La Bienal de Venecia confirma la fuerza expresiva del videoarte
Exposiciones y pabellones nacionales acogen todo tipo de creaciones audiovisuales
Tras haberse consolidado como uno de los medios privilegiados por los artistas contempor¨¢neos, el v¨ªdeo ha conseguido normalizar su situaci¨®n en el ¨¢mbito expositivo. As¨ª lo confirma la Bienal de Venecia, donde las diferentes expresiones de la creaci¨®n audiovisual est¨¢n ampliamente representadas, sin llegar a hartar al visitante. Hay v¨ªdeos, pel¨ªculas y proyecciones por doquier.
La noticia es que ya nadie se queja: finalmente, el p¨²blico ha conseguido asimilar su presencia. El videoarte est¨¢ presente en las exposiciones comisariadas, en los pabellones nacionales e, incluso, por la noche hay una videoinstalaci¨®n de Fabrizio Plessi que proyecta sus olas electr¨®nicas por toda la laguna.
Parecen haber pasado siglos desde la Bienal de Venecia de 2001, dirigida por Harald Szeemann. Entonces la gente terminaba el recorrido casi escapando del asedio audiovisual, de la misma forma en que la sevillana Pilar Albarrac¨ªn -en el v¨ªdeo Viva Espa?a- huye de la persecuci¨®n de los estereotipos, representados por una banda de m¨²sicos que la sigue al son de un pasodoble. En la exposici¨®n de Rosa Mart¨ªnez en el Arsenale, las proyecciones mismas se encargan de establecer el ritmo de la visita, empezando por el elegante minimalismo de la bangladesh¨ª Runa Islam, en un crescendo de emociones donde tienen cabida el descarnado realismo de Regina Jos¨¦ Galindo, (premio a la artista joven), la angustia de los rituales colectivos de Stephen Dean y el desparpajo de las performances de Leigh Bowery.
Las proyecciones asoman entre las estructuras de John Bock, se mezclan con los delicados dibujos de la paquistan¨ª Shahzia Sikander o integran al visitante en su din¨¢mica, como en la instalaci¨®n de la brasile?a Valeska Soares. Todo puede convertirse en pantalla, incluso unas cajas de cart¨®n que obligan a los espectadores a entrechocar sus cabezas para descubrir breves escenas sexuales, llenas de iron¨ªa y humor negro, firmadas por el colectivo moscovita Blue Noses. Una proyecci¨®n permite al griego Nikos Navridis convertir el suelo en una alfombra m¨¢gica multicolor que, tras una mirada m¨¢s suspicaz, resulta estar formada por basura. Es un ejemplo m¨¢s de c¨®mo el medio audiovisual consiente a los artistas modificar la realidad.
Nada es lo que parece: los hombres jadeantes grabados por Zwelethu Mthethwa est¨¢n levantando pesas y no haciendo el amor, como cree la mayor¨ªa de espectadores. La obra forma parte de la exposici¨®n de Mar¨ªa de Corral, junto a una amplia selecci¨®n de obras audiovisuales: desde un t¨²nel de bolsitas de t¨¦ y minimonitors de la cubana Tania Bruguera hasta un v¨ªdeo del barcelon¨¦s Perejaume, que propone una in¨¦dita visualizaci¨®n de las telas de Gustave Courbet.
Y es un v¨ªdeo la obra m¨¢s controvertida de la bienal: un tr¨¢iler de una pel¨ªcula inexistente de Gore Vidal sobre Cal¨ªgula, donde las escenas de sexo expl¨ªcito dejan paso a una secuencia casi subliminal del rostro del Papa. La obra es del italiano Francesco Vezzoli, una de las grandes esperanzas del arte italiano, a quien se debe tambi¨¦n uno de los proyectos sat¨¦lites de la bienal, la Trilog¨ªa de la muerte (Isola di San Giorgio), que mezcla el homenaje a Pier Paolo Pasolini con la cr¨ªtica de los reality shows.
Nunca antes hubo tantas obras audiovisuales en los pabellones nacionales. En el de Canad¨¢, Rebecca Belmore proyecta una pieza donde lucha contra la fuerza del agua, en una pantalla que se divisa tras una especie de cascada,mientras que Hans Schabus ha ocultado el pabell¨®n de Austria de Josef Hoffmann en el interior de una monta?a, llena de laber¨ªnticas escaleras que conducen a la proyecci¨®n de un paisaje nevado. Polonia y Holanda apuestan directamente por dos pel¨ªculas, con su estructura narrativa linear y sus horarios de proyecci¨®n.
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