?Qu¨¦ es lo que se decid¨ªa?
?Tomar¨¢ nota Juan Jos¨¦ Ibarretxe del pronunciamiento adverso de las urnas al plebiscito impl¨ªcito que planteaba al electorado o caer¨¢ en el s¨ªndrome del gran l¨ªder que es defraudado por su pueblo? En su intervenci¨®n p¨²blica de la noche del domingo, el lehendakari en funciones se movi¨® m¨¢s en el segundo registro, pero es demasiado pronto para valorar su capacidad para adaptarse a las nuevas circunstancias. No hay que olvidar que en 1998 Ibarretxe fue impulsado por su partido hacia Ajuria Enea por su perfil de gestor pragm¨¢tico y que, apenas tres a?os despu¨¦s, a partir de la inesperada victoria electoral de 2001, adopt¨® el registro de auriga ideol¨®gico del nacionalismo.
Los grandes defraudados por los resultados del domingo, y tambi¨¦n algunos de los aparentemente bendecidos, van a necesitar tiempo para digerirlos y preguntarse qu¨¦ es lo que ha pasado. La creencia de que la ciudadan¨ªa, interrogada h¨¢bil e insistentemente, termina diciendo lo que uno desea que diga, s¨®lo funciona con algunos sondeos. Hace ya demasiado tiempo que las fuerzas pol¨ªticas, sobre todo el nacionalismo institucional, alteraron en Euskadi el sentido propio de los comicios -decidir qui¨¦n debe gobernar y qui¨¦n ejercer la oposici¨®n-, para plantear cuestiones impropias y no siempre expuestas de forma clara. En lugar de proponer soluciones a los problemas existentes -que en el Pa¨ªs Vasco son m¨¢s b¨¢sicos que numerosos-, de Lizarra a esta parte los partidos han pedido al electorado que les saque de los barrizales en que se han metido. Pero los ciudadanos, en mayor o menor medida, han respondido siempre de acuerdo con el pluralismo constitutivo de la sociedad vasca y conforme al significado natural de unos comicios. En 2001, ante una alternativa de cambio radical encabezada por Jaime Mayor Oreja, la mayor¨ªa del electorado decidi¨® por apenas 25.000 votos que prefer¨ªa seguir siendo gobernada por el nacionalismo, a pesar del fiasco del Pacto Lizarra. Cuatro a?os despu¨¦s, el cuerpo electoral ha deso¨ªdo la demanda de Ibarretxe para que diera un empuj¨®n plebiscitario a un plan soberanista que carece de suficiente combustible social y pol¨ªtico para despegar.
Neg¨¢ndole la "mayor¨ªa fuerte" solicitada acuciantemente, la sociedad vasca ha devuelto a la coalici¨®n PNV-EA la encomienda que ¨¦sta trataba de endosarle. Le ha dicho a Ibarretxe que desista de su prop¨®sito de dise?ar una Euskadi en la que s¨®lo los nacionalistas pueden sentirse a gusto y se ocupe del trabajo abandonado en la pasada legislatura, sin atajos populistas ni saltos en el vac¨ªo. En otras palabras, que el di¨¢logo y la negociaci¨®n dejen de ser meros esl¨®ganes y se apliquen a la b¨²squeda de un proyecto de convivencia que cobije a la mayor parte de los ciudadanos, con sus diversos sentimientos de identidad y pertenencia. Que no se pretenda sustituir el imprescindible acuerdo previo entre las fuerzas pol¨ªticas vascas con una consulta popular compensatoria vestida de desaf¨ªo al Estado.
Empujada a "decidir su futuro" sobre un gui¨®n prefijado, la sociedad vasca ha tomado la decisi¨®n de decidir s¨®lo sobre la configuraci¨®n del nuevo Parlamento. Su venganza han sido unos resultados en apariencia inmanejables, que trasladan a los partidos la obligaci¨®n de tomar no una sino muchas decisiones en el ¨¢mbito de la gobernabilidad. Antes de volver a plantear qu¨¦ es lo que los vascos quieren ser, Ibarretxe, como cabeza de la candidatura m¨¢s votada, va a tener que decidir con qu¨¦ otras formaciones intenta la complicada tarea de formar un gobierno m¨ªnimamente s¨®lido. Al volver la espalda a la gran decisi¨®n contenida en el plan Ibarretxe, los electores realzan el valor de las peque?as decisiones -en sanidad, educaci¨®n, infraestructuras, asistencia social- que dan cuerpo a la gobernaci¨®n, esa gran olvidada de la legislatura pasada en el Pa¨ªs Vasco.
Si hay que hacer caso a las encuestas, Ibarretxe ha conseguido un indudable ¨¦xito social con su discurso decisionista, que ha calado f¨¢cilmente. El mantra de que Euskadi tiene derecho a decidir su futuro y de que ¨¦ste ser¨¢ el que decidan los vascos sin cortapisa alguna es suscrito en casi todas ellas por cerca del 80% de los consultados. Sin embargo, en el momento decisivo, muchos de esos vascos no han querido que el lehendakari en funciones decida por ellos. Porque eso tambi¨¦n se decid¨ªa el pasado domingo.
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