Emoci¨®n de censura
"Cuando a los pol¨ªticos se les acaban las ideas, se ponen a hacer o a modificar una Constituci¨®n", escribi¨® Ralf Dahrendorf (La Vanguardia, 21-9-03). Exageraba, pero no era una improvisaci¨®n: lo mismo hab¨ªa opinado a comienzos de los 90 en sus Reflexiones sobre la revoluci¨®n en Europa (Emec¨¦. Barcelona. 1990) a prop¨®sito de lo que estaba ocurriendo en algunos pa¨ªses del Este del continente tras la ca¨ªda del muro: que a ciertos pol¨ªticos "no les resulta f¨¢cil cargar con las molestias del mundo real" y por eso tienen tendencia a "transformar toda pol¨ªtica en pol¨ªtica constitucional", con olvido de la "pol¨ªtica normal": la que se aplica en el interior de un marco institucional no cuestionado.
La reflexi¨®n parece aplicable a algunos pol¨ªticos espa?oles m¨¢s ocupados en modificar el marco estatutario (competencial, sobre todo) que en gobernar con las competencias de que disponen. Cuando Maragall acepta retirar su insinuaci¨®n sobre el 3% ante la amenaza de Artur Mas de no secundar la reforma estatutaria, est¨¢ indicando que supedita todo lo dem¨¢s a esa reforma. En la transici¨®n, la aprobaci¨®n del Estatuto pudo justificar que los partidos aparcasen otros objetivos. ?Puede aplicarse el mismo criterio a su reforma? Todav¨ªa no ha explicado Maragall por qu¨¦ era tan importante la del Estatuto de Sau cuando no es evidente que existiera una demanda social previa. Tal vez la clave sea que no se trataba tanto de la reforma en s¨ª como de buscarle a una coalici¨®n dada (PSC-ERC-IC) un programa capaz de soldar su alianza.
Maragall ya hab¨ªa gobernado el Ayuntamiento de Barcelona con esos socios. En alg¨²n momento debi¨® llegar a la conclusi¨®n de que esa combinaci¨®n era la ¨²nica capaz de derrotar a Pujol, y que la reforma del Estatut pod¨ªa ser su bandera: el v¨ªnculo capaz de cohesionar a partidos tan distantes en el terreno de las emociones nacionales como el PSOE y la independentista ERC. Sin embargo, no es lo mismo pactar con un partido independentista para gestionar un Ayuntamiento que para gobernar una comunidad aut¨®noma. Y en todo caso, el juicio sobre su conveniencia depender¨¢ de cu¨¢l sea su programa. El tripartito ha esbozado algunas pol¨ªticas sociales, pero su discurso pol¨ªtico dominante ha tenido una fuerte tonalidad nacionalista. A veces radical, como en el compromiso de convocar una consulta popular modo Ibarretxe si las Cortes no convalidaran el nuevo Estatut. Poco ayudar¨¢n a madurar a ERC iniciativas tan pueriles como la de cambiar las matr¨ªculas de los coches en toda Espa?a para satisfacer el deseo de dotarlas de distintivo auton¨®mico; o la propuesta de introducir en el nuevo Estatut la obligaci¨®n de etiquetar en catal¨¢n todo producto que se venda en Catalu?a; o espect¨¢culos como el de Macao con la selecci¨®n de hockey.
Por no hablar de la pretensi¨®n de crear un "espacio catal¨¢n de comunicaci¨®n" que transmita la "forma catalana de ver el mundo". ?No tendr¨¢ algo que ver esa pretensi¨®n, y el blindaje correspondiente, con la incapacidad para detectar a tiempo el desastre de El Carmel? En un estudio realizado por B. Barreiro e I. S¨¢nchez Cuenca sobre los efectos electorales de la corrupci¨®n (Historia y Pol¨ªtica, n?4. 2000) se concluye que la opini¨®n p¨²blica tiende a dar menos importancia a los esc¨¢ndalos en s¨ª que a la reacci¨®n de los Gobiernos frente a ellos. La gente admite que hay situaciones que pueden escapar al control de los pol¨ªticos, pero considera que la respuesta es asunto enteramente suyo.
El problema de Maragall no es, por tanto, que sacase el asunto del 3%, sino que lo retirase en nombre de una incierta bandera. De eso es de lo que tendr¨ªa que responder frente a la moci¨®n de censura que se debate hoy. No lo tiene f¨¢cil, pero la censura puede ser tambi¨¦n la ocasi¨®n para una reconsideraci¨®n de prioridades. La primera es gobernar, y hacerlo partiendo de que no son las emociones nacionales lo que une a los votantes de izquierda que el tripartito aspira a representar. No se trata de renunciar a la reforma del Estatut, pero s¨ª de dejar de utilizarla como burladero: "No podemos hacer m¨¢s porque carecemos de competencias". ?Qu¨¦ art¨ªculo del Estatuto proh¨ªbe al Govern actuar contra la corrupci¨®n instalada desde hace tantos a?os en la Catalu?a del juez Estevill? "La renovaci¨®n pol¨ªtica pendiente tiene que ver m¨¢s con la calle que con el Parlamento, es decir m¨¢s con la autoridad local efectiva que con el perfeccionamiento legislativo", escribi¨® en EL PAIS el entonces alcalde de Barcelona, Pasqual Maragall, el 4 de junio de 1995.
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