Ajuste de cuentas
Deb¨² en la realizaci¨®n de uno de los grandes int¨¦rpretes en lengua castellana, el inmenso Federico Luppi (que, con delicadeza, no se reserva ning¨²n rol en la pel¨ªcula), Pasos aborda uno de los temas a los que el cine espa?ol se asoma cada vez con m¨¢s frecuencia (volveremos a verlo en breve en otro de los filmes esperados de la temporada, El Calentito), el de la transici¨®n democr¨¢tica, s¨ªntoma de que los a?os no pasan en balde: es como si hubiera necesidad de contar a las nuevas generaciones con qu¨¦ f¨®rceps naci¨® nuestra democracia contempor¨¢nea. Y si hacemos caso de lo que Luppi (y su guionista, la actriz Susana Hornos) nos cuenta, la cosa fue de ¨®rdago: toda una generaci¨®n de renunciantes, hombres y mujeres que dejaron sus ideales, o que en medio de la carrera cambiaron de caballo por uno m¨¢s confortable, mejor alimentado. Dicho a bote pronto, la emergencia democr¨¢tica como el producto de una generaci¨®n de traidores.
PASOS
Direcci¨®n: Federico Luppi. Int¨¦rpretes: Ana Fern¨¢ndez, Alberto Jim¨¦nez, Susana Hornos, Gin¨¦s Garc¨ªa Mill¨¢n, Eva Cobo, Fabi¨¢n Vena. G¨¦nero: drama hist¨®rico. Espa?a, 2005. Duraci¨®n: 110 minutos.
Hay que agradecerle a Luppi que asuma como propio el discurso del gui¨®n y que lo lleve hasta sus ¨²ltimas consecuencias, pero nada m¨¢s. Porque uno de los problemas que tiene el discurso hist¨®rico convertido en historia cotidiana es justamente el de sus equilibrios: si lo que se pretende es trazar el cuadro humano -y aqu¨ª esa voluntad no falta- de lo que fueron los turbulentos a?os alrededor del abortado intento de golpe de Estado (el origen concreto de la peripecia), sobran traidores y faltan h¨¦roes, o si se prefiere: dif¨ªcilmente vivir¨ªamos donde estamos si todo hubiera sido como la pel¨ªcula cuenta.
Y m¨¢s all¨¢ de alguna impericia propia de un primer filme (que las hay: la interminable secuencia de la comida en la casa de campo es una, por no hablar de la penosa obertura del filme), lo cierto es que lo que m¨¢s se echa en falta en Pasos es una cierta bondad, la comprensi¨®n del narrador hacia sus criaturas; una pietas que haga de los seres que pueblan la vivencia personajes de carne y hueso, cercanos, cre¨ªbles. Casi nunca ocurre as¨ª, y ello es porque en su construcci¨®n se dan todos los t¨®picos imaginables: desde la homosexualidad culpable del poderoso del lugar hasta el maltrato contra una mujer, desde el t¨ªo que renuncia a sus ideales para poder ?jugar en bolsa!, hasta quien se conforma minti¨¦ndose un poquito cada d¨ªa que pasa...
Al final, Pasos se asemeja m¨¢s a un airado ajuste de cuentas que a la narraci¨®n equilibrada, ponderada, de un proceso hist¨®rico complejo. Un ajuste de cuentas al que le sobra ira y le falta equilibrio; que abusa del t¨®pico y que, a la postre, desperdicia el ¨ªmprobo esfuerzo de los actores para hacer cre¨ªbles a unos personajes entre la verg¨¹enza y la caricatura.
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