Cuatro Espa?as (o m¨¢s)
1. EL MINISTRO JOS? BONO ha viajado en esta Semana Santa a Washington, con el fin de hacerse el encontradizo: "Pero bueno, mi querida Condoleezza Rice, ?el mundo ej un pa?uelo!". Bono est¨¢ contento. La vida le sonr¨ªe. Es el ministro mejor valorado del Gobierno, va cumpliendo sus objetivos sin sobresaltos, y d¨ªa s¨ª d¨ªa tambi¨¦n aparece por la tele. ?Se puede pedir m¨¢s? Es un fen¨®meno, Bono. Nadie como ¨¦l lleva las camisas de cuello apretado, tan apretado que parece siempre congestionado, sudoroso y al l¨ªmite de la asfixia. ?Pero acaso Bono se afloja el nudo de la corbata? No, porque es un servidor p¨²blico, y al p¨²blico se entrega, como todos los artistas. Ah¨ª est¨¢ ahora, alrededor de la Casa Blanca y del Pent¨¢gono, de inc¨®gnito con Blanquita, la cabra de la Legi¨®n, tocando la trompeta como un titiritero m¨¢s. Bono es nuestro James Bond, y en su pantal¨®n oculta un m¨®vil de ¨²ltima generaci¨®n, de esos que hacen fotos y hasta medio pel¨ªculas, y en cuanto aparezca Condi, ?zas! Foto, y a mand¨¢rsela de inmediato a su colega Moratinos. Sin mala intenci¨®n. Bromas entre compa?eros.
Acebes ha viajado al Lejano Oriente. Un Oriente lejan¨ªsimo, y porque Rajoy no encontr¨® nada m¨¢s alejado
2. ?ngel Acebes ha viajado al Lejano Oriente. Un Oriente lejan¨ªsimo, y porque Mariano Rajoy no encontr¨® nada m¨¢s alejado. Pero Acebes no se rinde: regresar¨¢ por el otro lado, aprovechando que la Tierra es redonda (aunque no descarta otra posibilidad).
3. Manuel Fraga no descansa. Es un devoto del trabajo, que reduce su actividad s¨®lo por adaptarse a la energ¨ªa que es capaz de desplegar. Lejos quedan los tiempos en que arrancaba el hilo del tel¨¦fono cuando le molestaban las llamadas. "Ahora los tel¨¦fonos ni siquiera tienen hilos", piensa con nostalgia. "La tele es en color, las chicas ense?an el ombligo desde los nueve a?os, y los hombres se echan cremitas en el pecho, s¨ª, en el pecho, donde antes crec¨ªa pelo y lat¨ªa un coraz¨®n presto a derretir suecas, amigo m¨ªo", comenta don Manuel a un periodista extranjero empe?ado en averiguar por qu¨¦. "Si quiere usted averiguar por qu¨¦, pregunte a la oposici¨®n, amigo m¨ªo". "Es que la oposici¨®n me aburre, don Manuel". "Pues ya tiene usted el porqu¨¦".
4. Pasqual Maragall ha convocado a sus colaboradores en un monasterio. Hay pol¨ªticos que ven piedra y piensan: ?trascendencia, posteridad, historia! Maragall es as¨ª. Poco le importan las incomodidades mundanas. "Tengo malas vibraciones", comenta en las reuniones. "Lo que pasa es que hace un fr¨ªo que pela", piensan a su alrededor, pero no lo dicen, porque ya bastante impresi¨®n de crisis hay. "Percibo una conmoci¨®n en la Fuerza", insiste Maragall. Sus colaboradores ya est¨¢n acostumbrados a este lenguaje jedi; pero entre que Maragall habla ronco, que deja la luz a media asta y que muchos consejeros van vestidos de negro, m¨¢s que reuniones de gobierno parecen sesiones de espiritismo: "?D¨¦ficit fiscal: si est¨¢s ah¨ª, manifi¨¦state!". Nadie consigue concentrarse. Todo tiene un aire a El nombre de la rosa, y las siguientes palabras de Maragall resultan a¨²n m¨¢s desasosegantes. "Hay socialistas que hacen todo lo posible para que fracase el proyecto de este Gobierno". Los colaboradores se alarman: "Quieres decir, ?aparte de ti, Pasqual? Porque contigo podemos, pero si sois m¨¢s, ya no s¨¦ qu¨¦ vamos a hacer".
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