El Gris menos visto
Vivi¨® a la sombra de Picasso, pero Juan Gris subi¨® a los altares de la pintura cubista cuando muri¨®. El Museo Reina Sof¨ªa ha reunido 250 obras del pintor madrile?o, muchas de ellas nunca vistas en Espa?a, en lo que ser¨¢ la gran exposici¨®n de este verano.
Poco tiempo despu¨¦s de morir Juan Gris, Picasso, al contemplar un cuadro de su amigo, exclam¨® con vehemencia: "?Es hermoso, un pintor que sab¨ªa lo que hac¨ªa!". Jos¨¦ Victoriano Gonz¨¢lez, Juan Gris, ese pintor que sab¨ªa lo que se tra¨ªa entre manos, fue uno de los m¨¢s importantes cubistas, un hombre fundamental en el arte contempor¨¢neo; "una especie de Zurbar¨¢n del siglo XX", como le calific¨® Douglas Copper, el gran estudioso de su obra.
Autodidacta, ilustrador de oficio, "brillante secundario" para algunos y "el ¨²nico cubista verdadero" para otros, Juan Gris (Madrid, 1887; Boulogne-sur-Seine, 1927) se afianza en el tiempo como uno de los grandes pintores. Ahora, una de las exposiciones m¨¢s completas sobre el pintor en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sof¨ªa, de Madrid, refrendar¨¢ su condici¨®n de artista singular y mostrar¨¢ sus mejores obras, muchas de ellas nunca exhibidas en Espa?a. Paloma Esteban, conservadora del museo y comisaria de la exposici¨®n de Juan Gris, ha dedicado m¨¢s de tres a?os a la preparaci¨®n de la muestra, que se inaugurar¨¢ el pr¨®ximo d¨ªa 22. "De Juan Gris se han hecho muy pocas antol¨®gicas. Presentan grandes dificultades porque sus obras est¨¢n muy repartidas y es muy dif¨ªcil conseguirlas en pr¨¦stamo", dice. La ¨²ltima que pudo verse en Espa?a fue en 1985, hace 20 a?os. Y en palabras de Esteban, "parece razonable que las nuevas generaciones puedan conocer a Juan Gris". "Esta exposici¨®n", a?ade, "no es una repetici¨®n de la de 1985. La de entonces hac¨ªa m¨¢s hincapi¨¦ en el periodo 1917-1919; en la de ahora he procurado resaltar la primera etapa de su pintura, el periodo anal¨ªtico, y su faceta colorista, as¨ª como sus exquisitos dibujos. El panorama cronol¨®gico de esta muestra se extiende desde los primeros tanteos cubistas hasta sus ¨²ltimas obras".
Una de las obras seleccionadas para esta antol¨®gica de Juan Gris ha tra¨ªdo a Paloma Esteban por el camino de la amargura. El cuadro -"un damero de 1914", del que guarda todos los datos como un secreto de confesi¨®n- s¨®lo se hab¨ªa expuesto en Par¨ªs en 1926, y desde entonces fue propiedad de un coleccionista privado. "Nunca dej¨® ninguno de los cuadros de Gris. Cuando muri¨® en 1968, su viuda tampoco quiso prestar el cuadro". Tras mucha insistencia, Esteban lo ha conseguido a trav¨¦s de una casa de subastas con la condici¨®n de no revelar qui¨¦n es el actual propietario de la tela.
"Estudi¨¦ un poco ciencias f¨ªsicas y matem¨¢ticas" , escribi¨® Juan Gris en lo que podr¨ªa ser la presentaci¨®n de sus escritos sobre pintura (traducidos al espa?ol por el poeta Juan Eduardo Cirlot). "Nunca fui a la Escuela de Bellas Artes, pero s¨ª muy poco tiempo -menos de dos a?os- a casa de un pintor oficial que me hasti¨® pronto de la buena pintura". Su afici¨®n a dibujar le surgi¨® desde muy joven. Su hermana Antonieta contaba que, ya desde el colegio, "los m¨¢rgenes de sus cuadernos no sirvieron m¨¢s que para dibujar a sus maestros, a sus compa?eros, a todo lo que ve¨ªa". Ingres¨® en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid, y sus dibujos se publicaban en Blanco y Negro y en otras publicaciones. A los 19 a?os se le meti¨® la idea en la cabeza de ser pintor y marcharse a Par¨ªs. Con la complicidad de su hermana, vende lo que puede -Daniel-Henry Kahnweiler, su bi¨®grafo y amigo, cuenta que empe?¨® hasta el somier de la cama y el colch¨®n-, y con 16 francos en el bolsillo desembarca en Par¨ªs. "Cuando llegu¨¦ a Par¨ªs en 1906 visit¨¦ inmediatamente el taller de Picasso, donde conoc¨ª a la pandilla de Apollinaire, Max Jacob y otros. Vend¨ª las primeras cosas a Sagot en 1911 y expuse en los Independientes en 1912". En la ¨¦poca en que Gris conoce a Picasso, ¨¦ste se encontraba inmerso todav¨ªa en su periodo rosa, pero poco tiempo despu¨¦s el malague?o pintar¨ªa Las se?oritas de Avi?¨®n (1906-1907), el pistoletazo de salida del cubismo.
El marchante y editor Daniel-Henry Kahnweiler, autor de Juan Gris. Vida, obra y escritos (Quaderns Crema), conoci¨® al pintor en Par¨ªs, en 1907. All¨ª, en el n¨²mero 13 de la plaza Ravignan, en Montmartre, se encontraba el famoso Bateau-Lavoir, donde viv¨ªa Picasso. "Al atravesar la plaza", cuenta Kahnweiler, "ve¨ªa a menudo al inquilino del taller. Era muy joven. Sus cabellos, muy negros; su tez, cetrina. Ten¨ªa un aspecto casi mulato. Pero lo que llamaba la atenci¨®n en su cara eran unos ojos muy grandes, negros y de c¨®rnea azulada. Supe por Picasso que era Juan Gris". Ese taller que ocupaba el joven Gris espantaba a quienes lo visitaban. Un estrecho recinto cubierto de telas, con el suelo lleno de colillas. Como ¨²nico mobiliario, dos camastros y unas sillas de enea desvencijadas; las paredes, cubiertas de n¨²meros: eran las deudas de lo que deb¨ªa a la tienda de comestibles. Gris permaneci¨® en este taller del Bateau-Lavoir m¨¢s de 15 a?os, hasta 1922. All¨ª comparti¨® su vida con dos mujeres. Con la primera tuvo a su ¨²nico hijo, Georges, pero pronto se separaron y el hijo de Juan Gris fue educado por su hermana Antonieta en Madrid. No volvi¨® a Par¨ªs hasta que fue llamado por su padre en 1926, poco antes de su muerte. Con su segunda mujer, Josette, vivi¨® hasta el fin de sus d¨ªas.
No adopt¨® la identidad de Juan Gris hasta poco antes de llegar a Par¨ªs. Los dibujos que hizo en Madrid aparecen todav¨ªa firmados por Jos¨¦ Gonz¨¢lez. Seg¨²n Kahnweiler, la idea del seud¨®nimo fue tomada para diferenciar su profesi¨®n de dibujante de la de pintor. "Estaba contento con ¨¦l, y me parece que hay alguna concordancia entre este nombre y su obra. Aunque no s¨¦ si es por el color", se pregunta su amigo Kahnweiler, "o por lo que este nombre pueda tener de modesto".
En Par¨ªs, Gris sobrevive vendiendo sus dibujos a los peri¨®dicos. Pinta sin cesar, aunque en secreto, sin mostrar su obra a nadie. Cuatro a?os despu¨¦s de llegar a Par¨ªs expone sus primeras obras, y, ante su sorpresa, las vende de inmediato. En 1912 expone en el Sal¨®n de los Independientes y Kahnweiler se convierte en su marchante. "El primero que adquiri¨® en mi casa uno de sus cuadros fue mi viejo amigo Hermann Rupf; luego, Gertrude Stein, L¨¦once Rosemberg?".
Juan Gris comienza ya a dar muestras del gran pintor que llegar¨ªa a ser. Inicia su etapa de cubismo anal¨ªtico, con el que trata de simplificar, de decir lo esencial de la forma m¨¢s clara, m¨¢s precisa. En su siguiente etapa pict¨®rica, su ¨¦poca de madurez, adopta su cubismo de s¨ªntesis e incorpora a sus cuadros la t¨¦cnica de papeles pegados, los collages. "El que al pintar una botella piensa en expresar su materia en lugar de pintar un conjunto de formas coloreadas merece ser vidriero m¨¢s bien que pintor", explica un Gris did¨¢ctico, y afirma: "Me gustan los pintores que pintan en participio presente".
En el verano de 1913 viaja a C¨¦ret, en el Rosell¨®n franc¨¦s, cerca de Perpi?¨¢n; el lugar donde el escultor Manolo Hugu¨¦, Picasso, Braque y Max Jacob repon¨ªan fuerzas y pintaban. Gris ya es uno de los suyos. All¨ª termina algunos de sus cuadros m¨¢s famosos, El torero, Paisaje en C¨¦ret, Viol¨ªn con guitarra? En esta ¨¦poca, cuenta Kahnweiler, "la fe de Gris, su absoluta falta de escepticismo impon¨ªan a¨²n m¨¢s que la seguridad de Braque, de L¨¦ger o de Picasso, pues la firmeza de ¨¦stos se fundaba sobre todo en la confianza de sus dotes, mientras que Gris estaba siempre decidido a subestimar las suyas y no se sustentaba m¨¢s que en su confianza heroica".
Para Paloma Esteban, uno de los cuadros que Gris pint¨® en esta ¨¦poca, El torero, "es la obra que desmiente la pretendida francofon¨ªa de Juan Gris". Lo pint¨® en 1913 y tan s¨®lo se ha expuesto en tres ocasiones. Cuando Hemingway lo vio en una galer¨ªa de Par¨ªs, le gust¨® tanto que lo compr¨® inmediatamente. El autor de Fiesta lo coloc¨® en la portada de su libro de art¨ªculos taurinos Muerte en la tarde. Cuando falleci¨® Hemingway, su familia lo vendi¨® y durante a?os se ha ignorado su paradero. Paloma Esteban ha seguido el rastro del cuadro -afirma haber sentido angustia al no localizar su paradero- hasta que lo encontr¨® en manos de un coleccionista en Estados Unidos.
La I Guerra Mundial aleja a Gris y a Kahnweiler. El pintor, desde Colliure, donde a?os m¨¢s tarde morir¨ªa el poeta Antonio Machado, escribe a su amigo alem¨¢n: "Casi me han dado la orden de irme. ?Pero ad¨®nde y c¨®mo? Ir a Par¨ªs es muy arriesgado; a Espa?a, usted sabe que es violento para m¨ª. A veces me pregunto si la necesidad de comer no me obligar¨¢ a tomar parte en una guerra donde ni mi nacionalidad, ni mi car¨¢cter, ni mis ideas me llaman".
En el pueblo del sur de Francia entabla amistad con Matisse, y mantienen largas y decisivas charlas sobre pintura. Los ¨²ltimos a?os de la guerra de 1914 los pasa en Par¨ªs. All¨ª conoce a los exiliados de los Ballets Rusos comandados por Diaghilev, quien m¨¢s tarde le encargar¨ªa alguno de sus decorados. Gris trabaja sin cesar en ¨®leos vibrantes: "Creo que el color no est¨¢ del todo mal. Lo temo, pues me parece que el color es mi punto flaco". Pablo Picasso y la escritora norteamericana Gertrude Stein, en ausencia de su amigo alem¨¢n, le toman bajo su protecci¨®n. Acabada la guerra, Kahnweiler inaugura la galer¨ªa Simon en Par¨ªs. Poco despu¨¦s empiezan a manifestarse los primeros signos de la enfermedad pulmonar que acabar¨ªa con la vida de Juan Gris.
Los a?os siguientes son de plenitud. Gris y Josette han alquilado una casa cerca de Par¨ªs, en Boulogne-sur-Seine. Se encuentra bien y pinta a gusto. Cuenta el imprescindible Kahnweiler que Gris se levantaba temprano; se vest¨ªa con un pantal¨®n completamente ra¨ªdo y una chaqueta vieja; se calzaba unas extra?as zapatillas que "¨¦l mismo fabricaba cortando las ca?as a sus zapatos viejos"; sub¨ªa a su taller, y comenzaba a trabajar fumando sin cesar. Pintaba varios cuadros a la vez. Inventaba crucigramas que luego trasladaba a sus ¨®leos. Bailaba y se divert¨ªa con los amigos que se acercaban a verle. Kahnweiler describe a un hombre de fuertes risotadas que adoraba "contar historias de gitanas", muy lejos del Gris pedante que pontifica en sus escritos sobre arte y cubismo.
Juan Gris era, a juicio de Paloma Esteban, "un hombre contradictorio, el m¨¢s r¨ªgido de los artistas". Aplicaba de forma ortodoxa las leyes de la matem¨¢tica y los principios de la Secci¨®n de Oro que aparecen en el Tratado de la pintura, de Leonardo de Vinci, y en la filosof¨ªa de los antiguos griegos (un cuadro debe ser razonado antes de ser pintado). "Pero, por otra parte", a?ade la comisaria de la exposici¨®n, "era un hombre profundamente sensual. Lo demuestra en la especial aplicaci¨®n del color. Sus cuadros son muy dif¨ªciles de reproducir por sus tonos ¨¢cidos y colores tan contrastados". Esa contradicci¨®n la manifestaba Gris tambi¨¦n en su vida. Amaba tanto Francia que la muerte le pill¨® haciendo los tr¨¢mites para nacionalizarse franc¨¦s. Pero tambi¨¦n "se emocionaba hasta salt¨¢rsele las l¨¢grimas cuando o¨ªa m¨²sica espa?ola". Visitaba a menudo el Museo del Louvre; admiraba a Ingres, C¨¦zanne, Seurat, Delacroix, Corot y Renoir. Amaba la lectura, y a G¨®ngora (ilustr¨® el n¨²mero de la revista Litoral dedicado al poeta), Valle- Incl¨¢n, Rub¨¦n Dar¨ªo, Mallarm¨¦? Comenzaba a leer a Kant cuando muri¨®.
El 15 de mayo de 1924, Juan Gris da una conferencia en la Sorbona de Par¨ªs bajo el t¨ªtulo De las posibilidades de la pintura, el compendio de su arte. Es un ¨¦xito y todos comienzan a tener en cuenta a este espa?ol que adem¨¢s de pintar teorizaba como un aut¨¦ntico intelectual. Al a?o siguiente empieza a sentirse otra vez mal. Tose continuamente y le cuesta respirar. Pero sus obras no traslucen su enfermedad. "Eran unos cuadros de una sublime perfecci¨®n", recuerda Kahnweiler.
Las crisis pulmonares se suceden. "Tomo nuevos medicamentos, que tienen un sabor mal¨ªsimo a podrido, contra el enfisema, y tengo inyecciones de morfina para las grandes crisis", escribe a su amigo Kahnweiler. En otra de sus cartas, fechada el 16 de enero de 1927, se queja: "Al d¨ªa siguiente de una crisis fuerte de asma no puedo hacer nada, tan reventado estoy. Lo m¨¢s latoso es que el asma se alivia, pero no se cura jam¨¢s. Es un verdadero achaque que estropea los nervios y el coraz¨®n". El final se acercaba. Gris se rebela y grita: "?Un pecho cuadrado quiere ponerse sobre mi pecho redondo!".
El 11 de mayo de 1927 muere en su casa de Boulogne-sur-Seine. Picasso acude a darle el ¨²ltimo adi¨®s. Tambi¨¦n Maurice Raynal, Lipchitz, Braque?, todos sus amigos. Kahnweiler escribe con absoluto sentimiento: "As¨ª es como muri¨® el hombre m¨¢s puro, el amigo m¨¢s fiel y el m¨¢s tierno que he conocido, y uno de los artistas m¨¢s nobles que haya dado la tierra".
La incomprensi¨®n espa?ola Por Francisco Calvo Serraller
Apreciado internacionalmente como uno de los mejores artistas del siglo XX, el madrile?o Juan Gris sigue siendo hoy una figura empeque?ecida entre sus compatriotas y, desde luego, muy poco popular si le comparamos con Picasso, Dal¨ª, Mir¨® y Julio Gonz¨¢lez, los m¨¢s destacados miembros espa?oles de la vanguardia hist¨®rica. Es cierto que su muerte prematura en 1927, el a?o en que cumpl¨ªa los 40 de edad, cort¨® de lleno una trayectoria art¨ªstica en saz¨®n, y que, residente en Par¨ªs desde 1906, la proyecci¨®n de su obra en una Espa?a todav¨ªa culturalmente muy atrasada fue muy escasa; pero las mismas circunstancias concurrieron en otros casos con un resultado muy diferente. ?Por qu¨¦, entonces, esta incomprensi¨®n en su pa¨ªs de origen? Influy¨® en ello, sin duda, la actitud recelosa hacia ¨¦l del todopoderoso Picasso, que, a trav¨¦s de Apollinaire, le acus¨® de "copiar" y "aprovecharse" del cubismo, d¨¢ndole un barniz intelectual que no compartieron sus aut¨¦nticos creadores. El problema, sin embargo, no puede limitarse a una mera cuesti¨®n de rivalidad e intriga, porque es un hecho que la mayor¨ªa de los cr¨ªticos e intelectuales espa?oles le volvieron la espalda. La inquina que le profes¨® Max Aub es, por tard¨ªa, un ejemplo de este desencuentro. ?Cu¨¢l fue entonces la raz¨®n para esta incomprensi¨®n del pobre Juan Gris? Si analizamos los alegatos contempor¨¢neos en su contra, casi todos cortados por el patr¨®n de recusar una pintura "cerebral", la causa del menosprecio general fue que traicionaba lo que se consideraba la identidad de la Escuela Espa?ola, basada en un arte realista y expresionista, de "veta brava". Que esta interpretaci¨®n unilateral del gusto espa?ol es capciosa nos lo demuestra la secuencia hist¨®rica formada, entre otros, por Juan de Herrera, Zurbar¨¢n o Mel¨¦ndez, todos ellos de una sensibilidad diferente. En todo caso, lo que definitivamente salva a un pintor es su obra, y sobre ella hay que volver para contemplarla, porque es as¨ª como sus compatriotas tambi¨¦n lograr¨¢n comprender que es uno de los m¨¢s grandes artistas del siglo XX.
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