Tres d¨ªas irreales en el altiplano
Del pueblo chileno de San Pedro de Atacama al salar boliviano de Uyuni
Llov¨ªa cuando llegu¨¦ a San Pedro de Atacama un d¨ªa de finales de agosto. Llov¨ªa de forma persistente y el agua formaba improvisados arroyos que zigzagueaban por medio del camino en medio del gozo de la chiquiller¨ªa. El viaje en autob¨²s hab¨ªa sido demasiado largo -m¨¢s de veinte horas desde Santiago de Chile-, me notaba el cuerpo baqueteado y me sent¨ªa desconcertado ante la presencia de la lluvia. Ya es mala suerte, pens¨¦, que se ponga a llover en el lugar m¨¢s seco de la Tierra justo cuando llego. No tard¨¦ en percatarme, sin embargo, de que la lluvia en este caso no era una mala noticia. Me lo hizo notar una chica de pelo negro, ojos a juego y alegre jersey de colores que atend¨ªa en el bar donde me refugi¨¦.
-Aqu¨ª llueve tan poco que el agua es un augurio de buena suerte -me dijo.
Era de Santiago y hab¨ªa llegado a San Pedro buscando su lugar en el mundo. En los d¨ªas que pas¨¦ en el pueblo me di cuenta de que aquel oasis de casas de adobe y calles alineadas, rodeado de desierto por todas partes y con la cordillera nevada de los Andes como ¨²ltima frontera, era para mucha gente alternativa una especie de ¨²ltimo refugio en el que todav¨ªa era posible reconciliarse con la vida. El hotelito en el que me instal¨¦, sin ir m¨¢s lejos, estaba regentado por una croata de media edad que me cont¨® que en cuanto lleg¨® all¨ª supo que no quer¨ªa viajar a ning¨²n otro lugar. Debe de haber en el pueblo una energ¨ªa especial, qui¨¦n sabe si originada por la soledad del desierto de Atacama o por la silueta imponente del volc¨¢n Licancabur. Sea lo que sea, lo cierto es que reinaba un buen rollo general en San Pedro de Atacama, aunque quiz¨¢ hab¨ªa demasiados perros vagabundos y demasiados bares y restaurantes.
Pasados unos d¨ªas, cuando mis ojos ya se hab¨ªan acostumbrado a las maravillas y a las molestias del desierto -?maldito viento y maldita arena!-, me propuse proseguir el viaje. Mi intenci¨®n era acercarme hasta Calama para subir al viejo tren que va hasta Uyuni, al otro lado de la frontera con Bolivia, pero un amigo chileno me coment¨® que tambi¨¦n pod¨ªa cruzar los Andes en un 4¡Á4.
-Tardas tres d¨ªas y dos noches -me dijo-, pero el viaje vale la pena, ya que transcurre por unos lugares bell¨ªsimos, por el mismo coraz¨®n de los Andes.
Me convenci¨® lo de sumergirme en el "coraz¨®n de los Andes", pero una fuerte nevada cerr¨® los pasos de monta?a y lo complic¨® todo. Ya me dispon¨ªa a recuperar la idea inicial del viaje en tren cuando un boliviano llamado Quint¨ªn -de perfil aguile?o, flequillo rebelde y estatura escasa- me anunci¨® que ¨¦l no le tem¨ªa a la nieve y que pensaba salir al d¨ªa siguiente en direcci¨®n a Uyuni.
D¨ªa 1
4
Salida de San Pedro de Atacama en 4¡Á
A primera hora de la ma?ana, cuando un sol t¨ªmido y un coro de ladridos anunciaban el despertar de San Pedro, nos encontramos frente a la peque?a oficina de Quint¨ªn un curioso grupo formado por una pareja de j¨®venes holandeses, un australiano retra¨ªdo que med¨ªa m¨¢s de dos metros, una brasile?a de risa f¨¢cil y yo. Mientras Quint¨ªn iba cargando las mochilas en la baca de la camioneta, coment¨® que en el paso de Hito Caj¨®n, a m¨¢s de 4.000 metros, cambiar¨ªamos a un 4¡Á4 para proseguir la ruta.
-?Est¨¢ abierto el paso? -pregunt¨¦.
Quint¨ªn se limit¨® a sonre¨ªr, puso en marcha la camioneta y afront¨® las primeras rampas de la carretera que lleva a Argentina y Bolivia a trav¨¦s de los Andes. El asfalto estaba en buenas condiciones, y, aunque el motor de la camioneta se quejaba, no se ve¨ªan mayores problemas. El panorama, sin embargo, cambi¨® radicalmente cuando, llegados al punto m¨¢s alto, a m¨¢s de 4.000 metros de altura, Quint¨ªn dio un volantazo hacia la izquierda y abandon¨® la carretera para adentrarse por un camino con m¨¢s de un palmo de nieve. Unas cuantas camionetas se hab¨ªan detenido prudentemente a la entrada de la pista, pero nuestro ch¨®fer no parec¨ªa arredrarse y avanzaba patinando y dando tumbos.
-Ellos no saben conducir cuando hay un poco de nieve -coment¨® riendo-. Yo, en cambio, tengo mucha experiencia. Pasar¨ªa incluso con un palmo m¨¢s de nieve.
En pocos minutos hab¨ªamos cambiado la arena del desierto de Atacama por una inquietante soledad nevada. La camioneta patinaba sin cesar, pero Quint¨ªn no dejaba de mirarnos y de sonre¨ªr, hasta que se detuvo junto a una especie de caba?a en ruinas.
-Ya estamos en Hito Caj¨®n -anunci¨®-. Aqu¨ª acaba Chile y empieza Bolivia.
Un soldado aterido de fr¨ªo sali¨® de la caba?a, examin¨® nuestros pasaportes con una evidente desgana y los sell¨® sin m¨¢s. Poco despu¨¦s llegaba el 4¡Á4 que iba a tomar el relevo de la camioneta. Al volante iba Noel, un joven boliviano que, igual que Crisp¨ªn, aleg¨® que la nieve no era ning¨²n problema y que su veh¨ªculo era enteramente fiable. Para alejar las dudas, un par de kil¨®metros despu¨¦s dej¨¢bamos atr¨¢s la pista helada y abord¨¢bamos una pista de tierra que nos llev¨® hasta dos laguna contiguas que parec¨ªan surgidas de un cuento de hadas: una de un blanco inmaculado y otra de un incre¨ªble azul turquesa. Al fondo, presidiendo el paisaje andino, se levantaba la imponente silueta del volc¨¢n Licancabur.
El resto del viaje consisti¨® en una sucesi¨®n de maravillosos paisajes de alta monta?a por solitarias pistas de tierra que discurr¨ªan por desiertos ganados al retroceso de los glaciares, siempre con el horizonte punteado de picos de m¨¢s de 5.000 metros. De vez en cuando hac¨ªamos un alto para contemplar lugares m¨¢gicos, como los g¨¦iseres del Sol de Ma?ana o una laguna de aguas calientes. No nev¨®, aunque en el refugio desastrado de la laguna Colorada la temperatura baj¨® por la noche a m¨¢s de 12 grados bajo cero, y entre el fr¨ªo y el mal de altura result¨® casi imposible dormir. Por suerte la noche tuvo sus compensaciones, ya que en aquella altura sin contaminaci¨®n las estrellas parecieron multiplicarse y la luna sali¨® para presidir un paisaje de ensue?o.
D¨ªa 2 Las rocas de Dal¨ª y los flamencos
Al d¨ªa siguiente, ateridos de fr¨ªo, salimos envueltos en mantas con los primeros rayos de sol, hasta que el humo que sal¨ªa del motor nos oblig¨® a detenernos.
-Problemas -se limit¨® a decir Noel-, pero no teman, seguro que no es grave.
Por suerte ten¨ªa raz¨®n: el agua del radiador se hab¨ªa congelado durante la noche y la soluci¨®n consisti¨® en calentarlo con un trapo empapado de gasolina mientras esper¨¢bamos en medio de la nada, junto a una laguna de aguas coloradas y con los picos nevados al fondo. Cuando se arregl¨® el problema, seguimos avanzando por un extra?o paisaje que parec¨ªa salido de la paleta de un pintor surrealista y que alguien tuvo la ocurrencia de bautizar con nombres como las Rocas de Dal¨ª o el ?rbol de Piedra. Este ¨²ltimo se levantaba en medio de un conjunto de rocas que parec¨ªan las ruinas de una ciudad milenaria y misteriosa en medio del desierto. La vegetaci¨®n era escasa, pr¨¢cticamente inexistente, aunque de vez en cuando surg¨ªan unas peque?as manchas de verdor y algunas vizcachas, unos enormes conejos andinos que, quiz¨¢ aleados por el fr¨ªo y por la soledad, en estas latitudes comen sin recelo de la mano de los turistas.
Siguieron m¨¢s lagos, m¨¢s picos nevados, muchos m¨¢s kil¨®metros y m¨¢s paisajes de ensue?o amenizados por una ¨²nica cinta de mon¨®tona m¨²sica andina que parec¨ªa fundirse con el paisaje. Casi al final del segundo d¨ªa, la visi¨®n de un numeroso grupo de flamencos manch¨® el paisaje de color rosa y pareci¨® anunciar, con una imagen de calendario, el final de nuestra epopeya. Quedaban todav¨ªa, sin embargo, muchos m¨¢s kil¨®metros por pistas infernales, un paso fronterizo que separaba la nada de la nada y la aparici¨®n de un pueblo boliviano fantasma -San Juan- en el que dominaba la extra?a sensaci¨®n de estar fuera del mundo y del tiempo, como en Pedro P¨¢ramo.
La segunda noche la pasamos en un hotel construido con bloques de sal extra¨ªdos del salar de Uyuni. Excepto el recepcionista y un par de ayudantes, todo era all¨ª de sal: las paredes, las camas, las sillas... La corriente el¨¦ctrica estaba restringida, pero por fortuna la luna llena lo ilumin¨® todo con su p¨¢lida luz.
D¨ªa 3
A las cuatro de la ma?ana nos levantamos para entrar en el salar de Uyuni, un enorme desierto salado, de m¨¢s de 100 kil¨®metros cuadrados, que figura entre los lugares m¨¢s bellos de la Tierra. Poco despu¨¦s, desde lo alto de la isla Inca Huari -repleta de cactus centenarios-, tuvimos la certeza, mientras el sol sal¨ªa para rescatar lentamente la inmensa blancura del salar, de estar en un lugar sagrado, lleno de extra?os espejismos y de reflejos de otro mundo que en algunos momentos nos hac¨ªan aparecer como si flot¨¢ramos en el aire.
El magn¨¦tico salar de Uyuni
Cuando salimos del salar, la entrada en el pueblo de Uyuni tuvo algo de regreso a la tierra tras un paseo por las nubes; quiz¨¢ porque nos recibieron las calles llenas de polvo, indios de mirada baja y la imagen fantasmag¨®rica de un cine de los de antes con el cartel de "En venta" colgado en la puerta. Enfrente, el monumento en honor de los ferroviarios -con un obrero gigante recubierto de pintura plateada- era como la extra?a prefiguraci¨®n de un mundo aparte, el anuncio de un lugar ¨²nico que parece haber sobrevivido al margen del tiempo y de las prisas.
Xavier MoretLan Chile (Barcelona, 1952) gan¨® el Premio Grandes Viajeros 2002 con La isla secreta. Un recorrido por Islandia (Ediciones B).
GU?A PR?CTICA
- Lan Chile (902 11 24 24; www.lan.com) vuela de Madrid a Santiago de Chile y de all¨ª a Calama. Un billete de ida y vuelta hasta Calama, tasas y cargos incluidos, cuesta desde 993 euros.- Iberia (902 400 500; www.iberia.com) ofrece vuelos de ida y vuelta entre Madrid y Santiago de Chile desde 475 euros, m¨¢s tasas y cargos de emisi¨®n.Viajes organizadosMayoristas como Ambassador, Catai, Nobel, Politours y otras organizan viajes a Chile que incluyen la regi¨®n de Atacama. Un programa de 15 d¨ªas visitando Santiago, Patagonia y el norte del pa¨ªs cuesta unos 3.000 euros por persona. Entre las agencias de aventura, Viajes ?mbar (913 64 59 12; www.ambarviajes.com) organiza un viaje de 22 d¨ªas a Bolivia y Chile (consultar fechas de salida) que incluye en su ruta los salares de Uyuni y Atacama, las lagunas Verde y Colorada, y otros lugares de los que se habla en el texto, por 2.175 euros por persona. Bid¨®n 5 (915 47 61 26; www.bidon5.es) propone un viaje de 15 d¨ªas a Bolivia por 2.178 euros.Informaci¨®n- Turismo de Chile (900 10 20 60; www.visit-chile.org y www.sernatur.cl).- Embajada de Bolivia (915 78 08 35; www.bolivianet.com).
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