Memorias italianas
Existe un cierto renacer de la memoria y de las opciones morales que anidan en momentos clave de la historia reciente de los pa¨ªses, cuando m¨¢s bien vivimos en ¨¦pocas en las que, en cambio, parece predominar de manera hegem¨®nica la instantaneidad y el individualismo indiferente. En Estados Unidos se habla m¨¢s que nunca de la situaci¨®n de los norteamericanos nacidos en Jap¨®n o de descendencia japonesa, que fueron internados en campos de concentraci¨®n despu¨¦s del ataque a Pearl Harbor. De alguna manera se discute as¨ª de lo que ocurre hoy con los ciudadanos de origen ¨¢rabe afincados en el pa¨ªs. Sabemos que en Alemania los debates sobre lo ocurrido en los a?os de Hitler han desbordado los l¨ªmites de lo acad¨¦mico generando intensos debates y pol¨¦micas que siguen muy presentes, y que tambi¨¦n encierran litigios sobre qu¨¦ hacer con los neonazis hoy o con los procesos de rearme. En Espa?a o en Catalu?a no hay semana que no oigamos, leamos o celebremos alg¨²n acto, debate o publicaci¨®n sobre hechos recientes de nuestra historia colectiva, y su conexi¨®n, expl¨ªcita o no, con los avatares del d¨ªa a d¨ªa.
Es en ese contexto en el que quisiera comentar el impacto que me ha producido la visi¨®n del filme La migliore giovent¨´, de Marco Tullio Giordana. Se trata de una pel¨ªcula de matriz televisiva (producida por la RAI), que en dos cap¨ªtulos y seis horas condensa la historia italiana de los ¨²ltimos 40 a?os, desde 1966 hasta el 2003. Al margen de sus valores cinematogr¨¢ficos evidentes (gan¨® el certamen de Cannes Un certain regard, y otros premios en Italia) y de la calidad y calidez de las magn¨ªficas interpretaciones de sus actores, el filme consigue sobre todo entrelazar las sutilezas y complejidades de la pol¨ªtica y de la vida social italiana contempor¨¢nea con las vidas de unos personajes en absoluto simples, pero s¨ª cercanamente comunes. Desde la placidez de la d¨¦cada de 1960 y las primeras sacudidas del movimiento estudiantil de 1968, hasta la crisis de Manos Limpias y la revuelta fiscal del Norte encabezada por Umberto Bossi pasando por el surgimiento de las Brigadas Rojas y el asesinato del juez Falcone por la Mafia, todo ello va sirviendo de marco en el que situar las dudas, los ¨¦xitos, las amarguras y sobre todo las emociones de una familia y sus aleda?os en esa Italia actual con la que tantas cosas compartimos.
El t¨ªtulo del filme recupera el de una obra po¨¦tica de Pasolini, su factura cinematogr¨¢fica se sit¨²a en la tradici¨®n viscontiana y gatopardesca, y los hechos que sirven de escenario a los avatares familiares son espec¨ªficamente italianos. Pero a pesar de ese innegable localismo, la obra llega con una tremenda fuerza a cualquier espectador que haya vivido esos a?os o que se alimente a¨²n de sus ecos. Los hechos no son exactamente los nuestros, pero s¨ª las dudas, los conflictos, los impactos que esos hechos han producido aqu¨ª y all¨ª. Y el ¨¦xito de ese filme, m¨¢s basado en lo que los franceses llaman succ¨¨s d'estime (o en lo que aqu¨ª denominar¨ªamos el boca oreja) que en alambicados montajes y lanzamientos publicitarios, est¨¢ ah¨ª, en la tremenda carga de vida real que transporta y que hace la pel¨ªcula universal a pesar de su rabiosa italianidad. No quisiera pecar de excesivo en mis elogios, que de hecho trascienden lo cinematogr¨¢fico. Pero no puedo entender que en Barcelona haya pasado sin pena ni gloria (la ¨²ltima visi¨®n, en lamentable versi¨®n espa?ola, se hizo casi clandestinamente a finales del a?o pasado), mientras que en Madrid, despu¨¦s de nueve meses, sigue proyect¨¢ndose en versi¨®n original en dos cines que, a pesar de diversas amenazas del tipo ¨²ltimos d¨ªas, siguen proyect¨¢ndola sin que remita el n¨²mero de espectadores.
Desde mi punto de vista, la potencia del filme radica en su capacidad de incorporar y conectar debates pol¨ªticos y sociales con trayectorias vitales, sacando de la invisibilidad, a la que hemos condenado muchas parcelas de la historia reciente, temas y conflictos que en su momento fueron cruciales. Y hacerlo sin aspavientos, con dudas, con tensiones y tomando decisiones que son todo menos f¨¢ciles. Lo m¨¢s cercano que tenemos a mano es la serie Cu¨¦ntame. A pesar de su evidente endeblez, de la forma as¨¦ptica y anecd¨®tica con que se presenta la historia del franquismo, de su incapacidad para incorporar memoria p¨²blica a las vidas de unos personajes demasiado planos, ha tenido un notable impacto televisivo. En La migliore giovent¨´ se activa el pasado trazando el nexo entre memoria individual y memoria colectiva, y no se esconde la complejidad de tomar partido en la prevalencia de unas memorias colectivas sobre otras. No podemos ser tan ingenuos para imaginar que esos ejercicios de memoria colectiva sean puramente objetivos o neutrales. Hay competencia y conflicto entre los temas que destacar, los dilemas sobre los que discutir o con relaci¨®n a las emociones que estaban en juego. Buceando en el pasado reciente, discutimos sobre qu¨¦ concepci¨®n de la democracia tenemos, sobre c¨®mo entendemos la relaci¨®n entre dilemas de hoy y dilemas de ayer, y es en ese entretejer en el que se forman memorias colectivas y posiciones pol¨ªticas y sociales del presente.
El debate sobre las Brigadas Rojas o sobre c¨®mo entender el tratamiento de las enfermedades mentales (uno de los protagonistas del filme se nos presenta como disc¨ªpulo de Franco Basaglia) asume un papel de notable centralidad en la pel¨ªcula que comentamos. En los dos casos estamos ante asuntos de una tremenda actualidad. ?Qu¨¦ papel desempe?a la violencia en la actividad pol¨ªtica? ?Cu¨¢les son los l¨ªmites de la radicalidad y del disenso en una sociedad democr¨¢tica? ?C¨®mo entendemos la enfermedad mental? ?Qu¨¦ papel ejercen las instituciones sanitarias y sus profesionales? ?C¨®mo entender la relaci¨®n entre salud ps¨ªquica y salud social? Seguramente el filme no nos da nuevas respuestas a esos problemas ni es esa su intenci¨®n, pero s¨ª nos sit¨²a esos debates de siempre en un contexto hist¨®rico real y con las sutilezas y complejidades de trayectorias vitales muy reales, y por ello muy cercanas. Los ejercicios de memoria hist¨®rica cumplen esa misi¨®n. Generan sensaci¨®n de pertenencia a un colectivo sentido como propio. Generan sentido de continuidad. Y as¨ª construimos sociedad, de la misma manera que esa sociedad construye memoria. Pero como ya hemos dicho, existen pluralidad de memorias y pluralidad de recuerdos. La pel¨ªcula ha elegido, como hacemos todos, qu¨¦ hechos recordar y c¨®mo esos hechos han impactado en la vida de los personajes de la misma. La grandeza del filme es su capacidad para hacerlo sin por ello caer en la hagiograf¨ªa o en esquematismos simplificadores.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la Universidad de Barcelona.
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