La fuerza de un comunicador

Cualquier ruido es sordo y es hu¨¦rfano alrededor de I?aki Gabilondo. Cuando est¨¢ ante el micr¨®fono, ni el trasiego de los papeles en la mesa se interpone; ni el jugueteo incesante que se trae con las gafas, que se quita, se recoloca, sube y baja mordiendo la patilla en cada recorrido, interfiere entre su voz y el aparato que reproduce su sonido ante los casi tres millones de oyentes diarios de su programa Hoy por hoy, en la cadena SER. ?l no debe de ser consciente de sus movimientos, ni de su nervio, ni de que cada acci¨®n podr¨ªa provocar una cat¨¢strofe de jaleo en cualquiera; no transmite eso en absoluto. Pero observarle durante un cuarto de hora, solo, en toda la amplitud del estudio, es revelador. Todas las cosas bajan el volumen a cero mientras retumba su voz, omnipresente entre las cuatro paredes insonorizadas con madera, encima de la mesa curva, entre las sillas para el p¨²blico y sobre el piano que queda junto a la entrada, como en una ceremonia de confesi¨®n masiva que se cuela por nuestros despertadores, en nuestras cocinas, en los coches que sortean el asfalto de la vida. Pero no es normal que Gabilondo se siente solo en su estudio. Enseguida entra y sale gente, y la sala parece una Gran V¨ªa en miniatura, espejo digno de la misma calle que tiene a sus pies, donde se encuentra la sede de la SER en Madrid. No deja de consultar, dar ¨®rdenes, atender papeles mientras conversa diariamente con su audiencia. No concede tregua a la posibilidad de que se deje alg¨²n cable suelto, a no entender lo que va a contar a continuaci¨®n. Es un m¨¦dium entre todos los colaboradores de su programa, entre su equipo y quienes le oyen; un sacerdote de la racionalidad para entender esas aristas a veces contradictorias, otras perfectamente consecuentes, con las que nos azota y nos acaricia la realidad de la batalla diaria.

El d¨ªa, la ma?ana, es toda una entelequia para este periodista de 62 a?os y referente de muchas cosas, del que ha aparecido estos d¨ªas el libro Testigo de la historia (Aguilar), con una selecci¨®n de sus mejores entrevistas. Desde hace 18 a?os que existe Hoy por hoy se levanta a las cuatro de la madrugada, de lunes a viernes; baja a la radio y se planta m¨¢s de cinco horas delante del micr¨®fono para intentar desmenuzar lo que nos ocurre. De 7.00 a 12.20, d¨ªa tras d¨ªa. Antes lo hac¨ªa m¨¢s temprano. A las seis ya daba los buenos d¨ªas, pero ahora ha recortado esa primera hora: "Necesito m¨¢s tiempo para entender bien lo que ha pasado, para digerir lo que voy a contar". Y todo sin cansarse, asegura. Quiz¨¢ porque respira a fondo el aire que le llega hasta esa terraza que tiene a mano y a un paso del estudio -su aut¨¦ntico lugar de trabajo, porque ni siquiera tiene un despacho en la emisora- en el s¨¦ptimo piso del edificio. Es all¨ª donde cada d¨ªa sale a contemplar un espect¨¢culo ¨²nico ("irrepetible", dice ¨¦l): ver amanecer.

Todos los d¨ªas. Hago apostolado, se lo pido a todo el equipo; algunos me hacen caso, otros no. Les digo: "?ste es el ¨²ltimo amanecer de hoy, es la ¨²nica posibilidad que ten¨¦is de verlo". Me sirve para tener conciencia de lo que es cada d¨ªa, porque luego nosotros trabajamos con los elementos de cada jornada.

Ayuda a vivir con m¨¢s lucidez, m¨¢s conciencia de lo que tenemos. No me gusta la distracci¨®n con la que viven algunos, debemos tener conciencia de los d¨ªas para que luego no nos quejemos de que sin darnos cuenta hemos perdido 15 a?os, 15 libros, 15 amigos??La teor¨ªa del 'carpe diem'?

No, no es eso. No consiste en disfrutar el momento, es m¨¢s bien en ser conscientes de que estamos vivos y de que tenemos un n¨²mero limitado de cosas a experimentar, un n¨²mero limitado de Novenas de Beethoven, de botellas de vino.

S¨ª, algo, pero tampoco de manera compulsiva. No creo. Yo he aprendido a vivir as¨ª despu¨¦s de haber sufrido, de que mi primera mujer muriera con 35 a?os despu¨¦s de ocho enferma. Eso me dio una conciencia de limitaci¨®n.

S¨ª, creo. A los 15 a?os o por ah¨ª descubr¨ª que no todo el mundo ten¨ªa las mismas sensaciones. Me acuerdo de una an¨¦cdota. Hab¨ªa unos v¨¢teres en el campo de Atocha que ten¨ªan una diana. Yo nunca tuve duda de que nadie no apuntara al centro de la diana. De esa misma forma, pens¨¦ que todo el mundo ten¨ªa conciencia de que alg¨²n d¨ªa nos ¨ªbamos a morir, y cuando comprob¨¦ que no era as¨ª me llev¨¦ una sorpresa. Cuando yo les dec¨ªa a mis amigos: "?A que cuando vas a mear apuntas a la diana?", me respond¨ªan que s¨ª. Luego les dec¨ªa: "?A que alg¨²n d¨ªa nos vamos a morir?", y ah¨ª cambiaba la cosa, no quer¨ªan responder, se evad¨ªan, y me llev¨¦ una sorpresa, porque yo esa idea la tuve siempre presente.

Despu¨¦s de lo que he vivido, si me tocara, que no tengo ning¨²n inter¨¦s, s¨¦ en qu¨¦ consiste. Creo que la vida me ha sido dada.

Pues he tenido ¨¦xito, he tenido suerte, he conocido la desgracia, he sobrevivido a accidentes de coche, he padecido una grave enfermedad y, despu¨¦s de todo, se me ha prolongado el plazo.

No, nunca. No, porque el d¨ªa de ma?ana no me lo s¨¦, es nuevo para m¨ª y tengo curiosidad por conocerlo, una curiosidad razonable. Yo, el verbo que menos entiendo es garantizar, no lo entiendo. Para m¨ª, vivir es apostar, es un juego.

Yo fui un chaval normal. De San Sebasti¨¢n tengo la impresi¨®n de no haberme ido nunca, porque sal¨ª con 29 o 30 a?os y no fue una decisi¨®n m¨ªa. Entonces ya ten¨ªa tres hijos y me mandaron a dirigir Radio Sevilla. Son los caminos que marca la vida, pero yo no recuerdo haber dicho nunca que me quer¨ªa ir.

En Sevilla, yo descubr¨ª el paganismo. En Euskadi siempre hemos tenido una mirada religiosa sobre las cosas; por eso en Sevilla descubr¨ª todo lo contrario, el estallido de las cosas, y fue en el ciclo de un a?o. Hasta que no se cerr¨® el a?o, no lo entend¨ª bien. Me fascin¨® la Semana Santa, los fogonazos de vitalidad, la realidad individualizada. En Euskadi habl¨¢bamos de lo colectivo; en Sevilla, siempre de lo individual. Yo no ser¨ªa el que soy hoy si no hubiera pasado por all¨ª, sin ese ca?onazo que no puedo atribuir a un deslumbramiento pasajero.

Lo animal. Ten¨ªa adormecido lo animal, y hasta que no lo descubres, no puedes considerarte un ser humano completo. All¨ª me sent¨ª preparado para librar la batalla entre las esencias y el progreso. Hay que tener cuidado con los defensores de las esencias, que siguen existiendo, y aprender a conciliar lo que algunos consideran aut¨¦ntico con las vanguardias. En Sevilla existen las dos cosas, los que defienden un modelo de sociedad repugnante y la Sevilla que sue?a con el progreso.

No, hombre; compromiso, no. Digo que las entrevistas en la radio y en otro medio no se desarrollan de la misma forma. En la escrita existen posibilidades de todo tipo, deshonestidades incluso, porque puedes manipular el relato. En la radio y la televisi¨®n, no. Te enfrentas a una honestidad obligada. Por eso digo en el pr¨®logo que falta el reloj. Toda la profundidad, el equilibrio, la estructura de la entrevista tiene que hacerse sobre la marcha.

Me gustar¨ªa mucho que Rajoy fuera capaz de sostener bien su liderazgo y que volvi¨¦ramos a una etapa de cierta serenidad si nos devolvieran al Rajoy que hemos conocido y no al que sobreact¨²a, al que est¨¢ en la militancia de combate.

Con Zapatero lleg¨® un nuevo discurso al PSOE que no gust¨® a todos, pero lo mantuvo. Rajoy ha debutado en un estilo que no era el suyo, parece el int¨¦rprete de un texto ajeno y demuestra inseguridad en ese papel.

Exactamente eso, y as¨ª no le va a ir bien. Con esa t¨¢ctica tendr¨¢n el aplauso de los hinchas, pero las encuestas en contra. Tendr¨¢n ovaciones, pero no ganar¨¢n elecciones con esta sobreexcitaci¨®n. La gente de mi generaci¨®n hemos tenido que hacer un esfuerzo muy grande por aprender a ser dem¨®cratas; las siguientes, no, y eso que con un programa de radio envejeces menos. Con Zapatero, a nosotros nos pasa como con La Oreja de Van Gogh: desde nuestra perspectiva puede parecernos un fen¨®meno menos digno musicalmente, pero nuestra mirada est¨¢ derrotada por el tiempo. No les podemos analizar con los ojos de un tiempo que ya se ha ido. Zapatero es el exponente de un cambio generacional que hay que interpretar en clave ideol¨®gica. Es un dem¨®crata sereno, que la generaci¨®n anterior puede confundir con blandura, pero no es as¨ª. Lo que me interesa ver en esa generaci¨®n es c¨®mo maduran, y c¨®mo maduran desde el poder.

Es lo que me molesta del PP, porque con la alarma hacen da?o. Saben por las cosas que hemos pasado y que nada va a destrozarse; que Espa?a, ni se rompe, ni se deja de romper. Hay cosas muy serias que est¨¢n pasando: la regularizaci¨®n de inmigrantes, el matrimonio de homosexuales, y no est¨¢n ayudando a nadie a comprender su complejidad. En vez de a la pedagog¨ªa, recurren al amedrentamiento. Eso, con efectos especiales, para mantener a la gente muerta de miedo.

Eso es lo que a m¨ª me distanci¨® de Aznar. De un d¨ªa para otro, algunos nos convertimos en traidores a Espa?a; luego, si est¨¢bamos en contra de la guerra, es que quer¨ªamos ver volver los cad¨¢veres de nuestros soldados envueltos en la bandera. No me sent¨ªa preparado para ser c¨®mplice del terrorismo tampoco por el simple hecho de querer la paz para Euskadi.

Creo que esa apuesta debemos recolocarla cuanto antes. Pero es que a nosotros un presidente del Gobierno nos lleg¨® a atacar en sede parlamentaria. He luchado siempre porque la SER fuera una radio de referencia, me he dejado la vida en este empe?o, y ¨¦se debe ser el rumbo.

Aquella en la que la profesionalidad est¨¢ siempre fuera de toda sospecha, cuando la afinidad ideol¨®gica no pone en duda los hechos que debes relatar, en la que los tonos y los semitonos est¨¢n al servicio del ciudadano, donde se encuentran los afines y los no afines, donde la primera estrella sea la propia radio -en nuestro caso, la SER-, sin personalismos; algo que creo que hemos conseguido, como la BBC, que es la BBC.

Referentes sociales en los ¨²ltimos tiempos. Los peri¨®dicos lo eran tambi¨¦n, las radios desde hace unos a?os. Pero ¨¦se no debe ser el juego. No se pueden utilizar las ondas para responder a los ataques que nos lanzan todos los d¨ªas. Para eso no est¨¢n los micr¨®fonos, para eso est¨¢n los tribunales.

Yo reconozco que cuando he perdido eso es con Aznar, y quiz¨¢ alcanc¨¦ con ello un momento de notoriedad que no me ha gustado. ?l sac¨® lo peor de m¨ª, y eso no es lo mejor para mis oyentes; pero fueron unas circunstancias donde yo entend¨ª que ¨¦sa deb¨ªa ser mi sinceridad, aunque no fuera lo ideal.

La ira en antena. ?se es el enemigo n¨²mero uno de la ecuanimidad, pero aquello lo entend¨ª como una emergencia. Y es que lo de Aznar ha sido muy fuerte. T¨² te notas que te vas calentando, y aunque sabes que no te debes permitir que eso te arrastre, pues sale de manera espont¨¢nea.

No, no me arrepiento tampoco, pero s¨¦ que ¨¦se no puede ser el camino: la ira y sus consecuencias pueden acabar con lo que has construido, afectar a la superioridad de una estructura informativa, que es tu activo de verdad. La ira tiene un efecto racimo, adem¨¢s. Sobre todo cuando eres responsable de un programa bandera de una emisora, con muchas otras adscritas, y si marcas cierto tono, otros a lo mejor se creen con el derecho a elevar m¨¢s el ambiente. Todo empez¨® con el tema vasco. Cuando me di cuenta de que, por una simple divergencia, un Gobierno pintaba una raya, eso me encendi¨®, porque yo he sido muy claro siempre con respecto a la violencia, no como los pol¨ªticos, que descubren el terrorismo cuando empiezan a matar a los suyos.

No lo s¨¦. Pero si me voy ma?ana, no lo voy a decir yo. Llevo trescientos a?os aqu¨ª y tengo sinton¨ªa y complicidad con esta empresa. Lo ¨²nico que les he pedido es que, cuando quieran que me vaya, me lo digan, no que me entere que se han reunido cuatro en un despacho, a ver qui¨¦n le dice a I?aki? Yo me siento muy liberado en el sentido de que ya los equilibrios de la programaci¨®n est¨¢n muy hechos. El peso central recae sobre la estructura de la casa, y est¨¢ muy bien apuntalada porque nosotros tenemos muchas ventajas sobre los dem¨¢s. Los dem¨¢s se miden con nosotros en el EGM, y ¨¦se es el d¨ªa que estamos m¨¢s cerca. En donde hay mucha diferencia es en lo estructural: tenemos mejor organizaci¨®n, m¨¢s conciencia de medio de comunicaci¨®n; trabajamos como una empresa que se dedica a esto, donde hay todav¨ªa mucho amateurismo lateral en el sector.

S¨ª. Pienso muy a menudo en largarme desde hace 30 a?os. Y hubo una ¨¦poca en la que estuve muy cerca de hacerlo.

En la etapa de las tensiones entre los medios. Fue muy desagradable para m¨ª. Si te met¨ªas, mal; si no te met¨ªas, tambi¨¦n, porque la empresa pod¨ªa pensar que no participabas en sus cuitas. Me llegu¨¦ a plantear: ?esto es la radio en la que yo so?¨¦ cuando era peque?o?, ?para esto han muerto un mill¨®n de espa?oles, que dec¨ªa el otro? Si mi negocio consiste en esto, pongo una mercer¨ªa en Jaca. Porque hay gente que en esas cosas se crece, y yo no, yo me vengo abajo.

Ahora, bien. Aqu¨ª pienso seguir hasta nueva orden. Pero si me lo preguntas hace tres a?os? No estaba bien de salud, pero no lo sab¨ªa. Me encontraba cansado y no sab¨ªa por qu¨¦, hasta que un d¨ªa descubr¨ª que estaba enfermo y que me hubiese podido morir. Pero no. Pude curarme y estoy mucho mejor; recuper¨¦ vitalidad, m¨¢s fuerza. Ahora no tengo intenci¨®n de dejarlo. Me gustar¨ªa verle la salida, eso s¨ª. Ver d¨®nde acaba la calle.

Es que para m¨ª, las cuatro de la ma?ana no es lo mismo que para ti. Si yo te pregunto: ?para ti que son las siete de la tarde? Yo estoy a esa hora en el Auditorio Nacional. Empieza mal, pero luego no est¨¢ tan mal.

A las cinco estoy aqu¨ª. Me hago cargo del equipo de noche, me cuentan qu¨¦ ha pasado, leo los peri¨®dicos, ordeno la cabeza. Es una hora arriesgada porque est¨¢s solo. Tienes que entender antes de decir buenos d¨ªas, yo necesito entender, y en eso se me pasa el tiempo, soy muy minucioso.

Cuando la situaci¨®n est¨¢ clara, entro. Sin papeles, no me gusta leer. Soy comunicador, pero eso no quiere decir que improvise. A los periodistas les recuerdo: sois relatores, no redactores; aunque lo vayan a leer, me gusta que me lo cuenten. A alguno le he quitado el papel y le he dicho: cu¨¦ntamelo. De otra forma no pueden entenderlo.

Padezco una curiosidad universal; no enloquecida, pero abierta. Con el mundo que m¨¢s disfruto son con los libros y la m¨²sica, me ayudan a esponjar la mente. Lo disfruto, leo mucho por las tardes.

De mi padre. ?l era carnicero y estaba abonado a conciertos. Soy el mayor de nueve hermanos, y tuve suerte porque disfrut¨¦ de mi padre cuando ¨¦l era joven. Me llevaba a los conciertos, y es curioso, despu¨¦s, cuando nos llam¨¢bamos por tel¨¦fono, siempre silb¨¢bamos la melod¨ªa de lo que hab¨ªamos escuchado. Para m¨ª la m¨²sica ha sido una clave en la relaci¨®n con mi padre, que no era nada cerrado, porque tambi¨¦n le gustaban los Beatles. Recuerdo o¨ªrle decir que eran unos m¨²sicos muy buenos.

Bueno, es un programa de variaciones, un programa coral, por donde pasa mucha gente; pero siempre, quien va, tiene algo que ofrecer. Pero puede ser diferente a lo que Luis del Olmo propon¨ªa en Protagonistas, algo m¨¢s conectado con el espect¨¢culo. Nosotros apostamos por la autenticidad en la comunicaci¨®n m¨¢s que por la brillantez del espect¨¢culo. Es algo que se va construyendo solo. Prefiero no forzar, ni saber qu¨¦ vamos a hacer. Debemos intentar abarcar el mayor espectro social posible, saber qu¨¦ pasa, y que si pasa va a acabar en el programa. No se nos puede escapar lo que es este pa¨ªs; podemos enga?arnos, pero no mucho, porque cuando los rebotes son incesantes acabas enter¨¢ndote.

Bastante. Cuando lleg¨® la televisi¨®n, la radio por la ma?ana se hizo m¨¢s urbana, quiz¨¢ porque el otro tipo de audiencia se pas¨® a la televisi¨®n. En los estudios se reflejaba m¨¢s la igualdad entre sexos, era como el tren y el avi¨®n. Antes lo fino era viajar en avi¨®n, y el tren era lo basto, donde acababa la gente con la tortilla. Luego sale el AVE y se sofistica. La ma?ana se llev¨® al p¨²blico m¨¢s anciano, y ante ese reto deb¨ªamos responder con honestidad pregunt¨¢ndonos qu¨¦ estaba pasando, qu¨¦ aport¨¢bamos y qu¨¦ nos faltaba para captar esos vectores de la vida que deb¨ªamos descubrir. Era un p¨²blico distinto al que deb¨ªamos proporcionar una compa?¨ªa ¨²til, y ¨¦sa es la raz¨®n por la que creo que nos ha ido bien.

S¨ª, de alguna manera estaba preguntando y pregunt¨¢ndome, y respondi¨¦ndole a ¨¦l y respondi¨¦ndome.

A m¨ª me interesa mucho el tema de la legitimidad. Hubo una ¨¦poca en la que Luis y yo ¨¦ramos como la gente. Ahora, no. No tenemos la edad de la gente, no ganamos lo mismo que la gente y seguimos hablando de la gente. ?C¨®mo hacer para que no se nos note esa impostura? Debemos ser conscientes de que somos de determinada forma, pero no podemos permitirnos la impostura, no podemos interpretar con espontaneidad. Pasa el tiempo y te vas convirtiendo en algo distinto, m¨¢s extra?o, y no pierdes legitimidad para convertir causas ajenas en propias. Entonces debes llevar a cabo una autentificaci¨®n del mensaje. Cuando te das cuenta de que ser un privilegiado te quita radares, nadie te niega el derecho a hacer lo que haces, pero tu obligaci¨®n es hacer un esfuerzo por ponerte en otras situaciones.

Pues debes empezar por preguntarte: ?por qu¨¦ soy yo el que hablo por la radio y no otro? ?C¨®mo te aseguras de que no eres un impostor? Cuando sabes que nunca has dicho nada que no sientas.

Humildad no es. S¨ª saber las cosas: que vienen inmigrantes, qu¨¦ es el Ramad¨¢n. Profesionalidad. No s¨¦ qu¨¦ es, pero es lo ¨²nico que me preocupa. Y me he empezado a preocupar m¨¢s cuando eres m¨¢s mayor que la media, tienes m¨¢s dinero que la media. ?C¨®mo se hace cuando no eres la media? Porque yo me he criado entre gente sencilla y no podr¨ªa estar con mis hermanos si me volviera un gilipollas. Hay que ser consciente de d¨®nde vienes. Yo fui el primer universitario que hubo en mi familia, estudi¨¦ filosof¨ªa y letras, y periodismo; luego los dem¨¢s tambi¨¦n pudieron estudiar. Es lo que daba una carnicer¨ªa en el mercado de La Brecha, en San Sebasti¨¢n.

Yo, las dos cosas. En eso soy muy vasco. El comer, para m¨ª es sagrado. Y beber, tambi¨¦n. No me gusta beber mucho, pero me gusta mucho beber. Me parece marciano alguien al que no le gusta comer ni beber.

No, yo no, la Tata. Con nosotros trabaja una tata que es la misma que ha tenido mi mujer desde hace a?os, y? guisa? ?Bueno! Me gusta comer bien, es lo mejor que se ha inventado. Yo veo a un t¨ªo al que no le gusta comer y, no s¨¦, es como si viera de repente a alguien con tres orejas. Hasta muy mayor no me encontr¨¦ a uno que no le gustaba comer, y fue como cuando Felipe Gonz¨¢lez, mientras era presidente del Gobierno, me dijo que hac¨ªa a?os que no hab¨ªa ido al cine. Para m¨ª fue como si hubiera visto volar un burro.