Gigantesco Liverpool
El cuadro de Ben¨ªtez gana por penaltis una final que pasar¨¢ a la leyenda y en la que levant¨® tres goles al Milan
La insospechada aventura del Liverpool termin¨® de manera colosal en Estambul, donde gan¨® una final inolvidable, un partido que pasar¨¢ a la leyenda del f¨²tbol porque sucedi¨® todo lo que no pod¨ªa suceder. La final m¨¢s descompensada de la historia se convirti¨® en el duelo m¨¢s desgarrado y vibrante que jam¨¢s se ha visto en la Copa de Europa. Estaba escrita la victoria del Milan. Nada pod¨ªa detener su paseo triunfal. All¨ª estaba un equipo trufado de estrellas, experto como pocos, capaz de ganar cualquier partido de mil formas diferentes. All¨ª estaba con internacionales en todas las posiciones, con jugadores que han alzado la Copa del Mundo, con el actual Bal¨®n de Oro, con un mito viviente del f¨²tbol, con Maldini, el incombustible capit¨¢n que ha atravesado tres generaciones, que se ha medido con Maradona, Romario y Ronaldo, el futbolista que ha hecho de la Copa de Europa un trofeo casi particular. Nada pod¨ªa temer el Milan de Maldini, Shevchenko, Kak¨¢ y Caf¨² frente al abnegado Liverpool. No pod¨ªa ocurrir otra cosa que la victoria despu¨¦s de marcar Maldini en el primer minuto del encuentro porque as¨ª parec¨ªa exigirlo la jerarqu¨ªa del f¨²tbol. ?C¨®mo pod¨ªa oponerse el abnegado Liverpool? ?C¨®mo pod¨ªa hacerlo en una situaci¨®n cada vez m¨¢s desesperada? ?C¨®mo pod¨ªa hacerlo despu¨¦s de recibir tres goles en la primera parte? Nadie pod¨ªa sospecharlo, ni tan siquiera su hinchada, la m¨¢s leal de todas, pero igual de incr¨¦dula ante el impresionante giro que convirti¨® la final de Estambul en un partido para la historia. En cinco minutos arrolladores, tan imprevistos que durante mucho tiempo parecer¨¢n irreales, el Liverpool igual¨® el encuentro. Lo hizo con energ¨ªa y coraje. Lo hizo porque no se sinti¨® derrotado donde s¨®lo se adivinaba el desastre. Lo hizo porque es un equipo orgulloso, con un largo pasado de ¨¦xitos y tambi¨¦n de calamidades; un equipo que representa valores intangibles que se escapan al propio f¨²tbol. S¨®lo un equipo as¨ª puede resistirse a una derrota inevitable y cambiar el destino de la final de la Copa de Europa frente al lujoso Milan que le hab¨ªa bailado en el primer tiempo.
MILAN 3 - LIVERPOOL 3
Milan: Dida; Caf¨², Nesta, Stam, Maldini; Gattuso (Rui Costa, m. 111), Pirlo, Seedorf (Serginho, m. 84); Kak¨¢; Crespo (Tomasson, m. 84) y Shevchenko.
Liverpool: Dudek; Finnan (Hamann, m. 46), Carragher, Hyypia, Traor¨¦; Luis Garc¨ªa, Gerrard, Xabi Alonso, Riise; Kewell (Smicer, m. 23); y Baros (Ciss¨¨, m. 84).
Goles: 1-0. M. 1. Maldini remata una falta sacada por Pirlo. 2-0. M. 39. Crespo marca tras pase de Shevchenko. 3-0. M. 43. Crespo levanta el bal¨®n ante la salida de Dudek. 3-1. M. 54. Gerrard cabecea un centro de Riise. 3-2. M. 56. Smicer, de tiro lejano. 3-3. M. 60. Xabi Alonso lanza un penalti, Duda rechaza y Alonso marca.
?rbitro: Mejuto Gonz¨¢lez (Espa?a). Amonest¨® a Carragher y Baros
68.500 espectadores en el Estadio Ataturk de Estambul. Penaltis: 0-0. Serginho, falla. 0-1. H amann, gol. 0-1. Pirlo, para Dudek. 0-2. Ciss¨¨, gol. 1-2. Tomasson, gol. 1-2. Riise, falla. 2-2. Kak¨¢, gol. 2-3. Smicer, gol. 2-3. Shevchenko, para Dudek.
El f¨²tbol necesita la ¨¦pica de los d¨¦biles, no vaya a ser que el dinero abra una fractura irreparable entre opulentos y descamisados
Cuando Maldini marc¨® su elegante gol en el primer minuto, se dio por supuesto que el Liverpool estaba derrotado. Hab¨ªa alcanzado un lugar por encima de sus posibilidades y eso ten¨ªa un enorme valor sentimental. Primero, para el club, sometido a tragedias que har¨ªan flaquear a cualquier instituci¨®n. Tambi¨¦n para la ciudad, para los reds, que un d¨ªa fueron reyes del f¨²tbol y luego no abandonaron a su equipo en la traves¨ªa del desierto. Y hasta para el f¨²tbol, que necesita de la ¨¦pica de los d¨¦biles, no vaya a ser que el dinero abra una fractura irreparable entre los opulentos y los descamisados. En Estambul, los chicos turcos, los ni?os de los arrabales, la gente en general, estaba entregada al Liverpool porque lo sent¨ªan m¨¢s cercano, porque en su aventura en la competici¨®n representaba algo m¨¢s que valores futbol¨ªsticos. Era el equipo que representaba un modelo que casi nunca gana. Hasta aqu¨ª hab¨ªa llegado un equipo admirable pero aparentemente menor. Le tocaba perder. Eso dec¨ªa el gol de Maldini.
Todo el primer tiempo fue un ejercicio de precisi¨®n del Milan. Anot¨® sus goles cuando quiso, en contragolpes certeros, cerrados por Crespo, al que se le antojaba la gran noche de su carrera. Marcaba sus goles en los contragolpes, pero pod¨ªa hacerlo de cualquier manera. Sus expertos centrales no encontraban enemigo en el an¨¢rquico Baros; Maldini dominaba la banda izquierda con la autoridad de sus mejores tiempos; Pirlo manejaba el juego con la soltura que le caracteriza; Shevchenko desbordaba a Hyypia y a Carragher como puede esperarse de un delantero excepcional; Crespo coronaba todo con sus goles. Superado en todos los cap¨ªtulos, aparentemente superado por la magnitud del partido, el Liverpool s¨®lo procuraba una duda: ?Estaba empeque?ecido o era esa la cruda realidad del equipo? Era triste verle en una situaci¨®n casi humillante, convertido en un juguete del Milan. Despu¨¦s de recibir tres goles, el pron¨®stico invitaba a pensar en una derrota escandalosa. Pero no.
Desde ayer, el f¨²tbol tambi¨¦n tiene su parte de realismo m¨¢gico. Un equipo d¨¦bil y vencido se transform¨® en el m¨¢s orgulloso de los equipos. Ben¨ªtez retir¨® al lateral Finnan y a?adi¨® a Hamann al centro del campo junto a Gerrard y Xabi Alonso. Cualquiera que fuera el riesgo, pas¨® inadvertido ante la evidencia de lo que sucedi¨® inmediatamente despu¨¦s. El Liverpool rompi¨® a jugar bien y a marcar goles en cada uno de sus remates: el cabezazo de Gerrard, el remate largo de Smicer, el tanto de Xabi Alonso tras el rechace de Dida en el penalti. Ocurri¨® en cinco minutos. Y ocurri¨® en una final de la Copa de Europa, frente al Milan nada menos. Del estadio emergi¨® el atronador apoyo de la hinchada de los reds. Nada fue igual desde ese momento. El partido destinado a la victoria del equipo opulento se gir¨® inevitablemente. De repente, todos los jugadores del Liverpool parecieron gigantes: Carragher y Hyypia se impusieron en todas las llegadas de los delanteros del Milan ; Alonso comenz¨® a dibujar pases; Gerrard fue una bomba de energ¨ªa; Hamann era el complemento perfecto en el medio campo; Smicer le creaba problemas a Maldini.Y cuando la fatiga se apoder¨® del equipo, apareci¨® Dudek para rechazar dos remates imposibles de Shevchenko. Era Dudek, el portero siempre bajo sospecha en Anfield, el portero que tantas veces no ha podido superar la presi¨®n de la c¨¦lebre Kop. Pero en la final, en el momento que m¨¢s contaba para el club, para el equipo, para la hinchada, Dudek evit¨® la derrota. S¨®lo quedaba la rueda de los penaltis. Y all¨ª, las estrellas del Milan tomaron conciencia de que la final de Estambul no era un mal sue?o. Era una noche real, destinada a coronar el retorno triunfal de un equipo admirable, capaz de sobreponerse a dramas, a a?os bald¨ªos, a los peores pron¨®sticos, a levantar resultados pretendidamente insuperables. Era la noche del Liverpool.
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