Fantas¨ªa Verne
Realidad y ficci¨®n. Entre ambas transcurri¨® la vida del escritor Julio Verne (1828-1905). Este mes se cumplen 100 a?os de su muerte, y Francia rinde homenaje al autor de 'La vuelta al mundo en 80 d¨ªas'.
Nantes, en Breta?a, cerca de la desembocadura del r¨ªo Loira. Un puerto fluvial, lleno de barcos peque?os y medianos que sue?an con el mar abierto, a¨²n lejano. El ni?o tiene once a?os y tambi¨¦n anhela las grandes traves¨ªas. Pasea por los muelles oliendo el alquitr¨¢n y buscando lo que no conoce, las Indias remotas. Esa ma?ana encuentra un velero amarrado en cuya cubierta no se ve a nadie. Se cuela a bordo, lo recorre, sube a lo m¨¢s alto, hasta la cofa del m¨¢stil. Desde all¨ª, a lo lejos, avizora por fin la inmensidad del mar. Queda tan arrobado arriba que hasta el ¨²ltimo momento no advierte que el barco se dispone a zarpar. ?Estupendo, la aventura comienza! Sin embargo, la tripulaci¨®n pronto descubre al peque?o poliz¨®n y lo desembarca en cuanto puede para que vuelva con su familia. Al padre indignado que suelta su bronca, el ni?o le confiesa que pretend¨ªa conseguir un collar de perlas y coral para su primita Carolina, a la que ama con secreto fervor infantil. Despu¨¦s, para tranquilizarle, a?ade: "No te preocupes, no lo volver¨¦ a hacer. Desde ahora, todos mis viajes ser¨¢n imaginarios". El ni?o se llamaba, se llama para siempre, Julio Verne.
?Es legendaria esta an¨¦cdota? Probablemente. O mejor, es una mezcla de realidad y ficci¨®n, como las que escribi¨® toda su vida Verne hasta la misma v¨ªspera de su muerte, este mes de marzo hace cien a?os. Para frustraci¨®n de quienes abominan de los best sellers y necesitan saberlos ef¨ªmeros y literariamente despreciables, Julio Verne vendi¨® m¨¢s que nadie en su d¨ªa, pero sigue lozano y siempre disfrut¨® del aprecio de admiradores de ¨¦lite. Tolst¨®i (que detestaba al mism¨ªsimo Shakespeare) lo le¨ªa con fruici¨®n, lo mismo que Turgeniev. El ingeniero del canal de Suez, Ferdinand de Lesseps, no par¨® hasta conseguir para ¨¦l la Legi¨®n de Honor. Nadar, el pionero de la fotograf¨ªa, era tan devoto suyo que el novelista jug¨® con su nombre para inventar el Ardan al que envi¨® haciendo bromas en su proyectil hacia la Luna. Y otra de sus lectoras, George Sand, le escribi¨® agradecida tras devorar Viaje al centro de la Tierra y De la Tierra a la Luna: "Espero que pronto nos conduzca usted a las profundidades del mar". Para complacer su demanda lleg¨® despu¨¦s Veinte mil leguas de viaje submarino. En nuestros d¨ªas ha seguido teniendo lectores envidiables, desde Ray Bradbury hasta el exquisito Julien Gracq. Por no ofender su modestia no le menciono a usted, amigo lector, y yo me pongo a la cola?
A Verne se le ha admirado tradicionalmente por magias m¨¢s bien accidentales: se le tiene por un precursor de descubrimientos cient¨ªficos, oficio que envejece pronto y mal. Pero hoy nos interesa mucho m¨¢s que sus obras nos recuerden la poes¨ªa que encerraron una vez los sue?os de la ciencia que la prosa (a veces destructiva o frustrante) de sus logros efectivos. Por ejemplo, en Los quinientos millones de la Begun -una de sus novelas m¨¢s notables-, lo de menos es que profetice el primer sat¨¦lite artificial con casi un siglo de anticipaci¨®n; son sus especulaciones sobre urbanismo y acerca de en qu¨¦ consiste vivir en paz las que hoy nos resultan m¨¢s estimulantes. Si yo me atreviese a dar consejos al lector ne¨®fito, le recomendar¨ªa que buscase los libros de Verne menos celebrados porque quiz¨¢ en ellos se esconden sus prodigios m¨¢s deliciosos: el invisible y despechado amante de El secreto de Wilhelm Storitz, los fantasmas precinematogr¨¢ficos de El castillo de los C¨¢rpatos, el desenlace de un relato de Poe en La esfinge de los hielos, el mundo como tablero del juego de la oca en El testamento de un exc¨¦ntrico, el absurdo casi kafkiano de Frritt-Flacc, las navegaciones amaz¨®nicas de La Jangada? Por supuesto, tras estas exploraciones, deber¨¢ acudir a sus novelas m¨¢s conocidas. Julio Verne no tiene libros malos, sino buenos de diferentes modos?
Y no olvidemos que su primera pasi¨®n fue el teatro. Verne es un contempor¨¢neo de Offenbach, y el humor veloz de sus di¨¢logos proviene del vodevil (como muestra, los torneos dial¨¦cticos del periodista ingl¨¦s y el franc¨¦s en Miguel Strogoff). Supo aunar los trucos de la comedia de enredo con la pedagog¨ªa y se dedic¨® al g¨¦nero fant¨¢stico sin hacer jam¨¢s concesiones a lo sobrenatural: su imaginaci¨®n brota de la precisi¨®n informada, no del capricho perezoso que toma el atajo de lo inveros¨ªmil. Su ¨²ltima y va lerosa recomendaci¨®n est¨¢ en uno de sus primeros libros, Viaje al centro de la Tierra: "?Hay que tomar lecciones de abismo!". Por ah¨ª se entra en la ciencia, en la aventura y en la poes¨ªa.
El viajero imaginario Marta Rivera de la Cruz
Cuentan las cr¨®nicas que, a la edad de 11 a?os, Julio Verne se escap¨® de casa para colarse en un barco que hab¨ªa zarpado con destino a tierras americanas. Pierre Verne tard¨® un par de horas en interceptar a su hijo, y Julio recibi¨® un castigo que no le quit¨® las ganas de seguir so?ando con territorios desconocidos. Nacido en Nantes en 1828, la infancia de Julio Verne transcurri¨® en el seno de una familia ilustrada y peque?oburguesa. El padre, Pierre Verne, era procurador. La madre, Sophie, una mujer entregada a sus cinco hijos. Julio crec¨ªa leyendo novelas juveniles y demostrando un inter¨¦s desmedido por la geograf¨ªa y la lectura de boletines cient¨ªficos. Ten¨ªa como compa?ero de juegos a su hermano Paul, y juntos imaginaban traves¨ªas mar¨ªtimas y encuentros con mundos lejanos.
La pubertad no fue generosa con Verne. La apostura que del autor revelan los retratos llegar¨ªa con la madurez. A su escaso atractivo f¨ªsico se un¨ªa la certeza de la precaria situaci¨®n econ¨®mica familiar, y sus primeros escarceos amorosos acabaron en fracasos. El joven Julio intentaba paliar sus carencias con alardes de ingenio, y enviaba a las jovencitas encendidos poemas de amor que no hac¨ªan sino provocar la rechifla entre sus adoradas.
A instancias de sus padres, Verne se traslad¨® a Par¨ªs para estudiar derecho. De esta etapa nos ha llegado abundante correspondencia del autor, aunque la mayor¨ªa de sus cartas son aut¨¦nticas jeremiadas: Julio no hace m¨¢s que quejarse de lo cara que es la vida en Par¨ªs, de lo mal que come por falta de dinero? y de toda una bater¨ªa de problemas gastrointestinales que hacen de sus misivas verdaderos monumentos a la escatolog¨ªa.
Ya entonces hab¨ªa decidido el joven Verne que le importaban m¨¢s las letras que las leyes. Al margen de los poemas de juventud, a los 20 a?os hab¨ªa escrito un par de obras teatrales y una novela de 200 p¨¢ginas titulada Un sacerdote en 1839. En Par¨ªs, la ciudad convulsa que viv¨ªa la revoluci¨®n de 1848, cuya culminaci¨®n ser¨ªan las elecciones que elevaron a presidente de la Rep¨²blica a Luis Napole¨®n Bonaparte, sigui¨® escribiendo de forma febril. Pese a que pasaba mucho m¨¢s tiempo dedicado a la literatura que al estudio, consigui¨® acabar la carrera.
A pesar de la falta de dinero (Pierre Verne escatimaba cada c¨¦ntimo que enviaba a su hijo), Julio se las arreglaba para sostener los gastos de un aprendiz de literato: compraba libros, se dejaba ver en los caf¨¦s y en los estrenos teatrales? Es en estos d¨ªas cuando traba amistad con los Dumas, padre e hijo, quienes alentaron su carrera como escritor. El autor de El conde de Montecristo le ayud¨® en la escritura de una pieza teatral titulada El envite, que se representar¨ªa en peque?os teatros, suponiendo para Verne unos m¨ªnimos ingresos. Y mientras su padre insiste en que regrese a Nantes para ejercer como abogado, Julio dice que permanecer¨¢ en Par¨ªs: "Me dedico a escribir, y si mis obras no dan fruto ahora, esperar¨¦".
En 1851, Julio Verne publicaba por primera vez una obra en prosa: el relato Los primeros barcos de la marina mexicana aparec¨ªa en la revista Mus¨¦e des Familles, que editar¨ªa otros cuentos suyos. Y mientras Luis Napole¨®n da el golpe de Estado que le convertir¨¢ en emperador de Francia, Verne escribe una novela que ser¨¢ publicada con el t¨ªtulo de Mart¨ªn Paz. En esta obra revela el autor sus sentimientos antisemitas: uno de los cap¨ªtulos se titula 'Un jud¨ªo siempre es un jud¨ªo', y en ¨¦l el personaje del usurero Samuel se descubre en toda su antipat¨ªa. En otra obra, Hector Servadac, el autor insistir¨ªa en su antisemitismo, que no manifiesta en su correspondencia ni en las entrevistas que concedi¨®.
La carrera de Verne va tomando forma. Estrena varias piezas dram¨¢ticas, y su novela Un invierno entre los hielos tiene bastante ¨¦xito. En esta etapa, Verne demuestra una verdadera obsesi¨®n por encontrar esposa. Casi todos sus amigos se han casado, y ¨¦l (que junto a un grupo de camaradas solteros ha fundado la sociedad "de los v¨ªrgenes necios") pide a su madre que le arregle un matrimonio con alguna joven adinerada. Finalmente, Verne no necesit¨® el concurso materno para casarse: en la boda de un amigo fue emparejado con una viuda reciente, de nombre Honorine Deviane, que reun¨ªa todos los requisitos para convertirse en madame Verne. Discretamente bonita, todav¨ªa joven, pr¨®xima a heredar una peque?a renta, su ¨²nico defecto era el tener dos hijas de su matrimonio?, del que tambi¨¦n conservaba una pensi¨®n. La boda se celebr¨® en 1857 sin pompa alguna por deseo de Julio. Es posible que esta feroz intenci¨®n de matrimoniar y su convencimiento de que la vida en pareja era la soluci¨®n a todos los males supusiese el principio del sentimiento de infelicidad que marcar¨ªa a Verne. Hab¨ªa corrido en busca del matrimonio como forma de vida, dejando de lado todo impulso rom¨¢ntico e incluso cualquier motivaci¨®n pasional. M¨¢s tard¨® Julio en encontrar esposa que en hartarse de la vida familiar. El haberse casado con una mujer con dos hijas y el convertirse en padre no ayudar¨ªa a mejorar la situaci¨®n. Acostumbrado a vivir solo, a disponer de su espacio y su tiempo, Verne aprendi¨® lo dif¨ªcil que es trabajar en una casa donde hay ni?os correteando, donde se escuchan chillidos y llantos de beb¨¦ o reprimendas maternas. La existencia burguesa de una familia de clase media, con almuerzos ruidosos y juguetes en el suelo, era todo lo contrario de lo que el se?or Verne necesitaba. Empez¨® a aislarse, a construir un mundo ajeno del que no quer¨ªa ni pod¨ªa salir. En este sentido, Verne nos recuerda al misterioso personaje del capit¨¢n Nemo.
Si la vida personal de Verne era un desastre, su carrera literaria se afianz¨® de forma definitiva en 1862 con la publicaci¨®n de Cinco semanas en globo, que supuso tambi¨¦n el inicio de su fecunda relaci¨®n con el editor Pierre-Jules Hertzel. Fue ¨¦l, que adivin¨® en las narraciones de Verne a un autor de inagotables recursos, quien dirigi¨® su carrera, haciendo sugerencias, recomend¨¢ndole la supresi¨®n de un personaje, un p¨¢rrafo? e incluso de una novela: cuando, en 1863, Julio Verne le entreg¨® el manuscrito de Par¨ªs en el siglo XX, Hertzel le dijo que la publicaci¨®n de esa historia (donde se anticipa, entre otros, el invento del fax) pod¨ªa acabar con su buena racha. El p¨²blico franc¨¦s no estaba preparado para asimilar un argumento catastrofista: en la novela, el progreso cient¨ªfico ha acabado con el inter¨¦s por la literatura, las artes y hasta las relaciones humanas. La novela se publicar¨ªa muchos a?os despu¨¦s de la muerte de su autor.
Viaje al centro de la Tierra, Veinte mil leguas de viaje submarino, Las aventuras del capit¨¢n Hatteras, Miguel Strogoff, La vuelta al mundo en 80 d¨ªas? De la mano de Hertzel, Verne se ha convertido en un autor famoso? y casi rico. Habr¨ªa podido serlo m¨¢s (La vuelta al mundo en 80 d¨ªas vendi¨® m¨¢s de 100.000 ejemplares), pero el astuto editor se llevaba la mayor parte del pastel. Pagaba a Verne 3.000 francos por novela, con el compromiso del escritor de entregar tres libros al a?o. La extrema fecundidad del autor est¨¢ directamente relacionada con la insatisfacci¨®n de su vida en familia: Verne se encierra a trabajar en su estudio para huir de las veladas con su esposa y de los juegos de sus hijos.
A pesar de la intensidad de sus poemas rom¨¢nticos, las escenas amorosas descritas por Verne en sus novelas son ramplonas y carentes de realismo. En una carta a su editor, el autor reconoce ser una nulidad a la hora de hablar de asuntos del coraz¨®n: "Me cuesta hasta escribir 'te quiero". Est¨¢ claro que le faltaba experiencia en lides emocionales. Parece ser que Verne tuvo alguna aventura al margen del matrimonio, y as¨ª lo documenta Herbert Lottman, autor de la m¨¢s completa biograf¨ªa sobre el autor. Sabemos los nombres de dos de las amantes de Verne: Stelle Duchesne, muerta en plena juventud y que pudo inspirar el personaje de Stilla, de El castillo de los C¨¢rpatos, y Luise Teutsch, en cuya figura se encuentra el germen de Zircka Klorck, de la novela Claudio Bombarnac.
Las relaciones de Julio Verne con su hijo tambi¨¦n fueron complicadas. Michel, nacido en 1861, fue para el autor una fuente de disgustos. En sus cartas, Verne se queja del car¨¢cter medio salvaje del chiquillo. Sin embargo, y si recordamos que el cr¨ªo ten¨ªa s¨®lo seis o siete a?os cuando su padre ya hablaba de ¨¦l como de un delincuente y que le ingres¨® en un internado antes de cumplir los cinco, es f¨¢cil preguntarse si Verne se tom¨® alguna vez en serio la educaci¨®n de su hijo. Lo ¨²nico que al escritor le preocupaba era no ser molestado cuando trabajaba. Las travesuras de la infancia se convirtieron en gamberradas durante la adolescencia, y llegaron a ser actos delictivos. Michel acumul¨® tremendas deudas, y es posible que tambi¨¦n robase. "Hay en este desgraciado un cinismo indignante que usted no podr¨ªa creer. Es un pervertido terrible con una dosis de locura indiscutible", escribi¨® Verne en una carta a Hertzel.
El autor intent¨® enderezar a su hijo: internados, psiquiatras, casas de reposo? Finalmente le busc¨® plaza en un barco que preparaba una traves¨ªa de a?o y medio, pensando que el contacto con la austera existencia de la mariner¨ªa podr¨ªa reconducir al conflictivo Michel. Pero la experiencia mar¨ªtima del chico no fue la aventura de sacrificios que su padre hab¨ªa perge?ado, sino una etapa de aburrimiento donde tuvo ocasi¨®n de demostrar su car¨¢cter pendenciero, llegando a agredir al segundo de a bordo. De no haberse apellidado Verne, aquella acci¨®n habr¨ªa podido traer para Michel consecuencias funestas. M¨¢s adelante, Michel se casar¨ªa con una cantante, a la que abandonar¨ªa por una joven a la que hab¨ªa dejado embarazada. Su padre, mientras tanto, le pasaba una cantidad para que pudiese mantener a su familia.
Pensando en aquel hijo que tan pocas alegr¨ªas le hab¨ªa dado, cre¨® Verne el personaje de Dick Sand, protagonista de Un capit¨¢n de 15 a?os. El joven Sand, hu¨¦rfano y grumete de un barco que se ve obligado a comandar cuando su tripulaci¨®n desaparece, constituye el ¨¢lter ego de Michel. Fuerte, valiente, generoso y arrojado, es el hijo que Verne habr¨ªa querido tener. Sin embargo, en este y otros h¨¦roes juveniles creados por el autor, algunos estudiosos han querido ver tendencias ped¨®filas. Lottman afirma que es posible que Verne mantuviese una relaci¨®n "extra?a" con un joven que se convertir¨ªa en pol¨ªtico de primera fila y obtendr¨ªa el Premio Nobel de la Paz: Aristide Briand. No sabemos hasta d¨®nde lleg¨® la relaci¨®n entre Briand y el escritor, pero s¨ª podemos constatar que Verne mantuvo con ¨¦l una amistad protectora?, y que llam¨® Briant al protagonista de su libro Dos a?os de vacaciones.
Verne acabar¨ªa siendo un hombre muy rico. A pesar de que sus novelas no le generaban derechos de ventas, la adaptaci¨®n de sus textos al teatro le hizo ganar mucho dinero. Mientras el tiempo pasaba, Verne continuaba escribiendo: Las tribulaciones de un chino en China, La familia sin nombre, Las indias negras, El rayo verde? El reconocimiento p¨²blico de su labor era indiscutible. En Francia se le consideraba una leyenda viva. En sus viajes por Europa se le recib¨ªa como un h¨¦roe. Las traducciones de sus obras se multiplicaban. Hab¨ªa sido condecorado con la Legi¨®n de Honor, y s¨®lo le qued¨® la espina de no haber logrado un sill¨®n en la Academia Francesa. Recib¨ªa a diario decenas de cartas de sus admiradores, y la pasi¨®n por sus obras era tan grande que incluso una joven periodista llamada Nelly Blye asumi¨® el reto de Phileas Fogg para dar la vuelta al mundo en 80 d¨ªas. Blye cubri¨® el trayecto en menos tiempo, y a su paso por Francia tuvo oportunidad de conocer a Julio Verne.
Verne muri¨® en Amiens el 24 de marzo de 1905. A pesar de que en los ¨²ltimos a?os hab¨ªa sufrido todo tipo de achaques y serios problemas de visi¨®n, sigui¨® trabajando hasta el ¨²ltimo d¨ªa. La paciente Honorine se hab¨ªa convertido en su escribiente y su enfermera. Aquella mujer que no consigui¨® ser bien amada por su esposo fue la mejor compa?era para el septuagenario de barba blanca que no quer¨ªa dejar de escribir. A su muerte, Verne dejar¨ªa in¨¦ditos muchos manuscritos que fueron publicados despu¨¦s. Su hijo, el conflictivo Michel, se redimi¨® trabajando para recuperar los textos paternos (se dice que incluso lleg¨® a rematar y retocar algunos de ellos) y renegociando las condiciones leoninas de los contratos redactados por Hertzel. Hoy, 100 a?os despu¨¦s de su muerte, cuando hemos visto realizados muchos de los delirios literarios de Julio Verne, sus libros siguen siendo piezas de lujo en la historia de las novelas de aventuras. Todos los actos de la celebraci¨®n del centenario de Julio Verne pueden verse en: www.julesverne.fr.
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