?Para cu¨¢ndo el monumento al toro?

Con la tradicional corrida de Miura concluy¨® el ciclo ferial taurino de Sevilla. A lo largo del mismo, M¨ªsero (Victorino), Alicates (Parlad¨¦), Gamberro (Nu?ez del Cuvillo), Furioso y Tolerante (Torrealta), pero en especial Espada (Palha) y Ojos negros (Torrestrella), han dado muestras, cada uno en su medida, de lo que es un toro de lidia.

De ¨¦l se admiran su nobleza, bravura y trap¨ªo; mientras que el pragmatismo se interesa por su valor como objeto de cambio. El t¨®pico axioma "sin la Fiesta desaparece el toro de lidia" debe cambiarse por: sin toro no hay tauromaquia, espect¨¢culo, ni beneficios econ¨®micos. De ah¨ª que haya de ser cuidado, mimado y admirado.

Sevilla, tan amante de sus sagradas tradiciones, a¨²n no le ha rendido el debido homenaje. Hay monumentos dedicados a anhelos, mitos, artistas y artesanos. Algunos poetas, escritores e intelectuales, salvo excepciones, son recordados con lapidarios de cer¨¢mica. Pero el toro de lidia no goza de tales honores. Como dijo Pepe, mi compa?ero en la grada 2, mientras ve¨ªa arrastrar a Ojos negros despu¨¦s de solicitar su indulto: "se ha perdido la sensibilidad".

Paradoja: Sevilla est¨¢ seducida por la belleza que exuda el toro de lidia, pero es incapaz de evocar su trascendencia. Otras ciudades s¨ª lo han hecho. T¨®mese ejemplo.