Pecadores y pecados
Durante los meses de enero y febrero de 1946 el fil¨®sofo Karl Jaspers dict¨® en la Universidad de Heidelberg un curso sobre la cuesti¨®n de la culpa y la responsabilidad pol¨ªtica de Alemania. Apenas un a?o antes Hitler se hab¨ªa suicidado en su b¨²nker de Berl¨ªn y el almirante D?nitz firmaba la capitulaci¨®n de Alemania. Mientras en N¨²remberg se juzgaba a los 22 altos cargos del r¨¦gimen nazi acusados de haber participado en una conjura para la comisi¨®n de cr¨ªmenes contra la paz, cr¨ªmenes de guerra y cr¨ªmenes contra la humanidad (proceso que se sald¨® con doce condenas de muerte, tres cadenas perpetuas, cuatro penas de prisi¨®n y tres absoluciones), Jaspers se embarcaba en la complej¨ªsima tarea de reflexionar, m¨¢s all¨¢ de la culpa criminal (la que es sustanciada ante los tribunales de justicia), sobre la culpa pol¨ªtica, la culpa moral y la culpa metaf¨ªsica, y la posibilidad de juzgar desde estas tres atalayas la conducta de los alemanes durante el nazismo.
?Pueden todos estos niveles de culpa distinguirse tambi¨¦n en Euskadi? ETA ha sido una piedra que, arrojada con enorme fuerza, choc¨® contra la superficie del estanque vasco levantando una columna de agua que todo lo aneg¨®. La piedra se hundi¨® hasta el fondo revolviendo los lodos que toda sociedad aspira a mantener reposados. Aquella piedra gener¨® una sucesi¨®n de ondas conc¨¦ntricas que desde entonces no han dejado de renovarse, alcanzando hasta el ¨²ltimo conf¨ªn del estanque vasco. Las ondas de aquella piedra no se reducen a la dimensi¨®n criminal de la culpa, estrictamente limitada a quienes han cometido o han colaborado en la comisi¨®n de cr¨ªmenes. Hay culpa pol¨ªtica (se ha consentido mucho y durante mucho tiempo), hay culpa moral (se ha colaborado mucho en el mantenimiento y la legitimaci¨®n del terrorismo, aun cuando no se estuviera de acuerdo con ¨¦l) y hay culpa metaf¨ªsica (se ha esperado demasiado a actuar y a decir mientras se comet¨ªan los cr¨ªmenes). Ciertamente, los niveles de imputabilidad pr¨¢ctica son muy distintos en cada caso y se difuminan hasta desaparecer a medida que nos alejamos del punto de impacto. La culpa no se reduce a su dimensi¨®n criminal, pero esta dimensi¨®n criminal no puede extenderse a todas las culpas. Al contrario, la naturaleza del Estado de derecho consiste, justamente, en la delimitaci¨®n precisa de tales dimensiones. Y yo me pregunto: ?estamos sabiendo distinguir entre todas esas culpas, relacionadas pero diferentes?
Pensemos en la candidatura Aukera Guztiak, anulada por el Tribunal Supremo. Uno de sus promotores, benedictino de Lazkao, acaba de publicar un art¨ªculo titulado Nunca he condenado a ETA. ?Nos encontramos ante un indicio criminal o, m¨¢s bien, ante una flagrante expresi¨®n de idiotismo moral? La banalizaci¨®n del mal no desapareci¨® con Eichmann. Pensemos en el caso Egunkaria. Pensemos en el proceso 18/98 y en las decenas de personas acusadas por la Audiencia Nacional de formar parte de las tramas pol¨ªtica, financiera, medi¨¢tica, internacional y de desobediencia civil de la banda terrorista ETA. ?Cu¨¢l es la aut¨¦ntica dimensi¨®n de su culpa? En la medida en que los tribunales correspondientes toman sus decisiones al respecto conforme a derecho, hemos de confiar en que se limitar¨¢n a juzgar la dimensi¨®n criminal de las conductas, distinguiendo con claridad la culpa criminal de las otras. Pero para que esto sea as¨ª debemos saber y aceptar que en las democracias no todas las culpas son imputables penalmente. Y que la confusi¨®n entre las distintas dimensiones de la culpa acaba por convertir los procesos judiciales en ordal¨ªas o en autos de fe.
No se me ocurrir¨¢ pensar que puedan acabar pagando justos por pecadores. Para poder ser considerados justos deber¨ªan haberse situado con claridad junto a las v¨ªctimas del terrorismo (aukera bakarra). Y no lo han hecho. Pero son muchas m¨¢s las instituciones y las personas relevantes que en Euskadi han callado y que a¨²n callan. Culpa pol¨ªtica, culpa moral, culpa metaf¨ªsica... Alg¨²n d¨ªa habremos de afrontarlas, superando esa autocomplacencia que tanto gusta a nuestros dirigentes. Y para ello, resolver bien la cuesti¨®n de la culpa criminal es fundamental.
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