'Novelas ejemplares'
EL PA?S ofrece ma?ana, lunes, por 1 euro, la colecci¨®n de narraciones de Miguel de Cervantes
A Cervantes le cupo, m¨¢s que la suerte, el destino de dar con un g¨¦nero literario nuevo. Lo cuenta en el pr¨®logo de estas Novelas ejemplares. Dice: "Me doy a entender, y es as¨ª, que yo soy el primero que ha novelado en lengua castellana, ya que las muchas novelas que andan impresas en ella son todas traducidas de lenguas extranjeras, y ¨¦stas son m¨ªas s¨®lo, y no imitadas o hurtadas; las engendr¨® mi ingenio y las pari¨® mi pluma, y van creciendo en los brazos de la imprenta". Harto se alaba Cervantes. ?l mismo sabe que si la queja trae descr¨¦dito (y muchas veces se queja Cervantes tambi¨¦n), la tasa de uno mismo, lo abarata. Pero no puede evitarlo. Y deber¨ªa hacernos pensar por qu¨¦ un hombre de sobrad¨ªsimo talento necesita aderezarse tanto, y a su edad. Los pocos a?os excusan estos galleos, pero ?no entristece ver a un hombre que peina canas echando mano del sahumerio en beneficio propio? De hecho, no hay pr¨®logo en que no lo haga. Pr¨®logos, por otro lado, maravillosos desde muchos puntos de vista. Volver¨¢ a florearse a prop¨®sito del teatro, cuando publique sus comedias. Pese a no dejar de recordar su "acostumbrada modestia" y tildarlas de "toda perfecci¨®n", considera que tambi¨¦n fue ¨¦l "el primero que representase las imaginaciones y pensamientos del alma", y no digamos cuando, en el pr¨®logo a la segunda parte del Quijote, refiri¨¦ndose al Persiles, novela en curso, dice que ¨¦sta, "en opini¨®n de mis amigos, ha de llegar al extremo de bondad posible".
S¨ª, a Cervantes, primero en las letras y el ingenio, le han arrumbado a la segunda y aun tercera fila. La vida lo ha tratado mal, ha conocido la c¨¢rcel, en su matrimonio no ha encontrado probablemente lo que esperaba ni tampoco en los amigos y protectores, y ha llegado a viejo pobre y sin cr¨¦dito. Por eso Cervantes ha de alabarse, por eso Cervantes se queja. Seamos sinceros: ?qu¨¦ dir¨ªamos hoy (cr¨ªticos, acad¨¦micos, escritores y yo y t¨², hip¨®crita lector) de un contempor¨¢neo nuestro que se adornara sin recato como lo hace ¨¦l? No hay la menor duda: har¨ªamos lo que hicieron sus paisanos: desconfiar¨ªamos. Pero s¨®lo porque la primera novela ejemplar de Cervantes fue su propia vida, supo novelar tan bien las vidas ajenas. Claro, que no todo es sencillo. "Mejor ser¨¢ gastar el tiempo en contar las propias que en procurar saber las vidas ajenas", le dice Cipi¨®n a Berganza. ?Contradicci¨®n? Ni mucho menos. En Cervantes su vida, las ajenas y la vida vienen a ser la misma cosa, y librado el primer escollo del pr¨®logo, ni una queja ni una indiscreci¨®n vanidosa. Todo est¨¢ bien encajado, todo bien barajado, sin que acertemos a distinguir lo real de lo ficticio y lo verdadero de lo falso, porque en ese g¨¦nero nuevo que ¨¦l se ha sacado de la manga ¨¦sta es ley suprema del arte de narrar: la verosimilitud. En el comprensivo, en el compasivo Cervantes nos lo creemos todo, hasta que puedan hablar dos perros.
Doce novelas componen este libro. Hagamos su breve historial. Cervantes era al publicarlo un anciano. Ten¨ªa 66 a?os. Le quedaban tres para morir y seis dientes traspillados. S¨®lo dos libros suyos hab¨ªan visto la luz, la Galatea, de hac¨ªa casi 30 a?os, y la primera parte del Quijote, de hac¨ªa ocho. Un fracaso y un gran ¨¦xito. En los tres que le quedaban iba a publicar otros tres libros, las comedias, un poema de bombos mutuos, la segunda parte del Quijote y p¨®stumo, al a?o de morir, otro m¨¢s, el Persiles. As¨ª que cuando dio a la imprenta sus novelas ejemplares era, como quien dice, autor de medio libro y una vida deshecha. Le importaba, pues, poner atenci¨®n en ese lance. No quer¨ªa, tras haberle costado tanto alcanzar un discreto reconocimiento, dar un traspi¨¦s. A esas alturas o vive de su pluma o ¨¦l y las cuatro mujeres que dependen de ¨¦l se morir¨¢n de hambre. Escoge y repertoria Cervantes el argumento de estas novelas con amena finura. Todas son distintas. Quiere que sus lectores se entretengan, y acaso que aprendan de ellas. Que se diviertan, que r¨ªan, que piensen. De ah¨ª el t¨ªtulo de ejemplares que les da. No s¨®lo a ejemplos morales se refiere, sino a todos aquellos que nos hacen disfrutar de la vida y celebrarla. Y si Cervantes es siempre festivo, aqu¨ª lo es en grado sumo celebrando el amor, la amistad, la lealtad, el valor. Hay que vivir, parece repetirnos, mientras observa la comedia humana. No echamos nada en falta. Lo popular y lo aristocr¨¢tico, lo culto y lo castizo, los fantaseos juveniles y las ilusiones perdidas, y todo en ese estilo inigualable suyo chispeante de gracia y gravedad sentenciosa que hace que a¨²n nos preguntemos por la f¨®rmula m¨¢gica de ese contar insuperable. La respuesta la dar¨ªa ¨¦l mismo: "Lo que se sabe sentir, se sabe decir", nos dice en El amante liberal, y esa frase deber¨ªa figurar en la entrada de todas las Escuelas de Letras y casas editoriales como en el templo de Apolo en Delfos figuraba aquel "Con¨®cete a ti mismo". ?No se refieren esas dos frases a id¨¦ntico ideal?
El cu¨¢ndo y el c¨®mo se escribieron importar¨ªa saberlo tambi¨¦n. Dejemos dicho ¨²nicamente que quiz¨¢ las escribiera durante 13 a?os, de 1598 a 1612, en algunos casos, siguiendo el modelo italiano de Boccaccio, Bandello o Ariosto, a los que mech¨® de autores patrios picarescos. En otros la invenci¨®n es suya y s¨®lo suya. Qued¨¦monos ahora con la idea general de estas novelas. Una la dedica al mundo de los gitanos, otra al de los p¨ªcaros, algunas a las intrigas amorosas y a los celos, otras a las aventuras y a los cautivos, y todas son entretenidas y aunque las haya mejores y peores, ninguna fatiga, en todas est¨¢ Cervantes con sus detalles. El artificio de Las dos doncellas quedar¨ªa por ejemplo compensado con el portentoso desenredo (y desenfado) de El coloquio de los perros, una de las 10 mejores novelas de nuestra lengua. En ¨¦sta es precisamente donde encontramos tambi¨¦n algo que viene al pelo: "Los cuentos unos encierran y tienen la gracia en ellos mismos, y otros, en el modo de contarlos". Por si acaso, Cervantes procurar¨¢ que sus novelitas sean ejemplares de forma y fondo. Su vida, las ajenas vidas, las vida siempre renovadas, siempre iguales. En todas y cada una de estas p¨¢ginas habl¨® de s¨ª mismo y de tal modo, con tan sentimiento, que parece que lo estuviera haciendo de todos y cada uno de sus lectores, por separado, de cada uno de nosotros, sin fatigarse, sin fatigarnos, convencido de que la literatura es volver a empezar siempre, por aquello que dec¨ªa su Licenciado Vidriera: "Ning¨²n camino hay malo como no se acabe". Y as¨ª, acabado El coloquio de los perros dan ganas otra vez de empezar con La gitanilla, hasta el fin de los tiempos.
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