La droga de la m¨²sica
?C¨®mo es posible que haya personas que vivan sin la m¨²sica?, se pregunta el m¨ªtico director de orquesta Claudio Abbado. ?l lo sabe mejor que nadie. A este milan¨¦s de 72 a?os, la m¨²sica le ha salvado de una grave enfermedad. Ahora ha vuelto a dirigir con br¨ªo una 'Flauta m¨¢gica' inolvidable.
?Cu¨¢l habr¨¢ sido el secreto? Hace apenas tres a?os estaba consumido, casi desahuciado por un c¨¢ncer de est¨®mago que, seg¨²n quienes le conoc¨ªan de cerca, quienes le trataban, iba a acabar con ¨¦l. Pero Claudio Abbado sabe ahora mejor que nunca que no existe nada definitivo. Ni la muerte, en su caso. Porque el director milan¨¦s, a sus 72 a?os, exprime la vida como un joven feliz, reci¨¦n licenciado para una segunda oportunidad, como un ave f¨¦nix que se ha burlado del destino m¨¢s negro. Lo curioso tambi¨¦n es que muchos, con una resurrecci¨®n as¨ª, tan milagrosa, hubiesen cambiado de vida radicalmente. ?l no. ?l reincide: "Mi droga es la m¨²sica", asegura una ma?ana soleada, tranquila, dulce de primavera en la encantadora ciudad italiana de Reggio Emilia, en el coraz¨®n de su pa¨ªs. Es el lugar donde ha triunfado, junto a la joven Mahler Chamber Orchestra, con una versi¨®n de La flauta m¨¢gica, de Mozart, que Abbado ha estrenado un d¨ªa antes de esta entrevista junto a su hijo Daniele, director de escena, en cuyo teatro, el Municipale Remolo Valli, ambos escucharon 17 minutos de aplausos sin que nadie se moviera de su sitio.
Atr¨¢s han quedado los Requiems de Verdi para encoger el alma que Abbado interpret¨® en Berl¨ªn una Pascua oscura en la que se desga?it¨® en el podio frente a la Filarm¨®nica de Berl¨ªn, la mejor orquesta del mundo para muchos y que ¨¦l dirigi¨® desde 1989 hasta 2002, y un Parsifal, de Wagner, solemne, intenso, que para algunos supuso una despedida. El director, que para su legi¨®n de admiradores en todo el mundo, ha sido el m¨¢s grande de una generaci¨®n imponente en la que tambi¨¦n destacan Carlos Kleiber, Daniel Barenboim, Zubin Mehta o Lorin Maazel, ha vuelto a los escenarios para seguir siendo feliz con lo que m¨¢s le gusta: la gran m¨²sica en todos sus caminos y sus vericuetos expresivos. Pero esta vez siempre hecha con amigos, que los tiene y en sitios bien elegidos. Como en Suiza, donde Abbado se va a dedicar al gran repertorio sinf¨®nico con la Orquesta del Festival de Lucerna; en Am¨¦rica Latina, donde el director da buena cuenta de su compromiso radical con la izquierda cuidando de cerca los pasos de la Orquesta de J¨®venes Latinoamericanos, formada principalmente en Cuba y Venezuela; en toda Europa, donde girar¨¢ con la Joven Orquesta Mahler, formada por j¨®venes de todo el mundo, en la que hay varios espa?oles, y en Italia, por supuesto, donde quiere recuperar a su modo los tiempos de M¨²sica Realt¨¢, un proyecto que llev¨® a cabo en los a?os sesenta en la regi¨®n de Emilia-Romagna, en la que ahora quiere disfrutar de los teatros peque?os de la regi¨®n, "donde caben poco m¨¢s de 200 personas", asegura, para que escuchen m¨²sica antigua y barroca. M¨¢s sencillez es lo que busca ahora. Menos pompa, una cosa que Abbado ha conocido muy bien porque tambi¨¦n fue responsable de grandes teatros como la Scala de Mil¨¢n -donde fue antecesor del autoinmolado Ricardo Muti, el mejor de sus enemigos- o de la ?pera de Viena, donde pasar unos a?os para apresar la sombra de uno de sus grandes h¨¦roes: Gustav Mahler, que hab¨ªa sido tambi¨¦n director de ese templo.
Los amigos tambi¨¦n le dejan casas. En Reggio Emilia, durante los d¨ªas de ensayos y representaciones de La flauta m¨¢gica, que podr¨ªa recalar en Espa?a el a?o pr¨®ximo, se hospeda en un palacio del siglo XVI, restaurado, en el que convive un clavic¨¦mbalo de adorno en la entrada con cuadros de De Chirico en el primer piso. Abbado est¨¢ solo y muy tranquilo en su refugio por la ma?ana, antes de acudir a una comida con las autoridades locales en la que hablar¨¢n un poco de todo, "de c¨®mo van las cosas", explica. Viste pantalones de explorador y camisa roja de algod¨®n, y luce moreno intenso, hijo de dos de sus mayores aficiones: los paseos por el monte y la navegaci¨®n a vela por el Mediterr¨¢neo cercano a Cerde?a, donde pasa largas temporadas. Sonr¨ªe para desafiar una timidez serena que le obliga a quitarse importancia y no huye de ninguna pregunta.
Bonita casa.
?Verdad? Los amigos. Es una suerte. Me la han dejado para estos d¨ªas. En Venezuela estuve tambi¨¦n en casa de otros en Isla Margarita. Mira, aqu¨ª.
El maestro ense?a una revista de decoraci¨®n donde aparece la choza, con una piscina de esas que se confunden con el horizonte del mar. "Era el para¨ªso", dice.
Un para¨ªso terrenal, como el que reivindica Mozart en 'La flauta m¨¢gica'.
Es una ¨®pera completa, abierta a todos los aspectos de la vida, del alma. Hay amor, muerte, viaja a lo m¨¢s profundo, sin l¨ªmites.
Abierta a todas las posibilidades del humanismo y muy diferente a esos aires que pregona el nuevo Papa con sus cruzadas contra el relativismo y el laicismo.
Es todo lo contrario. Pero no me gustar¨ªa interpretarlo en esa clave, por comparaci¨®n a eso. A m¨ª, La flauta m¨¢gica me gusta porque descubre nuevos caminos y por sus momentos m¨¢gicos, que me fascinan desde peque?o. Cuando ten¨ªa siete a?os o as¨ª, ya quer¨ªa hacer m¨²sica porque pensaba que era una manera de descifrar magia, de llevar a la gente a ese mundo. Los dilemas de Tamino, que se ve obligado a descubrir muchas incomprensiones, entrar en otra dimensi¨®n, un nuevo mundo visto entonces con los ojos de la masoner¨ªa y que hoy trasciende todo eso, que no s¨®lo se queda ah¨ª a nuestra mirada.
Hoy, ?para qu¨¦ puede servir esta obra? ?Como una reivindicaci¨®n radical del humanismo?
Como lecci¨®n en muchos aspectos. En estos tiempos existen tantas cosas que nacen como esencialmente buenas y que despu¨¦s destruye el hombre? Como contraposici¨®n a eso necesitamos a los genios; para construir en vez de aniquilar todo lo bueno que hay en nosotros. Para eso nos sirve la creaci¨®n, para acercarnos a todos los l¨ªmites sin caer en la locura, sin llegar a la autodestrucci¨®n. Debemos aprender de las grandes potencias en eso, que han construido enormes imperios para terminar devast¨¢ndolos. Lo mismo Roma que Espa?a, que ahora?
Estados Unidos.
No, no es cosa de Estados Unidos, ni de Bush, ni nada de eso. Bush no deja de ser un borrico, pero yo hablo de algo m¨¢s complejo, un sistema basado en una fuente de energ¨ªa, por ejemplo, dependiente en su econom¨ªa s¨®lo del petr¨®leo. ?A eso qu¨¦ seguir¨¢? ?Otro sistema dependiente del hidr¨®geno? ?O vamos a aprender algo?
?Qu¨¦?
Pues el respeto a nuestras culturas y las ajenas, por ejemplo. F¨ªjate en esta regi¨®n (por la Emilia-Romagna). Anima. En Parma, solamente, existen siete teatros, contando el Farnesio, que es un aut¨¦ntico museo. Y con el resto de ciudades contamos 32, donde haremos buena m¨²sica, por cierto, antigua y barroca, con grupos peque?os.
?Una vuelta a la sencillez despu¨¦s de haber conocido las grandes orquestas?
La m¨²sica es siempre m¨²sica, no la hay grande ni peque?a. Tambi¨¦n actuar¨¦ con la Filarm¨®nica de Berl¨ªn, con la orquesta del Festival de Lucerna, con los que afrontar¨¦ el gran repertorio sinf¨®nico. Creo que no debemos imponernos l¨ªmites. Aqu¨ª quiero descubrir a Gesualdo, a Monteverdi, a los grandes iniciadores de los madrigales, que son la primera gran manifestaci¨®n del amor y el sufrimiento en la m¨²sica, del dolor humano. Lo vamos a hacer en el Festival Basilicata, para el que cuento con ese grupo cubano tan bueno, Ars Longa.
Un poco de todo. Una receta para cada estado de ¨¢nimo.
Los m¨²sicos somos afortunados. Tenemos la capacidad de amar la m¨²sica y de hacerla sentir a otros, con lo que la situamos como una parte esencial de la vida de mucha gente. Aunque hay otros que no la dejan formar parte de s¨ª mismos. No llego a entenderlo. Muchas veces me pregunto: ?C¨®mo es posible que haya quienes puedan vivir sin m¨²sica?
Sus hijos no son el caso. Con Daniele ha trabajado en esta 'Flauta m¨¢gica'. ?C¨®mo les inculc¨® el amor a este arte?
Todos estudiaron m¨²sica, pero no para dedicarse a ello. Han acabado en cosas diferentes y son los tres maravillosos, somos grandes amigos. En el caso de Daniele, sab¨ªa escuchar desde peque?o. Recuerdo que siendo muy peque?o, est¨¢bamos en vacaciones cerca de un lago y se sentaba callado en alg¨²n sitio apartado. Cuando le preguntabas qu¨¦ hac¨ªa, respond¨ªa: "Escuchar las palabras del silencio". A m¨ª me impresionaba. Era todo un fil¨®sofo, algo que despu¨¦s ha estudiado de mayor, porque cuando se form¨® con Giorgio Strehler para dedicarse al teatro, ¨¦ste le recomend¨® que se formara intelectualmente para tener algo que contar, y fue lo que eligi¨® estudiar, filosof¨ªa. Era l¨®gico.
A usted, de joven, en cambio, le marcaron los grandes directores a los que pudo ver actuar desde muy temprano.
S¨ª, y cantar para ellos. Me met¨ª en un coro para ver a algunos trabajar de cerca. Siempre he ido en busca de la belleza, por todas partes. Toscanini era el m¨¢s grande, pero imprim¨ªa voluntad y disciplina como un aut¨¦ntico dictador. Pero a m¨ª el que m¨¢s me marc¨® fue Furtw?ngler, por la tensi¨®n que contagiaba a los m¨²sicos desde el principio hasta el final. En cada nota exist¨ªa para ¨¦l un significado, y con eso armaba todo un discurso musical.
A Herbert von Karajan tambi¨¦n lo pudo conocer bien.
Karajan ten¨ªa una cultura del sonido. Lo malo es que era igual para todo el repertorio, del siglo XVII al XIX.
Luego sigui¨® la senda de ambos en su carrera al ser nombrado director titular de la Filarm¨®nica de Berl¨ªn. ?En qu¨¦ cambi¨® con usted?
Carrera es una palabra que no me gusta. Mi sue?o ha sido siempre hacer m¨²sica, sencillamente; lo dem¨¢s, esos t¨¦rminos competitivos, nunca me ha gustado. Dicho esto, aclaro. Lo que yo me encontr¨¦ en Berl¨ªn fue una orquesta dividida en luchas internas y tuve que restablecer la armon¨ªa. Se dej¨® a los m¨²sicos hacer repertorio de c¨¢mara, incorporamos a 80 j¨®venes, cambi¨® todo mucho, y ahora, cuando vuelvo, se alegran porque tenemos una relaci¨®n c¨¢lida y humana.
?Y qu¨¦ aporta ahora Simon Rattle para ellos?
Simon es la persona adecuada para dirigir la Filarm¨®nica de Berl¨ªn. Es muy abierto a todo, y una orquesta moderna debe serlo tambi¨¦n.
Sigue con fuerza su rastro mahleriano, algo que para usted es casi una obsesi¨®n porque admite que quiso ser director de la ?pera de Viena por ocupar un puesto que ¨¦l ocup¨® y, adem¨¢s, ha creado una orquesta con su nombre.
M¨¢s que una obsesi¨®n, un amor. ?l fue el puente entre el romanticismo y la modernidad de la Escuela de Viena. Se convirti¨® en el centro de la Europa musical. Yo he tenido suerte por haber podido seguir ese camino, pero siempre he amado la m¨²sica sin fronteras, lo mismo a Monteverdi, que a Bach, que a Bart¨®k. Creo que es nuestro idioma universal. Una vez, alguien me dijo que c¨®mo un italiano pod¨ªa comprender tan bien a Bruckner, y me pareci¨® un comentario racista.
Lenguaje universal, pero tambi¨¦n en el que se pueden buscar intenciones pol¨ªticas. Su decisi¨®n de formar m¨²sicos latinoamericanos en Venezuela y Cuba. ?Es casual la elecci¨®n de los dos pa¨ªses?
No dir¨ªa tanto. Uno no es completamente libre al elegir ciertas cosas. Erich Kleiber ya iba a Cuba a hacer m¨²sica. All¨ª hay pasi¨®n por la m¨²sica, un amor aut¨¦ntico. ?Y de Venezuela? ?Qu¨¦ sabemos de Venezuela? Que es un pa¨ªs con petr¨®leo y donde hay tr¨¢fico de drogas. Pues no s¨®lo eso. Tambi¨¦n est¨¢ all¨ª Jos¨¦ Antonio Abreu, y cuando conoces que ha dado la posibilidad a 240.000 j¨®venes de que no caigan en la delincuencia o la prostituci¨®n, que no han acabado tirados en la calle gracias al trabajo de su organizaci¨®n porque tienen, entre otras cosas, la m¨²sica, pues decides colaborar con algo as¨ª.
?C¨®mo lo hace?
Para m¨ª, lo m¨¢s importante del proyecto es que socialmente es un ejemplo de reparto de posibilidades para todos y no para una ¨¦lite. Yo colaboro con la orquesta, doy alguna clase y luego actuamos en algunos conciertos juntos. Los m¨²sicos provienen de todos los pa¨ªses de Am¨¦rica Latina, desde M¨¦xico hasta la Patagonia; es un ejemplo de c¨®mo perseguir el ideal de Bol¨ªvar. Verlos trabajar es maravilloso. Entienden la m¨²sica como un juego, como una pasi¨®n.
O sea, que han echado por tierra su teor¨ªa de que los m¨²sicos latinos est¨¢n obsesionados por convertirse en solistas y no saben trabajar en grupo, como dec¨ªa de los italianos y los espa?oles.
Hoy eso est¨¢ cambiando. No era justo ni era bueno. Claro que necesitamos grandes solistas, pero hay que ser consciente de que entre muchos s¨®lo aparecer¨¢ uno de vez en cuando. Lo importante es que esos solistas quieran tocar dentro de una orquesta tambi¨¦n, trabajar en grupo. Los latinos tienen una cultura individualista, pero cuando ves trabajar a estos j¨®venes en Venezuela observas que saben hacerlo como si estuvieran en una cadena de montaje, todos juntos y bien compenetrados.
Lo de Cuba es lo que le habr¨¢ granjeado m¨¢s enemigos.
Yo no puedo juzgar muy bien lo que pasa en Cuba. S¨®lo he aprendido all¨ª que pueden ser felices con pocas cosas, que la felicidad puede estar en otros valores humanos y sociales m¨¢s que en los materiales. La pobreza, por otro lado, se puede encontrar en todas partes. En Estados Unidos tambi¨¦n, y nadie habla de ello y se creen todav¨ªa con autoridad de salvar el mundo. ?Por qu¨¦ no decir la verdad? ?Por qu¨¦ no hablar de la vigencia all¨ª de la pena de muerte o de su obsesi¨®n b¨¦lica que ha destruido muchas culturas? Luego est¨¢ esa historia absurda del embargo. Lo mantienen para la isla y abren una prisi¨®n como la de Guant¨¢namo. Pero ?por qu¨¦ siempre tenemos que hablar de lo destructivo, y no de lo constructivo?
?De Berlusconi, por ejemplo?
No es tan importante. Un pa¨ªs tan rico como Italia, con toda su cultura, aunque mal organizada, tiene que ser conocido por otras cosas.
Ya. Pero ?por qu¨¦ los m¨²sicos italianos, cada vez que se les pregunta por Berlusconi, se van por los cerros de ?beda, como usted ahora?
Porque cuando alguien no merece la pena que se tome en consideraci¨®n, cae solo. En Espa?a, igual. Ha ocurrido un gran cambio all¨ª. Hoy, en la Orquesta Mahler tenemos grandes m¨²sicos espa?oles. Recuerdo cuando ¨ªbamos con mi padre a dar conciertos en los a?os cincuenta en aquellos trenes de la Renfe, que no es que llegaran con horas de retraso, llegaban con d¨ªas de retraso. Cada pa¨ªs vive sus problemas, pero debemos fijarnos en lo grande, no en las peque?eces ni en sus pol¨ªticos. ?A cu¨¢ntos pol¨ªticos conoce que no vayan a sacar tajada de todo lo que puedan?
Algo grande es, por ejemplo, c¨®mo ha vencido usted su enfermedad.
?Qu¨¦ suerte he tenido! ?No? He abierto los ojos. Puedo hacer estos proyectos en Am¨¦rica Latina porque el m¨¦dico me ha recomendado que pase tiempo en pa¨ªses c¨¢lidos, tambi¨¦n. Ahora todo es acostumbrarse. Me han operado el est¨®mago y me han explicado que lo que me queda del intestino, un trozo peque?o, debo cuidarlo como si fuera un ni?o. Todo lo valoro de otra forma ahora, lo miro con otros ojos, es terrible encerrarse. Hay que renovarse y buscar constantemente. Somos grandes ignorantes que debemos encontrar cosas para enriquecernos. Mis hijos me han ayudado mucho, y la m¨²sica me ha salvado, es mi droga.
Por Espa?a, el pa¨ªs de sus or¨ªgenes, le echan de menos. Hace mucho que no va.
Estoy deseando volver. Claro. El a?o que viene daremos un concierto con la Joven Orquesta Mahler en Madrid. Y llevaremos tambi¨¦n La flauta m¨¢gica, hay conversaciones para ir a Valencia, Granada y Sevilla.
De Sevilla proceden sus antepasados. ?Qu¨¦ fue de aquel Mohamed Abad?
Era nuestra rama espa?ola. Lleg¨® a Espa?a hacia el a?o 1040 e impuls¨® la construcci¨®n del alc¨¢zar de Sevilla. Luego march¨® a Toledo. Uno de sus hijos se rebel¨® contra ¨¦l y acab¨® cort¨¢ndole la cabeza, otro emigr¨® a Marruecos y otro a Italia; de este ¨²ltimo procedemos nosotros, y cada generaci¨®n ha contado con un var¨®n que ha ido legando el apellido. Mi madre era siciliana, y mi abuelo materno, profesor de derecho romano, fue una de las personas que m¨¢s me han influido y abierto los ojos. Hablaba poco, estudiaba, trabajaba y tradujo unos evangelios del arameo que eran muy diferentes a los de la historia oficial y de los que nadie ha querido o¨ªr hablar. As¨ª me ense?¨® que la historia cambia seg¨²n quien vence, lo mismo que Amin Maalouf cuenta tan maravillosamente en sus libros, Las cruzadas vistas por los ¨¢rabes o Le¨®n, el africano, por ejemplo.
Por Espa?a, precisamente, acaba de pasar con un ¨¦xito enorme su amigo el pianista Maurizio Pollini, con quien usted agitaba con m¨²sica las f¨¢bricas y el movimiento obrero en los a?os sesenta. ?Para qu¨¦ les sirvi¨® aquello?
A Pollini le conozco muy bien. Desde que ¨¦l ten¨ªa 10 o 12 a?os e ¨ªbamos a ver los montajes del Picollo Teatro de Mil¨¢n, con Strehler, que fue tan importante para nuestra cultura, un gran genio del teatro. Maurizio es una persona muy abierta y me ha hecho descubrir cosas nuevas siempre, nuestra amistad es muy rica y muy s¨®lida. Con ¨¦l y con Luigi Nono d¨¢bamos conciertos para trabajadores en las f¨¢bricas y mezcl¨¢bamos a Beethoven con m¨²sica contempor¨¢nea de una manera muy natural, sin barreras. En aquella ¨¦poca sent¨ªamos que cambi¨¢bamos las cosas, y ahora, si vemos c¨®mo es esta regi¨®n, por ejemplo, nos damos cuenta de que todo eso no ha sido en balde. Aqu¨ª no hay paro, contamos con las escuelas m¨¢s avanzadas del pa¨ªs, Santiago Calatrava va a construir una estaci¨®n para el tren de alta velocidad maravillosa. ?Por qu¨¦ ocurre todo eso aqu¨ª? No creo que sea casual.
A su manera ejercieron un liderazgo de conciencia. Como director de orquesta tendr¨¢ toda una teor¨ªa de c¨®mo debe ser el liderazgo.
?Qu¨¦ quiere decir liderazgo? ?Mandar? ?Dirigir? Lo importante para llevar una orquesta se puede aplicar a la vida: lo fundamental es que todos se escuchen entre s¨ª. Igual que en la vida. Si todos hablamos a la vez, no llegamos a ninguna parte, pero si nos escuchamos?
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