La prioridad del Estatut
La reforma del Estatut definir¨¢ el ¨¦xito o el fracaso de esta legislatura. Ah¨ª radica su importancia. Todos los partidos del arco parlamentario catal¨¢n lo saben y adquieren con ello una gran responsabilidad ante el futuro de la pol¨ªtica catalana en los pr¨®ximos lustros. En estos momentos la ponencia del Parlament tiene ya muy avanzada la primera lectura de los t¨ªtulos de la propuesta de reforma, pero no se consigue atraer la atenci¨®n de la opini¨®n p¨²blica, de modo que esta reforma parece m¨¢s propia de expertos y de pol¨ªticos que del inter¨¦s de los ciudadanos.
Es evidente que no tiene el mismo atractivo conseguir el autogobierno que reformarlo. El inter¨¦s y la movilizaci¨®n ciudadana es l¨®gicamente distinta en uno y otro caso. Tambi¨¦n es cierto que las reformas siempre son m¨¢s aburridas que los actos rupturistas. Los tiempos de la transici¨®n democr¨¢tica y de movilizaci¨®n por el restablecimiento de la Generalitat no son repetibles. Pero s¨ª es posible una mayor implicaci¨®n ciudadana por la consecuci¨®n de un nuevo Estatut. Para ello es imprescindible el protagonismo de las principales figuras de la pol¨ªtica catalana. En los pr¨®ximos meses ser¨¢ necesario que los m¨¢ximos dirigentes de las fuerzas pol¨ªticas catalanas asuman directamente la responsabilidad conjunta de llegar a acuerdos sobre los puntos m¨¢s relevantes del Estatut, de promoverlos y defenderlos ante la sociedad civil y de crear las condiciones pol¨ªticas necesarias para la unidad de todos en favor de la mejora y ampliaci¨®n del autogobierno de Catalu?a.
Los hechos acaecidos en las ¨²ltimas semanas no facilitan las convenientes complicidades entre los partidos pol¨ªticos del Gobierno y de la oposici¨®n para avanzar en este objetivo com¨²n que es la reforma del Estatut. Pero el inter¨¦s de Catalu?a y de su ciudadan¨ªa debe prevalecer. No se puede confundir la leg¨ªtima competencia entre partidos en la relaci¨®n entre Gobierno y oposici¨®n con lo que constituye un compromiso de todos los partidos parlamentarios catalanes ante los electores. En la reforma del Estatut no hay Gobierno ni oposici¨®n, sino un Parlament que asume el reto de aprobar la propuesta de reforma de la ley institucional b¨¢sica de la autonom¨ªa catalana.
Ha sido un acierto que el Gobierno de la Generalitat no haya presentado una propuesta propia de reforma y que Joan Saura, consejero de Relaciones Institucionales y Participaci¨®n, haya impulsado esta reforma respetando la plena independencia de la instancia parlamentaria y poniendo a su disposici¨®n la documentaci¨®n elaborada por el Instituto de Estudios Auton¨®micos bajo la direcci¨®n de Carles Viver Pi Sunyer. Ello debe permitir que el nuevo Estatut no sea de nadie en particular y, al mismo tiempo, que todos los partidos puedan considerarlo propio. Falta, y no es poco, que lleguen a los acuerdos necesarios para tener un buen Estatut.
Despu¨¦s de ver la reglamentaria pero dudosamente leg¨ªtima moci¨®n de censura de la pasada semana, que termin¨® siendo retirada por Josep Piqu¨¦, creo que el partido que se dedicar¨¢ a sacar provecho de los desacuerdos estatutarios entre los otros ser¨¢ el Partido Popular. No hay que hacerle esta concesi¨®n. Josep Piqu¨¦ basa su juego pol¨ªtico en las dificultades y en las complicaciones de la reforma estatutaria. Pondr¨¢ el acento en cada situaci¨®n que sirva a sus intereses de partido, que no son precisamente autonomistas. Ha decidido sumarse al carro de la reforma pero actuando a la contra. Jugar¨¢ todas las cartas esc¨¦pticas y pondr¨¢ agua al vino. No hay que darle oportunidades en esta direcci¨®n. No tiene juego si los dem¨¢s no se lo dan. Hay que darle s¨®lo la opci¨®n de sumarse a un acuerdo ya conseguido con el pacto entre los dem¨¢s partidos.
El Partido Popular no tiene ninguna autoridad para dar lecciones sobre autogobierno. Conviene un Estatut aprobado por todas las fuerzas pol¨ªticas catalanas para llegar con m¨¢s fuerza al Congreso de los Diputados, pero no es imprescindible el apoyo de los diputados populares, ni en el Parlament ni en el Congreso de los Diputados. Adem¨¢s, un apoyo del Partido Popular a cambio de renuncias es inconveniente. La elaboraci¨®n y aprobaci¨®n del Estatut debe estar abierta a todos, pero la minor¨ªa popular no puede marcar los contenidos ni acotar los l¨ªmites.
La divisi¨®n entre los partidos catalanistas da opciones a Josep Piqu¨¦, aumenta las esperanzas obstruccionistas de algunos sectores del PSOE y provoca el regocijo en las filas populares. As¨ª que mantengamos la reforma del Estatut impermeable a la comprensible competencia pol¨ªtica entre Gobierno y oposici¨®n en Catalu?a. Nadie en Madrid va a regalar ni a facilitar las cosas, s¨®lo la unidad del catalanismo puede crear el escenario necesario para una negociaci¨®n exitosa de la reforma del Estatut.
Miquel Caminal es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la Universidad de Barcelona.
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