La moralidad de la no proliferaci¨®n
Casi todos los pa¨ªses del mundo se reunir¨¢n en Nueva York para revisar el Tratado de No Proliferaci¨®n (TNP). El TNP se negoci¨® a finales de los a?os sesenta, despu¨¦s de que cinco pa¨ªses (Estados Unidos, Uni¨®n Sovi¨¦tica, Gran Breta?a, Francia y China) desarrollaran armas nucleares. India, Pakist¨¢n e Israel se negaron a adherirse al tratado y, con el tiempo, fabricaron sus propias bombas at¨®micas. Ahora, Corea del Norte e Ir¨¢n han sido acusados de quebrantar sus compromisos con el tratado al desarrollar armas nucleares. Aparte de las cuestiones legales, ?existe alg¨²n fundamento moral para la no proliferaci¨®n? En un mundo de Estados soberanos, ?no es una hipocres¨ªa permitir que unos tengan armas nucleares y neg¨¢rselas a los dem¨¢s? Si actualmente nadie tuviese la bomba, ser¨ªa mejor que no se inventara. Pero la historia depende de los senderos que se siguieron en el pasado. Supongamos que estamos en 1939 y que los Estados debaten si Estados Unidos deber¨ªa inventar la bomba. Puede que hubieran alegado que deber¨ªa tenerla todo el mundo o nadie. Pero de haber sabido que la Alemania de Hitler la conseguir¨ªa, a lo mejor habr¨ªan aprobado la decisi¨®n de Franklin Roosevelt de desarrollarla antes que los nazis.
Adem¨¢s, es imposible hacer que retroceda el reloj. Aunque todos los pa¨ªses accedieran a desarmarse, algunos podr¨ªan hacer trampa. Lo m¨¢s probable es que los tramposos fueran Estados autoritarios de escasa transparencia. Al fin y al cabo, Corea del Norte dice que ha desarrollado armas nucleares, a pesar de haber firmado el TNP. Libia tambi¨¦n formaba parte del TNP mientras desarrollaba un programa nuclear encubierto. Si uno considera la imparcialidad y la atenci¨®n a las consecuencias tan esenciales como la moralidad, se podr¨ªa imaginar que los pa¨ªses aceptar¨ªan la ¨¦tica de una posesi¨®n desigual de armas nucleares si se dieran ciertas condiciones. Por ejemplo, los objetivos deber¨ªan limitarse a la autodefensa. Los Estados que poseyeran armamento deber¨ªan adoptar medidas especiales para reducir la posibilidad de su utilizaci¨®n. Las armas deber¨ªan usarse para ayudar a preservar la independencia de todos los Estados, m¨¢s que para un engrandecimiento imperial, y deber¨ªan darse pasos para reducir los arsenales en la medida en que lo permitiera la coyuntura pol¨ªtica. El TNP actual est¨¢ cerca de reflejar dichas condiciones.
Naturalmente, el TNP no se basa ¨²nicamente en argumentos morales, sino principalmente en el inter¨¦s propio y en la prudencia. La mayor¨ªa de los pa¨ªses lo respetan porque creen que si m¨¢s Estados obtienen armas nucleares disminuir¨ªa su seguridad. El tratado les ayuda a reducir el miedo de que sus vecinos hagan trampas, ya que estipula inspecciones del Organismo Internacional de Energ¨ªa At¨®mica (OIEA). La credibilidad de las garant¨ªas de seguridad estadounidenses para sus aliados es uno de los motivos por los que la bomba no se extendi¨® a 25 pa¨ªses en una d¨¦cada, como predijo en una ocasi¨®n el presidente John F. Kennedy. La no proliferaci¨®n no es una hipocres¨ªa si se basa en un c¨¢lculo imparcial y realista de los riesgos. Pero si un Estado como Corea del Norte o Ir¨¢n decide aceptar tales riesgos, ?deber¨ªa ser ¨²nicamente elecci¨®n suya? Tal vez, si los riesgos recayesen exclusivamente en su propio pueblo, pero no es as¨ª. Est¨¢ justificado que terceros pa¨ªses rechacen los riesgos a los que se ver¨ªan sometidos. La historia de la proliferaci¨®n demuestra que a menudo se producen reacciones pol¨ªticas en cadena -China, India y Pakist¨¢n son testimonio de ello-, y existen miedos reales de que Corea del Norte e Ir¨¢n las desencadenen en el noreste de Asia y Oriente Pr¨®ximo.
Algunos alegan que la proliferaci¨®n nuclear en realidad reducir¨¢ riesgos. Llam¨¦mosla "teor¨ªa del puerco esp¨ªn". En un mundo tan peliagudo, ning¨²n pa¨ªs se atrever¨ªa con una agresi¨®n. Pero esto supone una racionalidad perfecta. En el mundo real ocurren accidentes, de modo que una mayor proliferaci¨®n implica m¨¢s probabilidades de un posible uso involuntario, una menor capacidad para afrontar crisis nucleares y una mayor dificultad para instaurar controles y reducir el papel de las armas nucleares en la pol¨ªtica mundial. Adem¨¢s, cuantos m¨¢s Estados posean armamento nuclear, mayores ser¨¢n las posibilidades de que los terroristas consigan acceder a ¨¦l. Naturalmente, los terroristas transnacionales no suelen tener un "remite" que permita que funcione la amenaza de disuasi¨®n mutua, pero Corea del Norte e Ir¨¢n no tienen ning¨²n derecho moral a imponer este riesgo a los dem¨¢s.
Tres pa¨ªses de la Uni¨®n Europea -Gran Breta?a, Francia y Alemania- est¨¢n intentando convencer a Ir¨¢n de que abandone su programa de enriquecimiento nuclear, el cual le proporcionar¨ªa material apto para la fabricaci¨®n de bombas que podr¨ªa utilizar tras una r¨¢pida retirada del tratado. Ir¨¢n reivindica su derecho al enriquecimiento seg¨²n el art¨ªculo 4 del TNP, pero ese art¨ªculo debe ser le¨ªdo a la luz del resto de art¨ªculos y del pasado enga?o de Ir¨¢n al OIEA. En el este de Asia, Corea del Norte se retir¨® del TNP tras utilizarlo para ocultar su programa armament¨ªstico, y China, Estados Unidos, Jap¨®n, Rusia y Corea del Sur est¨¢n tratando de convencer al r¨¦gimen de Kim Jong Il de que cambie de rumbo. Parece l¨ªcito que estos Estados utilicen la presi¨®n para disuadir a Ir¨¢n y a Corea del Norte de que impongan nuevos riesgos al mundo. Pero los pa¨ªses que en la actualidad poseen capacidad nuclear tambi¨¦n deben ser conscientes de las condiciones morales que subyacen tras el pacto del TNP. La obligaci¨®n, de acuerdo con el art¨ªculo 6, de reducir los arsenales no puede interpretarse como la exigencia de un r¨¢pido desarme, a menos que ello potenciara la estabilidad. Dichas condiciones todav¨ªa no existen en un mundo en el que los Estados no democr¨¢ticos eluden sus obligaciones legales. Pero las naciones con armas nucleares deber¨ªan seguir reduciendo el papel de dicho armamento y abstenerse de nuevos programas que insin¨²en la posibilidad de su utilizaci¨®n. Teniendo en cuenta los peligros que el aumento de los riesgos entra?a para todo el mundo, existe un s¨®lido fundamento moral para una pol¨ªtica que impida una mayor proliferaci¨®n en lugar de discutir si Ir¨¢n o Corea del Norte tienen derecho a hacer lo que les plazca como Estados soberanos. Pero a la vez es importante recordar que las obligaciones de no proliferaci¨®n tambi¨¦n ata?en a los Estados con armas nucleares.
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