Belleza en lo cotidiano
No hay nada m¨¢s placentero, harto de pol¨ªtica mezquina y mediocre, que disfrutar de lo que el d¨ªa inopinadamente nos pueda ofrecer. No es ¨¦ste un gesto "aristocr¨¢tico". En absoluto. Creo que si en algo hay consenso de un tiempo aqu¨ª en este pa¨ªs es en que se ignora lo que sucede en ese ¨¢mbito de la vida. Se vota, desde luego, conmocionan las grandes cuestiones, preocupa la pol¨ªtica del suelo y la vivienda, la sanidad o la educaci¨®n, pero se desconecta de la pol¨ªtica diaria por su vuelo de gallina, su cerebro de caballo, y, en ocasiones, por su ambici¨®n insidiosa y rastrera. Ibarretxe repetir¨¢. ("Se puede facilitar la gobernabilidad en el Pa¨ªs Vasco, pero no formar parte de un Gobierno", El PA?S, 12 junio 2005; Fern¨¢ndez de la Vega, vicepresidenta del Gobierno, ya da por derrotado a Patxi L¨®pez. Al carajo con la alternancia.) Nunca el consenso social, un gesto de mayor¨ªas resulta aristocratizante. De modo que descansemos de la pol¨ªtica y disfrutemos de lo que el d¨ªa nos d¨¦.
Claro que, como al escritor a quien la musa debe pillar trabajando, el placer inesperado debe ser cuidadosamente preparado. Por ejemplo, evitando esa ola de recipientes de pl¨¢stico, duralex y de anodina cer¨¢mica industrial que nos ha invadido hace ya alg¨²n tiempo. Digo. Porque habr¨¢ quien disfrute de ella mientras se toma un caf¨¦ bajo el calor sofocante del asfalto. O, en la noche, de la luz fluorescente y las tabernas sucias con olor a meada. Perfecto. Cada cual tiene su sentido de lo placentero. Aqu¨ª no se hace sino recoger una de las posibles variantes.
Tengo ante m¨ª una reproducci¨®n de un mizusashi japon¨¦s del siglo XVI. El original se encuentra en una colecci¨®n de Tokio. Naturalmente, imposible disfrutar de su tacto. El mizusashi es un recipiente japon¨¦s empleado en la ceremonia del t¨¦ para tomar agua fresca. No es un objeto de decoraci¨®n o de lujo; forma parte del utillaje sencillo y cotidiano que hab¨ªa en cualquier hogar japon¨¦s -asolado tambi¨¦n hoy en parte por la ola del pl¨¢stico-. Es un recipiente sencillo, irregular, imperfecto, blanco vidriado sobre el que se pint¨® una sencilla decoraci¨®n con ¨®xido de hierro representando hierbas o ca?as. Unas simples l¨ªneas insinuadas. Un objeto cotidiano, discreto, pero tan apreciado en la casa, que, si se romp¨ªa, era reparado con laca, en ocasiones mezclada con polvo de oro. Algo corriente, concebido con una finalidad pr¨¢ctica y cuyos "defectos" de forma o textura se consideran una peculiaridad interesante. Y como el mizusashi, tazas de t¨¦, bandejas, fuentes, etc., todos objetos de uso y disfrute. El lejano Oriente es, ya se sabe, origen de la mejor cer¨¢mica.
Somos muchos los que disfrutamos, cuando podemos, de un buen caf¨¦ matutino a la fresca de una terraza callejera mientras leemos el peri¨®dico o cualquier otra cosa, del libro a un cat¨¢logo de motos o de pintura. (Le sugiero Ll¨¢malo sue?o de Henry Roth, escrito en 1934, y para m¨ª reci¨¦n descubierto). Pero no es lo mismo ese caf¨¦ servido en una taza de porcelana industrial, que el servido en una taza delicada, cuidada, tosca o fina, pero agradable al tacto y al contacto con los labios. El caf¨¦, naturalmente, ha de ser de los servidos en una cafeter¨ªa vitoriana, con gran y excelente tradici¨®n cafetera, y en un discreto pero cuidado recinto de su casco medieval. (En el que, por cierto, debe modificarse con urgencia la ley, correspondiente a otra ¨¦poca de droga y alcohol, que impide la instalaci¨®n de cafeter¨ªas pr¨®ximas entre s¨ª. La Catedral, el Artium y la recuperaci¨®n de ese entorno potencialmente excelente, lo requieren).
Hay otros placeres cotidianos, "el interior del ruidoso caf¨¦" Cavafis, que no voy a descubrirles aqu¨ª, porque los conocen perfectamente y disfrutan de ellos, como yo, cuando pueden. Pero vuelvo a la cer¨¢mica: un buen taz¨®n para desayunar cada ma?ana no tiene precio (o unos platos, bandejas y otros artilugios). Hay, sin embargo, entre nosotros una divergencia entre el usuario y el ceramista. El primero es un consumidor compulsivo, estresado e incapaz de sentarse a desayunar con tranquilidad, presa f¨¢cil del pl¨¢stico. Y el segundo se siente esencialmente artista y descuida el elemento pr¨¢ctico de su producto. No siempre. Hay talleres en el Pa¨ªs Vasco que hacen una extraordinaria cer¨¢mica pensada como utensilio de uso cotidiano. Objetos bellos y ¨²tiles al alcance de cualquiera.
Si se desespera usted viendo a Ibarretxe terco y firme el adem¨¢n en los teleberris, siempre podr¨¢ consolarse tomando lentamente agua bien fresca en un cuenco de buena e irregular loza.
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