Schubertiada
De Schubert, claro, viene schubertiada. Era el nombre que se daba a las veladas vienesas que el m¨²sico organizaba para dar a conocer a sus amigos sus nuevas obras, muchas veces canciones entre ellas. Y el ambiente del lunes en la Zarzuela, lleno, a pesar de ser festivo, de los cabales, se fue convirtiendo poco a poco en el de una schubertiada.
Es verdad que se esperaba con inter¨¦s a Christine Sch?fer (Francfort, 1965), una de las m¨¢s interesantes cantantes de hoy, impresionante en la ¨®pera -su Lulu, por ejemplo, es incomparable, como su Gilda-, pero debutante en el ciclo de Lied, con las mejores credenciales en los discos y una excelente reputaci¨®n entre quienes hemos tenido la suerte de verla en escena. La suya es una voz no muy grande pero que sabe crecer, que no fuerza nunca el salto, que corre sin dificultades y que se mueve en el piano y el pianissimo con una gran seguridad.
Ciclo de Lied
Christine Sch?fer, soprano. Graham Johnson, piano. Obras de Schubert. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 2 de mayo.
Y la expectaci¨®n se fue convirtiendo en gozo a medida que la menuda cantante alemana y el sabio Graham Johnson -cuya mano inteligente se adivinaba en la confecci¨®n del programa- al piano fueron convirtiendo poco a poco su recital en eso, en una verdadera schubertiada. Y no s¨®lo porque todas las canciones del programa fueran de Schubert, sino porque el clima que entre los dos consiguieron result¨® puro lied, aut¨¦ntica canci¨®n en concierto.
Para ello se dieron las circunstancias necesarias. Por ejemplo, que la Sch?fer posea un timbre fresqu¨ªsimo, una expresividad muy en primera instancia cuando procede -ah¨ª cuando la m¨²sica ilustra la letra- pero igualmente profunda y reflexiva cuando el texto va m¨¢s all¨¢ y el m¨²sico tambi¨¦n.
Y en ese punto hubo tres ejemplos para la antolog¨ªa: A la luna en una noche oto?al, La tarde de invierno y Ganimedes. La voz corri¨® siempre ¨¢gil, llena de frescura y la sensaci¨®n era la de estar ante una cantante que ha sabido beber en las mejores fuentes, que sigue una l¨ªnea hist¨®ricamente muy s¨®lida -entre sus maestros est¨¢n Sena Jurinac o Fischer-Dieskau- y que, por eso, sabe que aqu¨ª el sentido de intimidad es absolutamente necesario. Tanto como decir con claridad absoluta y ce?irse al esp¨ªritu de cada canci¨®n para que nunca haya el m¨¢s m¨ªnimo atisbo de uniformidad.
Hubi¨¦ramos seguido horas y horas, todos convertidos en amigos de Schubert una tarde de primavera en Viena. Un recital ejemplar. Y lo dicho: lied en estado puro.
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