Antonio Vega
Era cierto: lo que no hac¨ªa la realidad, lo hac¨ªan las canciones y por eso, en aquellos a?os, no importaba que tantas cosas fuesen mentira, porque a cambio eran hermosas, de ese modo en que lo es todo lo que empieza o acaba de noche y en los bares.
Ya lo dec¨ªan los m¨²sicos de Nacha Pop en el gran himno de los a?os ochenta, Chica de ayer: "Luego por la noche al Penta, a escuchar / canciones que consigan que te pueda amar". A muchos nos ocurri¨® justo eso, y luego pasamos a?os maldiciendo las tres cosas: la chica, la canci¨®n y al bar, que sol¨ªa ser, efectivamente, o el Pentagrama del que hablaba Nacha Pop, en la calle de La Palma, o La V¨ªa L¨¢ctea, en la calle de Velarde, o cualquiera de los locales en los que hab¨ªa m¨²sica en directo, b¨¢sicamente El Sol y el Rock Ola. Pero ¨¦se es otro asunto y qu¨¦ le vamos a hacer si lo que se anda por un callej¨®n sin salida y junto a la persona equivocada, tambi¨¦n es parte del camino. As¨ª son las cosas.
Ahora, La V¨ªa L¨¢ctea cumple 25 a?os y el autor de Chica de ayer, Antonio Vega, que la cantaba en Nacha Pop y volvi¨® a hacerlo 10 a?os m¨¢s tarde, otra vez por primera vez, en su primera obra fuera del grupo, El sitio de mi recreo, acaba de publicar un disco emocionante, a la vez bello y doloroso, que se titula 3.000 noches con Marga y est¨¢ dedicado a la memoria de su novia, fallecida el a?o pasado. Sus composiciones se llaman ?ngel de Ori¨®n, Pueblos blancos o Te espero y son certeras, hirientes e inolvidables, pero tambi¨¦n son un s¨ªntoma de esos 25 a?os, del modo en que el tiempo corta y separa con sus cuchillos todo lo que parec¨ªa indivisible. Claro, un cuarto de siglo es mucho tiempo, que nos lo digan a cualquiera de nosotros, y el chico melanc¨®lico que nos hac¨ªa bailar ahora nos hace llorar. Son las reglas del juego.
No hay canci¨®n que no acabe por ser triste, porque todas acaban por ser, tarde o temprano, la banda sonora de lo que ya no est¨¢; pero el arte con may¨²sculas -y 3.000 noches con Marga lo es- constituye una especie de pegamento que une lo que queda y lo que se ha perdido, acerca antes a despu¨¦s y consigue derrotar con la memoria al olvido.
Qu¨¦ raro, de todas las maneras, que este Madrid del siglo XXI se parezca tan poco a aquel Madrid de la ¨¦poca de la movida, que La V¨ªa L¨¢ctea cumpla 25 a?os, que Antonio Vega tenga que escribir sus / nuestras 3.000 noches con Marga y que, de alg¨²n modo, esas canciones hablen de todo eso a la vez. Las cosas que se pierden se vuelven importantes, como podr¨ªa decir alg¨²n bolero. Y qu¨¦.
Del Madrid de los a?os ochenta -qu¨¦ v¨¦rtigo, pensar que habr¨ªa que a?adir "del siglo pasado"-, no queda mucho, en ning¨²n sentido. Ah¨ª est¨¢n, contra viento y marea, La V¨ªa L¨¢ctea, el Pentagrama o El Sol, en la calle de los Jardines, pero muchos de los lugares de donde sali¨® aquella especie de fogonazo han cerrado y, sobre todo, la energ¨ªa que lo provoc¨® fue apagada con la pol¨ªtica policial que se llev¨® a cabo contra los locales de donde sal¨ªa el cine, la m¨²sica o la pintura que fij¨® el mito para la posteridad.
Todo un ejemplo de la capacidad corrosiva de los poderes p¨²blicos sobre la cultura, a la que se apoya raramente pero a la que se acosa y acusa de mil modos y con mil cargos distintos, hasta vencerla por derribo.
Porque en esta ciudad se buscaron todas las razones del mundo para cerrar los locales en los que se hac¨ªa m¨²sica o se montaban exposiciones o se le¨ªan poemas, pero no se busc¨® ning¨²n plan para salvarlos. Las prohibiciones no curan, como afirman los evangelistas del orden y el buen juicio: s¨®lo matan.
Menos mal que el talento no se puede decretar ilegal ni se le puede mandar un inspector, no puede ser precintado ni convertirse en una hamburgueser¨ªa, un bloque de apartamentos o una caja de ahorros, y gracias a eso, de toda aquella agitaci¨®n de las aguas que fue la movida a¨²n quedan algunas olas y uno puede a¨²n echarse directamente al coraz¨®n una noche en La V¨ªa L¨¢ctea o un disco como este 3.000 noches con Marga.
Lo que te da la vida, no te lo pueden quitar ni la distancia ni el tiempo, como dice Antonio Vega. Felicidades, y ojal¨¢ todo volviese a empezar otra vez.
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