El desaf¨ªo de la ONU en Hait¨ª
Espoleada por las cr¨ªticas, Naciones Unidas opta por la firmeza para atajar la escalada de la violencia pol¨ªtica en el pa¨ªs caribe?o
Despuntaba la tarde en Puerto Pr¨ªncipe y la patrulla de Naciones Unidas preparaba su puesto de control en Cit¨¦ Soleil, la barriada m¨¢s populosa de la capital haitiana. Entonces comenzaron los disparos. Antonio Batomalaque, sargento filipino, cay¨® fulminado de un balazo en la cabeza. Al d¨ªa siguiente, viernes 16 de abril, los cascos azules regresaron al arrabal, basti¨®n de los partidarios del depuesto presidente Jean-Bertrand Aristide, y abatieron a una decena de pistoleros. Once meses despu¨¦s de aterrizar en Hait¨ª, las fuerzas de la ONU han decidido responder con firmeza a las continuas agresiones de las bandas armadas. Algunos observadores temen que sea demasiado tarde. La violencia se ha desbocado y amenaza los esfuerzos por construir un pa¨ªs viable.
"Me siento hastiado al ver a nuestros polic¨ªas quemados y decapitados". El primer ministro haitiano, G¨¦rard Latortue, no pod¨ªa ocultar su irritaci¨®n el pasado 30 de marzo. En d¨ªas previos, cinco miembros de la Polic¨ªa Nacional hab¨ªan sido brutalmente asesinados en la capital. Y ya iban 20. El lamento de Latortue condensaba el malestar de la sociedad y la prensa haitianas, que acusaban a la ONU de "pasividad" ante una oleada de violencia que ha dejado m¨¢s de 600 muertos desde septiembre y que constituye el principal obst¨¢culo para la celebraci¨®n de las elecciones previstas en noviembre.
Nunca la mitad occidental de la isla La Espa?ola, pr¨®diga en paisajes sensuales, pintores coloristas y brutalidad sombr¨ªa, ha conocido la concordia en sus 200 a?os de independencia. Desde la salida de Aristide, en febrero de 2004, bandas de diverso pelaje se disputan los jirones del pa¨ªs. Por un lado, los chim¨¨res, seguidores del mesi¨¢nico ex presidente. Por otro, los ex militares, brazo armado de la rebeli¨®n opositora que lo depuso. Y entre ambos, y confundidos con ellos, los grupos criminales alimentados por el narcotr¨¢fico. La frontera entre la violencia pol¨ªtica y la delincuencia es sumamente permeable.
Para garantizar "un entorno seguro y estable" y ayudar a un Gobierno interino de tecn¨®cratas, Naciones Unidas destac¨® en junio de 2004 una misi¨®n de estabilizaci¨®n (Minustah) que hoy cuenta con 6.000 soldados y 1.400 polic¨ªas internacionales. Los grupos armados decidieron echarles un pulso. Los ex militares, desmovilizados por Aristide en 1994, ocupaban comisar¨ªas en el interior del pa¨ªs para reclamar el pago de sus salarios y la reinstauraci¨®n de las fuerzas armadas. Los chim¨¨res sembraban el terror en Cit¨¦ Soleil, Bel Air y otras barriadas de Puerto Pr¨ªncipe para exigir el retorno del presidente derrocado.
El teniente general brasile?o Augusto Heleno Ribeiro, jefe militar de la misi¨®n, se encontraba acorralado entre las presiones internacionales para que se actuara con m¨¢s contundencia y los condicionamientos dom¨¦sticos de Brasil, que aporta el mayor contingente y cuyo Gobierno ped¨ªa cautela.
"El general Heleno, y eso es inocultable, ha tenido una posici¨®n sumamente blanda", asegura una fuente diplom¨¢tica. "Para justificar su inacci¨®n, lleg¨® a maquillar la violencia que vivimos en Hait¨ª para presentarla como la t¨ªpica situaci¨®n de inseguridad de los pa¨ªses latinoamericanos, cuando todos sabemos que no es as¨ª".
En diciembre, los disturbios paralizaron los distritos comerciales de la capital. En febrero, la fuga de la mitad de los presos de la penitenciar¨ªa nacional hizo saltar las alarmas. La muerte, en marzo, de dos soldados de Sri Lanka y de Nepal puso fin a la estrategia apaciguadora. Con Puerto Pr¨ªncipe sumida en el caos, la Minustah pas¨® a la acci¨®n. Dos nombres despuntaban detr¨¢s de la nueva oleada de violencia: el ex oficial Remissainthe Ravix, cabecilla de la revuelta contra Aristide, y el jefe chim¨¨re Jean-Anthony Ren¨¦, m¨¢s conocido como Grenn Sonnen, que en ese enloquecido laberinto se hab¨ªan convertido en aliados. La polic¨ªa local y los cascos azules acabaron con ellos en 24 horas.
Simult¨¢neamente, se inici¨® el cerco de Cit¨¦ Soleil. La fuerza multinacional vigila ahora de forma permanente los accesos a esta ciudadela de chabolas, monta?as de basura y r¨ªos de aguas residuales. En uno de esos controles cay¨® el soldado filipino.
"Si las cosas siguen as¨ª, honestamente no veo factible que las elecciones se celebren este a?o", comenta desde Puerto Pr¨ªncipe Ettore di Benedetto, analista de la organizaci¨®n International Crisis Group. "La Minustah tiene que empezar a detener a los l¨ªderes de las bandas e iniciar el desarme efectivo de la poblaci¨®n, es decir, aplicar su mandato con m¨¢s vigor. Para el ¨¦xito electoral es tambi¨¦n imprescindible una negociaci¨®n pol¨ªtica incluyente, que cuente con Fanmi Lavalas [el partido de Aristide], pero el Gobierno interino no est¨¢ por la labor".
Y es que la violencia y las 300.000 armas ilegales no son el ¨²nico lastre en esta carrera por sacar a Hait¨ª de la lista de los "Estados fallidos". La Minustah se las ve y se las desea para encarrilar un di¨¢logo nacional que perfile una agenda de prioridades para el Gobierno que salga de las urnas. El "desapego haitiano al compromiso", en palabras de un observador, carcome la moral de los m¨¢s entusiastas mediadores. Baste se?alar que, en este pa¨ªs de 8,4 millones de habitantes, 92 partidos mal avenidos se han inscrito en el Consejo Electoral.
Pero hay otro problema. Mientras los cascos azules se baten sobre el terreno y los funcionarios de la misi¨®n se afanan por poner de acuerdo a los haitianos, a la comunidad internacional se le ha "olvidado" aflojar el bolsillo, pese a que en la conferencia celebrada en Washington en julio de 2004, los pa¨ªses donantes, entre ellos Espa?a, comprometieron 1.300 millones de d¨®lares para la reconstrucci¨®n de Hait¨ª. Una renta per c¨¢pita de 295 euros al a?o y una tasa de empleo informal del 70% dan una idea de las carencias.
"Se insiste en la seguridad, pero la seguridad debe ir acompa?ada de progreso econ¨®mico. Necesitamos intervenciones de impacto", explica Dami¨¢n Onses-Cardona, portavoz de la Minustah. Despu¨¦s de cuatro misiones en Hait¨ª en los ¨²ltimos diez a?os, la ONU no pierde el optimismo. "Hace un a?o este pa¨ªs estaba al borde de la guerra civil y nuestra presencia lo ha evitado. Las elecciones de noviembre son nuestro objetivo prioritario. Si se han realizado en Irak y Afganist¨¢n, no vemos por qu¨¦ no podremos lograrlo aqu¨ª".
El inter¨¦s de Espa?a
?Cu¨¢l es el inter¨¦s de Espa?a por esta ex colonia francesa, pedazo de ?frica trasplantado al Caribe? ?Se trata de compensar, ante la ONU, la retirada de las tropas de Irak? "En absoluto", se?ala una fuente de Asuntos Exteriores. "En primer lugar, nos preocupa el efecto desestabilizador que Hait¨ª puede tener para Rep¨²blica Dominicana. En segundo lugar, es la primera vez que hay participaci¨®n latinoamericana en la resoluci¨®n de una crisis regional y Espa?a quiere acompa?ar ese proceso. Y en tercer lugar, Hait¨ª es m¨¢s que nunca un Estado fallido e intervenimos por razones humanitarias. Es una operaci¨®n a largo plazo". No parece tenerlo tan claro el Ministerio de Defensa. De hecho, algunos altos cargos han adelantando que, si no llega la ayuda econ¨®mica internacional, propondr¨¢n la retirada de las tropas antes de fin de a?o. Sin medios ni programas de desarrollo y desarme, dicen, la cooperaci¨®n militar s¨®lo puede poner parches.
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