Un vodevil cortesano

No hay que esforzarse mucho para entender la g¨¦nesis y el porqu¨¦ de que una pel¨ªcula como Belleza prohibida se haya hecho y haya llegado hasta nosotros: se trata, ni m¨¢s ni menos, que de aprovechar el productivo fil¨®n que abri¨® una pel¨ªcula mona y entretenida, tan ligera e insustancial como bien hecha e interpretada, Shakespeare enamorado, algo as¨ª como el regreso del vodevil culterano disfrazado con la coartada biogr¨¢fica y el siempre productivo nombre de William Shakespeare. En parecidos pagos transcurre esta peripecia, aunque en tiempos ligeramente posteriores. Pero, en todo caso, tiempos a¨²n en los que los papeles femeninos eran interpretados, en el teatro ingl¨¦s, por hombres, elemento esencial que da aqu¨ª sentido a toda la trama.

O sea, que como en Shakespeare enamorado, tambi¨¦n se trata de recrear una historia en la que el protagonismo femenino se d¨¦ la mano con una al tiempo previsible y conocida reflexi¨®n sobre el travestismo en la escena. Aqu¨ª se trata, como all¨¢, de dar protagonismo a la mujer y detra¨¦rselo al hombre, en una l¨®gica que acerca el producto final al h¨¢bil c¨¢lculo mercantil de lo pol¨ªticamente correcto, de conceder realce al esperado juego interpretativo entre una pareja omnipresente que intercambia sus roles. El resultado es una pel¨ªcula que suena a ya vista, aunque bien revestida con los oropeles de una reconstrucci¨®n de ¨¦poca impecable y unos secundarios de verdadero lujo. Una pel¨ªcula bien dirigida, que no se hace pesada, pero a la que lastra una previsibilidad mortal y una pareja sin qu¨ªmica.