Por qui¨¦n doblan las campanas
Ning¨²n hombre en s¨ª es equiparable a una isla; todo hombre es un pedazo del continente, una parte de tierra firme... La muerte de cualquier hombre me disminuye, porque soy una parte de la humanidad. Por eso no quieras saber nunca por qui¨¦n doblan las campanas; ?est¨¢n doblando por ti...!". Y por m¨ª. Por todos. Por aquellos que hace un a?o nos hicieron tomar la ciudad, la capital del dolor. Por todos los muertos tuvimos que salir a la calle, rebelarnos contra las mentiras y alzar la voz. Armados con nuestras palabras, con los m¨®viles cargados de mensajes, pasamos de la informaci¨®n a la indignaci¨®n. Con la fuerza de la raz¨®n conseguimos expulsar a los mentirosos, a los manipuladores del dolor; la ciudad, los ciudadanos, recuperaron su dignidad. No expulsamos el dolor. Pero conseguimos mirar de frente a la historia, a nuestra peque?a, maltratada y tantas veces dolorosa propia historia. Habr¨¢ perd¨®n, no habr¨¢ olvido.
Un a?o despu¨¦s han vuelto a sonar las campanas de la ciudad. ?Por qui¨¦n doblan las campanas? Ahora lo sabemos. Doblan para recordar a los que perdimos. Doblan para no permitirnos el olvido. Campanas cristianas, cantos del muec¨ªn que llama a otras oraciones, lamentaciones de otras religiones, soledad sonora de los hombres buenos que no tienen campanas ni religiones. Si las campanas no suenan por todos, mejor que se callen. Ten¨ªa raz¨®n John Donne, nos disminuye la muerte de cualquier hombre, de un solo hombre. Y seguir celebrando la vida sin tener que preguntarnos por qui¨¦n han sonado las campanas de Madrid el pasado 11 de marzo. Han doblado por todos nosotros.
El poema de John Donne dio t¨ªtulo a una de las m¨¢s conocidas novelas de Ernest Hemingway. De Hemingway, y de otros campanudos escritores, hablamos esta semana madrile?a con el escritor Javier Cercas. Conseguimos lugar en un bar del centro que desde la puerta deja muy claro que all¨ª "nunca estuvo Hemingway", no es poco m¨¦rito.
Cercas, que en su novela se burla amablemente de las publicitadas "interminables noches madrile?as". Noches mitificadas que ya no son lo que fueron. Noches en las que ya no es tan f¨¢cil encontrar un lugar para alargar la nocturnidad con copas. Hay lugares, pero ya no son los nuestros. Tampoco nosotros somos los mismos. Cercas, el letraherido gerundense de Ibahernando, el cacere?o catalanizado, ha sido capaz de escribir una gran novela huyendo de las frases bonitas, lejos de la Guerra Civil, lejos de lo impostado y cerca, muy cerca de la mejor literatura. Naturalmente, hablando de s¨ª mismo, la materia que mejor conoce. Cercas es un defensor de Hemingway: "Si te fijas bien es muy ¨²til como detector de idiotas: a los idiotas nunca les gusta Hemingway".
No me quiso acompa?ar a la presentaci¨®n de los premios Fernando Qui?ones. No quiso hacer noche en compa?¨ªa de tantos escritores mesetarios y alrededores que se concentraron alrededor de Ram¨®n Buenaventura y Paula Izquierdo en una noche madrile?a mala para presentaciones y otras aventuras que ocurren fuera de casa. P¨¦sima noche para madridistas. No est¨¢n preparados para las derrotas. Estuve en la presentaci¨®n, en compa?¨ªa de Carmen Posadas, ?ngela Vallvey, Montxo Armend¨¢riz y otros cuantos exc¨¦ntricos que no s¨®lo pasaban de f¨²tbol, sino que pasaban del gal¨¢ctico Real Madrid. Los escritores son muy raros. Yo hice mi r¨¢pida encuesta sobre Hemingway y sal¨ª corriendo a ver el partido del Real Madrid. No pienso descubrir a los idiotas -seg¨²n el detector de Cercas- que dej¨¦ tomando copas en el bar Hispano, porque algunos son mis amigos, mis semejantes. En casa, frente al televisor y en un partido de copa europea con el Real Madrid. Como dec¨ªa Oscar Wilde: "Hay dos tragedias en la vida. Una es no conseguir lo que se desea. La otra es conseguirlo". Con ese esp¨ªritu, uno del Atl¨¦tico se toma los partidos de nuestro ¨ªntimo enemigo. Pues eso.
Tampoco disfrut¨¦ tranquilamente del partido, adem¨¢s de que hay madridistas infiltradas en mi propia casa, y la suya, me llamaron por tel¨¦fono. No es posible, en plena emoci¨®n de la contienda, ?a qui¨¦n se le ocurre llamar? Como dice Julio Llamazares: o es una mujer o es un poeta. Casi. Era un escritor. Era el muy estimado viajero por Iberia, el afrancesado y benetiano Manuel de Lope. Lo perdon¨¦ porque era para una buena causa. Me recordaba que ten¨ªamos concierto. Y no cualquier cosa, sino invitaciones para ver en directo nada menos que a la mexicana madrile?izada Shasha. Adi¨®s al f¨²tbol, adi¨®s a las pr¨®rrogas, adi¨®s al dulce placer de las derrotas ajenas. La cantante mexicana es capaz de hacer despertar al propio rey, al mism¨ªsimo don Juan Carlos que de mel¨®mano tiene lo justo. Una vez lo comprob¨¦. Arrobado por esta belleza con voz espl¨¦ndida, entusiasmado en compa?¨ªa de muchos de su real casa, termin¨® haciendo coros con aquello de "pero sigo siendo el rey". No estuvo el rey la otra noche, pero s¨ª algunas de sus cercan¨ªas en el concierto de la inquietante Shasha. Realmente esta chica pasa todas las pruebas, incluida la de Hemingway. Javier Cercas se lo perdi¨®. Lo siento por ¨¦l, me cae bien, me gustan sus novelas, su manera de llevar el anonimato y, lo que es m¨¢s raro, su manera de llevar el ¨¦xito. Un novelista capaz de ir lentamente a la velocidad de la luz. Otro de la estirpe de Malcom Lowry, que despu¨¦s del ¨¦xito se puso enf¨¢tico en un poema que recuerda con sencillez, sin ¨¦nfasis, el triunfador llamado Cercas: "El ¨¦xito es como un terrible desastre...". Eso lo debi¨® escribir en alguna de sus m¨ªticas resacas. No digo que no, pero tampoco me importar¨ªa un poco de ¨¦xito para rematar la temporada de mi Atl¨¦tico. Y si no, pues que Shasha nos siga cantando esas hermosas derrotas de las canciones mexicanas. No es Chavela, pero est¨¢ muy buena.
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