Las estatuas de Franco
El levantamiento de estatuas a personajes de la pol¨ªtica no deja de ofrecer problemas. El tiempo no pasa en vano y as¨ª sucede que ¨¦stas, como no puede ser menos, est¨¢n sujetas a los cambios pol¨ªticos e ideol¨®gicos que se van produciendo en la sociedad.
En Barcelona, la estatua del doctor Robert, situada en la plaza de la Universitat, fue retirada por el franquismo y depositada en unos almacenes municipales. Pero no para siempre; desde el retorno del sistema democr¨¢tico, esa estatua ha sido recuperada y hoy preside la plaza de Tetuan.
La de Antonio L¨®pez, en su momento pr¨®cer de la patria, colocada desde hace muchos a?os enfrente del edificio de Correos, ahora est¨¢ siendo cuestionada hasta el punto de que se habla de desmontarla. Se dice que hizo su fortuna, durante el siglo XIX, con el tr¨¢fico de esclavos. Sic transit gloria mundi.
Cada pa¨ªs tiene su historia, que debe ser asumida por todos: los causantes de ella y los que la padecieron
Cada pa¨ªs tiene su historia, que debe ser asumida por todos: los causantes de ella y los que la padecieron. En el plano colectivo esta distinci¨®n, con frecuencia, no se presenta con claridad.
Espa?a no es una excepci¨®n.El franquismo apareci¨®, en el verano de 1936, protagonizando un chapucero golpe de Estado que, al fracasar, dio lugar a un proceso revolucionario infantil e insensato, que no pudo ser reprimido por el burgu¨¦s Gobierno republicano al quedarse sin las fuerzas militares o de seguridad, sublevadas en su mayor¨ªa; a una larga y cruel guerra civil seguida de una posguerra dolorosa, y a un retraso en el progreso econ¨®mico-social del pa¨ªs de unos 15 a?os como m¨ªnimo.
Pero el franquismo no fue s¨®lo eso. Su larga duraci¨®n permiti¨® su progresiva evoluci¨®n, especialmente en la esfera econ¨®mica, y se produjo la transformaci¨®n de Espa?a de un pa¨ªs agr¨ªcola y pobre en otro m¨¢s rico, industrial y de servicios, y la aparici¨®n de amplias capas de clases medias, antes inexistentes; cambios que, sumados a otras causas (el olvido y el realismo de todos, especialmente, de los vencidos y de sus herederos), posibilitaron el acceso pac¨ªfico a la Monarqu¨ªa democr¨¢tica.
Durante ese periodo, el franquismo fue mayoritaria y pasivamente tolerado, y muchos, nacionales o extranjeros, franquistas o no, colaboraron con ¨¦l y se aprovecharon de su existencia enriqueci¨¦ndose a manos llenas ?Es necesario poner ejemplos?
Los ganadores de la Guerra Civil pretendieron ser los ¨²nicos representantes de la Espa?a aut¨¦ntica negando un hecho evidente: media Espa?a, como m¨ªnimo, no participaba de su ideario. Pero los franquistas tambi¨¦n exist¨ªan. Un elevado porcentaje de los votantes de la extinta UCD otorgaron al r¨¦gimen anterior una excelente nota. ?sta es la verdad.
Tambi¨¦n lo es que en la actualidad periste un cierto franquismo, casi siempre vergonzante pero real. La reacci¨®n light del PP ante la retirada de la estatua madrile?a de Franco, si hiciera falta, as¨ª lo demuestra.
?Qu¨¦ significa lo sucedido? La respuesta es sencilla: que la figura de Franco sigue -todav¨ªa y como siempre- dividiendo a muchos espa?oles. Mantener lo contrar¨ªo es puro voluntarismo o una ilusi¨®n bien intencionada.
Si es as¨ª, se comprende que sus estatuas sean retiradas, con naturalidad y sin nocturnidades, de los lugares p¨²blicos de la capital de un Estado democr¨¢tico basado en el consenso y no en el enfrentamiento evitable. Cosa distinta es que puedan permanecer en otros lugares, menos p¨²blicos o comunes, relacionados con su historia particular. Aza?a tiene un monumento en su ciudad natal, Alcal¨¢ de Henares. Igual sucede con Espartero, que lo tiene en Logro?o, y con Prim, en Reus. La otra opci¨®n, llenar nuestras plazas de estatuas, de uno u otro signo, relacionadas con la guerra, no parece razonable.
La derecha ha de entender que con su victoria en la guerra disfrut¨® de un largo periodo de exclusivismo y que no puede pretender su perpetuaci¨®n.
La izquierda, por el contrario, no ha gozado nunca de un tiempo semejante y todav¨ªa sigue a la espera de recibir una reparaci¨®n equivalente. Las guerras no se pierden en balde, aunque sea injusto. ?Tan dif¨ªcil es comprender esta realidad?
Los sentimientos, a veces, por honorables que sean y por doloroso que resulte, no pueden condicionar totalmente la convivencia pol¨ªtica.
Como siempre, en bien de la paz civil, es necesaria la tolerancia y la generosidad de todos, y dejar tiempo al tiempo para que la historia, con serenidad, vaya deduciendo las correspondientes ense?anzas. Una estatua de menos no creo que resulte decisivo.
?ngel Garc¨ªa Fontanet es magistrado em¨¦rito del Tribunal Superior de Justicia de Catalu?a y presidente de la Fundaci¨®n Pi Sunyer.
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