La rebeli¨®n ciudadana
La distancia cada d¨ªa mayor que existe entre la clase dirigente y el pueblo llano, que tiene m¨²ltiples manifestaciones -desde el desinter¨¦s por los temas institucionales hasta la impugnaci¨®n de la pol¨ªtica- amenaza con convertirse en ruptura total y definitiva. Ahora bien, en una comunidad incluso en fases de baja marea pol¨ªtica, pueden coincidir una profunda apat¨ªa por la pol¨ªtica convencional con fuertes movilizaciones populares. El ejemplo m¨¢s patente nos lo ofrecieron las manifestaciones por la paz por la guerra de Irak, donde millones de ciudadanos se lanzaron a la calle pidiendo el cese inmediato de las hostilidades, y donde en los pa¨ªses de la Europa central y oriental, cuando los gobernantes decidieron enviar tropas a Irak, la opini¨®n p¨²blica, en proporciones abrumadoras entre el 75 y el 85%, se declar¨® contra la guerra.
Esta misma voluntad popular de producirse con absoluta autonom¨ªa de gobiernos y de partidos, es la que encontramos en la contestaci¨®n de Seattle, G¨¦nova y Porto Alegre, y cuyo eco resuena en los referendos franc¨¦s y holand¨¦s. Pues mientras la gran mayor¨ªa de la clase pol¨ªtica y del aparato medi¨¢tico se pronunciaba por el s¨ª, gan¨® el no y sobre todo conquist¨® una legitimidad de la que parec¨ªa alejad¨ªsimo. Entre las m¨²ltiples razones que se han apuntado para que as¨ª sucediera, la m¨¢s obvia ha sido la precariedad econ¨®mica y laboral, en especial el paro, hasta el punto de que ha podido establecerse una correlaci¨®n entre regiones de elevado desempleo y fuerte porcentaje del no. Val¨¦ry Giscard d'Estaing, que prepar¨® el Tratado Constitucional, ha publicado en Le Monde un largu¨ªsimo alegato pro domo sua en el que se ratifica en la opci¨®n y propuestas y atribuye el rechazo a la torpeza del Presidente Chirac en la gesti¨®n del refer¨¦ndum y a la obstinaci¨®n de este en incluir la tercera parte, en los t¨¦rminos de una consulta referendaria, que es incapaz de entrar en una evaluaci¨®n de los mismos. Los planteamientos t¨¢cticos de personalidades y partidos de cara a las elecciones presidenciales de 2007 y la ausencia de un gran proyecto global susceptible de dinamizar las voluntades pol¨ªticas europeas, le parecen a Giscard menores en relaci¨®n con los dos grandes obst¨¢culos con los que tropieza en Francia el s¨ª a Europa, a saber el miedo y la desconfianza de los franceses. Estos escollos evocados un tanto despectivamente por el presidente Giscard olvidan que el paro en Francia no logra bajar del 10 % y que la precariedad de los puestos de trabajo es una amenaza con la que se tropieza en todas las esquinas. En esta situaci¨®n ?qu¨¦ puede ser m¨¢s natural que tener miedo a perder el empleo que a¨²n se tiene o a no conseguir el trabajo que se busca y no se encuentra? Por ello hay que calificar de inaceptable y c¨ªnica la soluci¨®n que consiste en pedir a los trabajadores que aumenten su productividad y que se esfuercen por ser m¨¢s competitivos. La competencia situada en el coraz¨®n mismo del Tratado constitucional, al hacer de la rivalidad el principio fundamental de su acci¨®n no s¨®lo constituye el antagonismo entre actores econ¨®micos como la raz¨®n de ser del capitalismo de mercado sino que decreta, qui¨¦rase o no, la guerra econ¨®mica de todos contra todos.
Ese miedo de que acusa el se?or Giscard d'Estaing a las clases populares que han votado no en el refer¨¦ndum tiene tambi¨¦n mucho que ver con el hecho por una parte de que cada vez es m¨¢s frecuente trabajar sin conseguir vivir por encima del umbral de la pobreza (en Francia son cerca de tres millones de personas, sobre todo mujeres) y por otra que la generalizaci¨®n del sistema americano del workfare parece imparable en Europa. ?ste consiste en imponer a quien busca un empleo, pr¨¢cticamente cualquier tipo de trabajo, convenga o no a sus capacidades, so pena de perder todo tipo de ayuda social del Estado. En la d¨¦cada de los noventa, con este nuevo dispositivo ya en marcha ha aumentado el porcentaje de pobreza y no se ha impedido la degradaci¨®n real de las condiciones de vida, cuidadosamente ocultas tras el velo de las estad¨ªsticas oficiales de producci¨®n y crecimiento globales recogidas en las cuentas de las contabilidades nacionales. Frente a esta falsificaci¨®n reiterada y sistem¨¢tica ha habido reacciones que han intentado acercar la presentaci¨®n cifrada de la realidad econ¨®mica a la apreciaci¨®n y esperanzas efectivas de los ciudadanos. Y as¨ª, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) lleva 15 a?os proponiendo una presentaci¨®n totalmente distinta de la producci¨®n y distribuci¨®n de la riqueza en el mundo privilegiando los aspectos cualitativos y humanos. De la misma manera que el grupo de economistas postcapitalistas intenta sustituir la categor¨ªa competencia por la de emulaci¨®n. Rebeli¨®n ciudadana y voluntad del movimiento social es lo ¨²nico que puede sacarnos del atolladero.
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