨ªa si un d¨ªa, al despertarse, la mafia, eso que le obligaba a viajar con guardaespaldas, hubiera desaparecido por completo. Y mi amigo Alfredo Galasso no pens¨® mucho la respuesta: "Italia no funcionar¨ªa".
?Se puede no tener sed? Esta es la pregunta pol¨ªtica a la que nadie responde. Maragall se ha equivocado, s¨ª, pero porque dijo, qui¨¦n sabe por qu¨¦, lo que no se puede decir, la verdad moral de este modo de vivir. El resto de lo que estamos oyendo se sustancia en una hipocres¨ªa que nos conmina a la estupidez, a hacer como que no sabemos los que sabemos y a no poner en discusi¨®n el 3%. Vivimos en sociedades que no soportan la verdad de su propia condici¨®n. El problema de Maragall es que, en la dial¨¦ctica pol¨ªtica, al decir lo que en la pol¨ªtica no se puede decir, ha echado mano de un argumento moral que se vuelve incluso contra ¨¦l mismo. Porque en la pol¨ªtica los argumentos morales siempre son impertinentes.
Ahora nos queda esperar. Nuestras sociedades funcionan bajo la exigencia ¨²nica de no admitir cambios incompatibles con lo que hay establecido. Y algo cambiar¨¢. Pero la sed seguir¨¢ siendo insaciable.
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