Infelicidad
EN EL cap¨ªtulo final de su libro, Despu¨¦s de la teor¨ªa (Debate), el sagaz e ir¨®nico cr¨ªtico brit¨¢nico, Terry Eagleton, hace unas sorprendentes reflexiones, para un marxista convencional, acerca de "la muerte, el mal y el no ser". Es cierto que cualquier lector de Eagleton, todo lo de izquierdas que se quiera, sabe que no se trata de un ide¨®logo convencional, sino que se ha caracterizado por su independencia o, lo que es lo mismo, por pensar al margen o enfrente de las modas y, en especial, las del batiburrillo llamado "posmoderno". De todas formas, no voy a entretenerme aqu¨ª en glosar los muy ajustados dardos que, a lo largo del citado libro, lanza Eagleton contra los dogmas del posestructuralismo o del neoliberalismo, sino precisamente lo que dice al final acerca del vac¨ªo y la ansiedad que aterrorizan hoy a los banales fundamentalistas de la felicidad, que cifran la inmortalidad en algo tan fr¨¢gil y aleatorio como la posesi¨®n de cosas y de semejantes.
Desde una perspectiva muy distinta, y perteneciendo ¨¦l mismo a una generaci¨®n anterior, el fil¨®sofo espa?ol Emilio Lled¨® ha publicado, casi simult¨¢neamente, el libro titulado Elogio de la infelicidad (Ediciones Cuatro), en el cual, al hilo de la historia y la literatura griegas, nos lleva al meollo significativo de los t¨¦rminos que fundan nuestras palabras actuales, aunque la mayor parte de ellas hayan perdido el sentido original que ilumin¨® hace siglos nuestra existencia. Desde luego, cuando Emilio Lled¨® arremete contra la felicidad no lo hace como un sombr¨ªo aguafiestas, sino que nos recuerda c¨®mo nuestros ancestros comprendieron pronto que, en efecto, el bienestar personal basado en las propiedades materiales y el dominio pol¨ªtico distaba mucho del "bien-ser", aunque esta conquista sea menos simple y m¨¢s ardua que aqu¨¦lla.
En todo caso, ?no es curioso que en el mundo actual, tan atiborrado de cosas, coincidan dos pensadores, uno mirando a la antigua Grecia y el otro al rampante capitalismo globalizado de hoy, en el irrealismo desesperanzador de una sociedad que lo tiene todo menos lo fundamental, que son los valores?
"Si nos acostumbramos a ser inconformistas con las palabras", afirma Lled¨®, "acabaremos siendo inconformistas con los hechos. Ambas actitudes son, sin embargo, formas de libertad". "Nunca podemos llegar a un despu¨¦s de la teor¨ªa", dice, por su parte, Eagleton, "en el sentido de que no puede haber ning¨²n ser humano reflexivo sin ella. Simplemente podemos quedarnos sin determinados estilos de pensamiento a medida que nuestra situaci¨®n va cambiando". Pero el origen etimol¨®gico del t¨¦rmino teor¨ªa significa "visi¨®n", que no es s¨®lo lo que tenemos delante de nuestros ojos, como la felicidad tampoco es lo material que nos acompa?a a la tumba como un suntuoso ajuar funerario. Una imagen o una palabra sin aparente utilidad son siempre un pasaporte m¨¢s fiable para la inmortalidad, no porque sean talismanes para evitar el dolor o la muerte, sino para celebrar la alegr¨ªa de la libertad, el ¨²nico patrimonio del hombre.
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