Derecho a no sufrir
Me ha sorprendido la pol¨¦mica surgida en torno a la aplicaci¨®n de m¨¦todos paliativos en las urgencias del hospital de Legan¨¦s. Hospital en el que desgraciadamente he pasado demasiados d¨ªas y en el que considero hay muy buenos profesionales. La Nochebuena de 2002, mi abuelo, de 93 a?os, perdi¨® completamente la cabeza. No digo enfermo porque enfermo llevaba ya muchos a?os, a?os de sufrimiento. El d¨ªa de Navidad le llevamos al servicio de urgencias del hospital Severo Ochoa, donde le reconocieron y pusieron tratamiento. Esa misma noche volvimos a casa, donde empez¨® el largo calvario de una de las personas que m¨¢s he querido en mi vida. Su estado se fue deteriorando progresivamente, comenz¨® a no vernos y a tener alucinaciones.
Al principio, los chillidos eran por las alucinaciones, m¨¢s adelante, por el dolor. Al poco tiempo qued¨® postrado en la cama, y luego en la silla de ruedas en la que le sent¨¢bamos para intentar evitar la aparici¨®n de escaras que inevitablemente llegaron agravando infinitamente su sufrimiento.
Muchas horas a los pies de su cama, para evitar que se cayera porque decidimos evitar tener que amarrarle a la misma, dan para pensar. Finalmente, sus pulmones y su coraz¨®n se debilitaron, las escaras llegaron casi al hueso, estaba como en coma. El d¨ªa 20 de febrero de 2003 volvimos a urgencias y esta vez decidieron ingresarle. El final estaba cerca. Los ratos que estuve a solas con ¨¦l sent¨ªa su sufrimiento, sus infinitos gemidos en busca de aire. Hablamos con los m¨¦dicos, quer¨ªamos que no sufriera m¨¢s. Nos advirtieron que la morfina acelerar¨ªa el debilitamiento de sus ¨®rganos. La decisi¨®n fue nuestra y fue que no sufriera. El 22 de febrero, tras dos meses de agon¨ªa, muri¨® rodeado de su familia.
No s¨¦ que habr¨¢ movido a nadie a cursar una denuncia, sus razones tendr¨¢; pero tanto yo como mi familia tenemos que decir que el trato del personal de urgencias fue excepcional en todo momento, y el jefe de urgencias, a mi entender, un gran profesional que nos explic¨® todo y en todo momento. En el caso de mi abuelo, su muerte no era evitable, pero su dolor s¨ª. ?Que si quer¨ªa yo a mi abuelo? Junto con mi madre, fue la primera persona que vi en este mundo. He vivido con ¨¦l bajo el mismo techo 22 a?os y le he acompa?ado hasta el ¨²ltimo minuto que estuvo en este mundo f¨ªsico. Luis, nieto de Luis.
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