Caspolino, 'in mem¨®riam'
?Qu¨¦ es una ciudad? ?Un conjunto de calles? ?Un conjunto de calles y gente? ?Una serie de monumentos, personas y eventos? Hoy dise?amos calles y edificios, seguimos creando monumentos (alg¨²n templo expiatorio que otro), convocamos eventos (?recuerdan que hubo un F¨®rum?), decimos a la gente d¨®nde tiene que ir (por ejemplo, en Carnaval), qu¨¦ tiene que recordar... Todo ello -por supuesto- a golpe de presupuesto y de decisiones que emanan desde lo alto.
Y sin embargo... Sin embargo, las personas se juntan, los eventos se producen y los monumentos (en el sentido de "lugares de memoria") florecen en cualquier lugar. Por ejemplo, en una esquina del barrio de Gr¨¤cia. All¨ª, en la plaza de Gala Plac¨ªdia, apareci¨® hace m¨¢s de 60 a?os un lugar dotado de atracciones para los ni?os: una de las primeras pistas de coches de choque de la ciudad, un carrusel de caballitos, futbolines, tiro al blanco, y m¨¢s adelante artilugios de nuevo cu?o (como una m¨¢quina de aporrear fantasmas). Son las atracciones Caspolino, y han cerrado hace poco, para no abrir nunca m¨¢s.
Me enter¨¦ tarde de la desaparici¨®n de las atracciones Caspolino. Creo que quienes la conocieron no tuvieron ninguna reacci¨®n, y eso me alarma
Estrat¨¦gicamente situadas a la salida de un metro, al lado de un bar, junto a una panader¨ªa y pr¨®ximas a un mercado, cu¨¢ntas promociones de padres han confiado a sus hijos al v¨¦rtigo controlado de los caballitos, a la embriaguez de la velocidad de los coches de choque o a la concentraci¨®n de las pruebas de habilidad. Escuela de cortes¨ªa y buenas maneras, por sus paredes campeaban r¨®tulos como Prohibido dar con los pies a los coches y, en cualquier caso, la discreta vigilancia de los due?os bastaba para que jam¨¢s (que yo haya visto) las travesuras de los peque?os clientes llegaran a mayores.
Un ocio, pues, productivo, c¨ªvico, ?y barato! Hoy en d¨ªa, cuando los ni?os no se divierten si no es a base de meterse en un cine llevando en una mano un gigantesco paquete de car¨ªsimas palomitas y en la otra un refresco gaseoso y azucarado (o abducidos por los espasmos fragmentarios de una Playstation), s¨®lo podemos a?orar el momento en el que el manso centrifugado del carrusel bastaba para sumirles en un sentimiento parecido al ¨¦xtasis...
Durante muchos a?os, cuando mis hijos eran ya mayores, y no habr¨ªan cabido en los cochecitos de choque, no por ello dejaban de mirar con envidia, cada vez que pasaban, el conjunto movedizo de luces multicolores... ?La est¨¦tica de las ferias! Lo colores abigarrados y las atrayentes luces pon¨ªan un contrapunto agradable a la doble corriente (roja y blanca, seg¨²n la direcci¨®n) de los coches en la cercana Via Augusta. Sus destellos anunciaban un remanso de paz, de juegos mec¨¢nicos en un mundo de entretenimiento digital. Los encestes de baloncesto o los duelos incruentos del futbol¨ªn emulaban a escala reducida un mundo de esfuerzo f¨ªsico y de grandes competiciones, ?sin gasto de energ¨ªa!, excepto la energ¨ªa infantil, f¨¢cilmente renovable con una excursi¨®n a la cercana panader¨ªa.
A?os y a?os de uso, de recuerdo y de presencia hab¨ªan convertido al Caspolino en parte integrante de la ciudad. Su misma arquitectura (creaci¨®n espont¨¢nea, o genio popular) lo convert¨ªa en un lugar abierto hacia fuera, una continuaci¨®n natural de la calle o la plaza, tan opuesto a los equipamientos cerrados y opacos de muchos centros culturales o chiquiparks. Y era nuestro. Sab¨ªamos que ah¨ª hab¨ªan ido nuestros padres y podr¨ªan ir nuestros hijos. Formaban parte del tejido de recuerdos individuales y de lugares de memoria colectivos de la ciudad: un amiga m¨ªa conoci¨® all¨ª la p¨¦rdida al creerse abandonada por sus padres en los caballitos, y prorrumpi¨® en un llanto irrefrenable que nunca olvidar¨¢; pero tambi¨¦n al pie de uno de sus futbolines se dej¨® Puig Antich la cartera repleta de muerte que condujo luego a su detenci¨®n.
Leo que la due?a se jubilaba. Leo que en el barrio hacen falta equipamientos. Me parece todo muy bien. Pero los negocios se traspasan, y tambi¨¦n creo que hay muchos lugares en un kil¨®metro a la redonda que podr¨ªan servir de sede a esos equipamientos que ya veremos... Y sin embargo, no hab¨ªa nada parecido a esa esquina m¨¢gica en todo el barrio. Ni en toda Barcelona. Ni en muchas ciudades...
Me enter¨¦ tarde de la desaparici¨®n del Caspolino, pero me da la impresi¨®n de que quienes la conocieron con antelaci¨®n no tuvieron ninguna reacci¨®n, y eso me alarma. ?Tanto olvido se cultiva hoy en Barcelona? ?Tanto desagradecimiento por las cosas, aun humildes y vulgares, que son su ser? "Han cerrado el Caspolino", le dije a mi hijo mayor. "?Qui¨¦nes?", me pregunt¨®. S¨®lo pude contestarle: "Todos"...
Las ciudades que no reconocen su patrimonio merecen tal vez perderlo.
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