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PUBLICADO ORIGINALMENTE en 1970, los 35 a?os que separan esta edici¨®n de la reciente versi¨®n castellana, presentada con el t¨ªtulo El hombre sin contenido (?ltera), no han mermado un ¨¢pice de inter¨¦s al libro escrito por el fil¨®sofo italiano Giorgio Agamben (Roma, 1942). No es escaso el m¨¦rito de un ensayo, sea cual sea el tema abordado, el que no pierda vigencia en un segmento temporal durante el que aparentemente se han producido tantos cambios, pero se acrecienta m¨¢s, si, como es el caso, su objeto es una evaluaci¨®n cr¨ªtica de la situaci¨®n del arte y de la est¨¦tica contempor¨¢neos, asunto sobre el que no cesan de publicarse hoy millares de libros, a cu¨¢l m¨¢s banal.
El punto de arranque de Agamben, que responde al ep¨ªgrafe "lo m¨¢s inquietante", es el comentario de una larga y c¨¦lebre cita de La genealog¨ªa de la moral, de Nietzsche, donde el pensador alem¨¢n arremete contra la concepci¨®n est¨¦tica de Kant, cuando ¨¦ste afirma que lo bello es lo que agrada "desinteresadamente", algo que, para ¨¦l, s¨®lo es explicable, si previamente se ha adoptado el punto de vista del espectador sobre el del creador al tratar esta cuesti¨®n. Desde un punto de vista hist¨®rico, esta usurpaci¨®n del papel del artista por parte, dig¨¢moslo as¨ª, del p¨²blico, y sus portavoces, los profesores de est¨¦tica, los historiadores y cr¨ªticos del arte, todos ellos especies florecientes en nuestra ¨¦poca, constituye para Nietzsche una perversi¨®n, producto del secularizador nihilismo contempor¨¢neo, de cuyo anonadante poder narc¨®tico s¨®lo podremos librarnos recuperando precisamente la fuerza original del arte, tal y como se expresaba en la voluntad de poder de los creadores, los antiguos artistas, cuya acci¨®n era -y deber¨ªa ser- primordial, ¨²nica y decisiva, una pasi¨®n gestada en la m¨¢s profunda soledad, y no fruto de una meliflua negociaci¨®n cultural con el espectador.
Los diagn¨®sticos cr¨ªticos de Agamben al respecto son tan demoledores como, dada su hondura y complejidad, imposibles de sintetizar en un par de l¨ªneas. Por otra parte, Agamben no se limita a comentar s¨®lo lo que afirm¨® Nietzsche sobre el arte, sino que abarca otras muchas cuestiones candentes a trav¨¦s de muy diferentes cauces ideol¨®gicos y autores, desde Plat¨®n y Arist¨®teles hasta Kant, Hegel, Benjamin o Heidegger, pero tambi¨¦n desde Novalis, H?lderlin y Balzac hasta Kafka o Musil.
En todo caso, estos inquietantes diagn¨®sticos de Agamben sobre la progresiva paralizaci¨®n, m¨¢s que muerte, del arte en nuestra ¨¦poca, le conducen a un parad¨®jico, pero reconfortante, pron¨®stico, porque, como escribe en el ¨²ltimo p¨¢rrafo de su libro, "seg¨²n el principio que afirma que tan s¨®lo en la casa en llamas es posible ver por primera vez el problema arquitect¨®nico fundamental, as¨ª el arte, una vez que ha llegado al punto extremo de su destino, permite que pueda verse su proyecto original". Y esta reveladora visi¨®n no ser¨¢ una cuesti¨®n de gusto est¨¦tico desinteresado, sino la recuperaci¨®n de la entra?a existencial de la realidad, su aut¨¦ntico contenido.
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