Encrucijada de culturas

NADA M?S poner pie en Siria presentimos que nos iba a cautivar. Efectivamente, con un turismo escaso debido al ambiente preb¨¦lico, pudimos ir descubriendo de la mano de nuestro competente gu¨ªa, Nasser, empedernido fumador, la esencia de este territorio cargado de historia, por donde hab¨ªan pasado casi todos los pueblos civilizados.

En Ugarit acompa?amos a los fenicios en la invenci¨®n del alfabeto, gracias al cual podemos escribir estas l¨ªneas. Fuimos a Afamia, seguimos los pasos de los romanos; all¨ª caminamos por su soberbio cardus. O¨ªmos rezar en arameo en Maalula. La fama de la ambiciosa reina Zenobia nos condujo hasta la elegante Palmira en busca de la soberana que se atrevi¨® a desafiar a los todopoderosos romanos. Sent¨ªamos curiosidad por san Sime¨®n, el eremita que permaneci¨® 36 a?os encaramado en una columna, y hasta all¨ª nos acercamos. Dando un salto en el tiempo nos trasladamos a la espl¨¦ndida ¨¦poca omeya y nos adentramos en la imponente mezquita de Damasco. Los aguerridos cruzados tambi¨¦n dejaron sus huellas en estas tierras; su esp¨ªritu queda patente en el Crac de los Caballeros. En Alepo evocamos el ambiente trepidante de los mercados de anta?o, con sus caravasares a rebosar.

Ya en el siglo XXI, nos encontramos con un pueblo formado por gente amable y ante todo hospitalaria. Sentados en los caf¨¦s, fuman con tranquilidad sus eternas pipas de agua, mientras conversan amistosamente. Nos despedimos de Siria con la satisfacci¨®n de haber aprendido una bonita lecci¨®n.