"Los nietos de la guerra tambi¨¦n somos mutilados"
Los rojos de ultramar (Alfaguara), de Jordi Soler (Veracruz, M¨¦xico, 1964), inici¨® su andadura acompa?ada por un vigoroso boca-oreja, se convirti¨® en novela de culto y ahora, en la Feria del Libro de Madrid, ha roto esos l¨ªmites. Soler cuenta la historia extraordinaria de su abuelo, un republicano catal¨¢n que se exili¨® en 1939, que estuvo m¨¢s de un a?o en el campo de concentraci¨®n de la playa de Argel¨¨s, que logr¨® llegar a M¨¦xico, donde, tras m¨²ltiples dificultades, fund¨® en la selva una peque?a colonia, La Portuguesa, y que prepar¨® un atentado contra Franco. El abuelo escribi¨® unas memorias de 120 p¨¢ginas mecanografiadas, dedicadas a su hija, la madre de Jordi Soler, pero fue a este nieto a quien finalmente se las entreg¨®. Jordi Soler vive ahora en Barcelona.
"Nac¨ª hablando dos lenguas en la Catalu?a de ultramar. Me gusta lo h¨ªbrido y prefiero sumar a restar"
"Mi abuelo y otros republicanos furiosos prepararon en la selva un atentado contra Franco"
Pregunta. ?Por qu¨¦ se las dio a usted?
Respuesta. Porque era quien m¨¢s preguntaba sobre Espa?a, sobre la guerra... Me las dio hace cinco a?os, para que supiera de su experiencia, pero con la advertencia de que no hiciera nada con ellas. Publiqu¨¦ hace dos a?os un reportaje en el EPS, reproduciendo algunos fragmentos. Apliqu¨¦ la moral del novelista: escribe sobre lo que te apetezca. Se enfad¨®.
P. ?Se reconciliaron?
R. S¨ª. En enero de 2004 viaj¨¦ a M¨¦xico con mi hijo Mat¨ªas y cumpl¨ª una vieja ilusi¨®n: los tres hablamos en catal¨¢n. Creo que fue un ¨²ltimo gesto. El abuelo muri¨® antes de que se publicara la novela, pero sufr¨ª mucho por c¨®mo iba a reaccionar mi madre. Le gust¨®.
P. ?Le es m¨¢s f¨¢cil a la tercera generaci¨®n contar lo que sucedi¨®?
R. Creo que s¨ª. No lo has vivido directamente y los ves con m¨¢s distancia, aunque es muy complejo. En 2002, cuando estaba escribiendo la novela, viaj¨¦ a Madrid para pasar la Navidad con el poeta Eduardo V¨¢squez, tambi¨¦n rojo de ultramar, y me cont¨® que a su t¨ªo le faltaba un brazo, como a mi abuelo. Llegamos a la conclusi¨®n de que los nietos de la guerra tambi¨¦n somos mutilados. Es como una met¨¢fora: esa mano que les faltaba era la Espa?a que nos faltaba a nosotros.
P. Su abuelo perdi¨® el brazo tras explotarle una bomba cuando preparaba un atentado contra Franco. ?C¨®mo fue?
R. Pensaban que estaban en M¨¦xico de paso, que las democracias echar¨ªan al dictador y que ellos regresar¨ªan. Cuando Espa?a ingres¨® en la ONU [1955] comprendieron que no podr¨ªan volver y organizaron el atentado.
P. Fracas¨®.
R. Cinco republicanos furiosos, aislados en la selva, batallando contra una guerra que hab¨ªa acabado... La idea resultaba muy atractiva a la izquierda internacional, adem¨¢s ten¨ªan dinero para financiar el complot, pero fracas¨®. Conservaban la imagen de la Espa?a de 1939, que no se correspond¨ªa con la realidad de la de los primeros a?os sesenta.
P. ?Por qu¨¦ su abuelo fund¨® La Portuguesa?
R. Pens¨® que un pariente lejano de mi abuela que viv¨ªa en M¨¦xico le echar¨ªa una mano, pero era superconservador, no le gust¨® el rojo expulsado de Espa?a y le neg¨® ayuda. As¨ª que tuvo que buscarse la vida. Creo que fue en ese momento cuando escribi¨® esas memorias, para ordenar su vida y poner un punto y aparte.
P. Las memorias de su abuelo se mezclan con las suyas propias.
R. Viv¨ª toda mi infancia en La Portuguesa, todo lleno de bichos, al aire libre, feliz, a 800 metros sobre el nivel del mar... La memoria de mi abuelo es la m¨ªa, este libro es la reconstrucci¨®n de su memoria. ?l me dio las claves, pero a medida en que avanzaba, mis abuelos se convirtieron en personajes literarios. La escrib¨ª como mis anteriores novelas.
P. A pesar de todo, su abuelo volvi¨® a Espa?a.
R. El 26 de noviembre de 1975, mi abuela compr¨® billetes a Iberia para regresar. La idea era estar en Barcelona seis meses, pero mi abuelo s¨®lo aguant¨® 15 d¨ªas. Sus hijos y nietos eran mexicanos; no reconoci¨® la ciudad, ni siquiera el edificio en que hab¨ªa vivido; hablaba un catal¨¢n de ultramar, mezclado con castellano y con lenguas ind¨ªgenas, que no entend¨ªan en Barcelona, y, adem¨¢s, hab¨ªa un abismo entre los Soler de M¨¦xico y los de aqu¨ª.
P. ?Qu¨¦ pas¨®?
R. El discurso de mi abuelo, que tambi¨¦n era el m¨ªo, es que nos hab¨ªan echado de Espa?a. El discurso de los Soler de Barcelona era sim¨¦tricamente contrario: qu¨¦ suerte hab¨ªan tenido los que se fueron, porque se ahorraron las amarguras de la posguerra. Creo que la guerra parti¨® la vida de los que se fueron y la de los que se quedaron.
P. El libro refleja tambi¨¦n las contradicciones de su abuelo.
R. A medida que se hac¨ªa mayor se fue volviendo m¨¢s de derechas, cat¨®lico, como un sant¨®n en la selva. Yo me sent¨ªa orgulloso de ser hijo y nieto de rojos y me desconcertaba, ten¨ªamos broncas continuas. Quiz¨¢ deber¨ªa haber muerto en el frente... Luego comprend¨ª que bastante hab¨ªa hecho sobreviviendo.
P. Antes de instalarse en Barcelona, vivi¨® usted en Irlanda.
R. Cuando era ministro de Asuntos Exteriores de M¨¦xico Jorge Casta?eda me ofreci¨® ser agregado cultural. Eleg¨ª Irlanda, porque de all¨ª eran mis escritores y m¨²sicos preferidos. Es una isla equidistante entre Veracruz y Barcelona y me dio la distancia para escribir Los rojos de ultramar.
P. ?C¨®mo se siente, ahora, m¨¢s mexicano o m¨¢s catal¨¢n?
R. Nac¨ª hablando dos lenguas en la Catalu?a de ultramar. Soy partidario de lo h¨ªbrido y prefiero sumar que restar. Estoy casado con Alexandra, que es jud¨ªa mexicana y francesa. Con nuestros hijos, Mat¨ªas y Laia, habla en franc¨¦s; yo, en catal¨¢n y, cuando estamos todos juntos hablamos en castellano. Soy mexicano, catal¨¢n y un poco irland¨¦s.
Babelia
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