Habr¨ªa lanzado octavillas
?Qu¨¦ es eso de la urgencia? Vivimos en un mundo de prisas, de acuerdo. Pero aunque no podamos perder ni un segundo de nuestro tiempo, deteng¨¢monos a pensar la pregunta. La urgencia tal vez sea continuar algo antes de haber podido empezarlo. ?Acaso ha empezado ya este art¨ªculo? Continuemos, sigamos. Recordemos esa divisa que alguien invent¨® para la agencia Reuter: "Lo urgente ya est¨¢ hecho. Lo imposible est¨¢ a punto de lograrse. Para milagros, h¨¢galos usted mismo". Como la divisa naci¨® cuando la velocidad todav¨ªa no era el centro de la vida moderna, la divisa a¨²n conserva el humor que no tardar¨ªamos en perder en nuestro asfalto de hist¨¦ricas bocinas.
"Va todo tan deprisa ¨²ltimamente que ahora hay que ser c¨¦lebre antes de ser conocido", me solt¨® a bocajarro ayer un querido amigo que encontr¨¦ por la calle. Mi amigo es enemigo de la velocidad. Pasea tantas horas por la Rambla de Catalunya que muchas veces me cruzo con ¨¦l. Dispone siempre de tiempo. Ayer estaba m¨¢s lento y reflexivo que nunca y me habl¨® de un proverbio chino que dice que hay que hacer r¨¢pidamente lo que no nos corre prisa para as¨ª poder hacer lentamente lo que nos apremia. Me pareci¨® que el proverbio no era chino, sino suyo, pero no se lo dije, se lo digo ahora desde aqu¨ª. En realidad, no me dio tiempo a decirle nada porque comenz¨® a hablarme del caso de Montmel¨®, donde hoy domingo se re¨²nen "las masas de aficionados" para adorar al dios de la velocidad.
Le dije que por haber pasado en la lejana y lenta corte sueca dos magn¨ªficos d¨ªas leyendo La velocidad de la luz de Cercas, no sab¨ªa yo nada de toda esa locura de Montmel¨®. Y entonces mi amigo, con gran lentitud y prolijidad de datos, me explic¨® que todo hab¨ªa cambiado en pocos d¨ªas y ahora el fervor por el papa polaco hab¨ªa sido sustituido, desde el punto de vista medi¨¢tico, por un automovilista espa?ol que aspira a ser el m¨¢s veloz del mundo y que mueve masas. "Sin ir m¨¢s lejos", me dijo, "el pr¨®ximo domingo se producir¨¢ la paradoja de que todos los que vayan a Montmel¨® para ver el espect¨¢culo de la velocidad se pasar¨¢n antes muchas horas quietos en fenomenales atascos de coches".
Observ¨¦ que, a causa de su lentitud en la exposici¨®n del delirio de las masas, me hab¨ªa hecho perder un tiempo considerable, y opt¨¦ por despedirme de ¨¦l a toda velocidad. Regresando lentamente a casa, me dije que tambi¨¦n yo detesto el prestigio medi¨¢tico de la velocidad y el lento champa?a del se?orito Alonso, pero nada tengo en cambio contra un tipo de velocidad de la que carece mi amigo y gran parte de la humanidad y de la que ni se habla y que es la velocidad mental.
Yo habr¨ªa lanzado hoy octavillas sobre los atascos de Montmel¨®, folletos que dijeran: "En pleno triunfo de la velocidad medi¨¢tica, cuando creemos que la velocidad es un valor mensurable, cuyos r¨¦cords marcan la historia del progreso de las m¨¢quinas y de los hombres, el concepto de la velocidad mental parece separarse del concepto de la velocidad en general".
Conozco personas con gran agilidad mental y son ellas, por s¨ª mismas, un gran espect¨¢culo. De entrada, no son coches, lo cual ya es mucho. Por otra parte, a diferencia de un circuito automovil¨ªstico, en el mundo de la velocidad mental nada se puede medir, lo que impide que haya confrontaciones o competitividades. Es un mundo sin atascos en el que todos aceptan que la velocidad mental vale por s¨ª misma, por el placer que provoca en quien es sensible a este placer. A veces la velocidad mental, aparte de aportar vivacidad, es pura fuerza y energ¨ªa. Y despierta, lejos del ruido de los motores, una idea melanc¨®lica de infinito.
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