Laboratorio dom¨¦stico

Aunque la fregona sea un invento espa?ol, los suecos son unos magos en la exploraci¨®n de la ciencia de la morada. En los a?os cincuenta, despu¨¦s de que el Instituto de Investigaci¨®n del Hogar descubriera que muchas amas de casa recorr¨ªan cada a?o en su cocina la distancia entre Estocolmo y El Cairo, se pretendi¨® estudiar el comportamiento de los varones solteros, para lo que el centro envi¨® un equipo de trabajo a pueblos de Noruega. De semejante labor da muestra Kitchen stories, pel¨ªcula de Bent Hamer, ganador de la Espiga de Plata al mejor director en la Seminci de 2003.

En el algo tedioso primer tercio, el espectador debe acostumbrarse a un ritmo muy especial que va acompa?ado de continuos fundidos en negro que ejercen de elipsis, lo que provoca que, al ser secuencias muy cortas, el sistema produzca cierto desasosiego. Sin embargo, si se entra al trapo, se descubrir¨¢ una encantadora historia sobre la soledad y la incomunicaci¨®n.

Sentado con un cuaderno de notas en una esquina de la cocina, como un juez de silla de tenis, uno de los cient¨ªficos se topa con un sabio solitario que le descubre que a veces los ratones son m¨¢s listos que los cient¨ªficos. Como dice uno de los t¨¦cnicos: "?C¨®mo vamos a saber algo sobre la gente simplemente sent¨¢ndonos en nuestros pedestales?". Kitchen stories, amable comedia de apariencia absurda, gana puntos conforme avanza su metraje, hasta llegar al trazado de un c¨®mico y cari?oso retrato de la, a veces, franqueable barrera entre campo y ciudad; entre tradici¨®n y modernidad; entre, en fin, la altura de miras y la estrechez de mente basada en un vacuo cientificismo.