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Reportaje:JOS? MONLE?N

La conciencia del teatro

Hombre de pensamiento libre, disidente, dramaturgo reconocido con un Premio Nacional, director de la revista 'Primer Acto', del Festival Madrid Sur, del Instituto de Teatro del Mediterr¨¢neo? A sus 78 a?os, Monle¨®n personifica la pasi¨®n y fuerza del teatro m¨¢s comprometido.

Juan Cruz

Mientras habl¨¢bamos en su estudio de luz clar¨ªsima, sobre una de las zonas urbanas m¨¢s transitadas de Madrid, anotamos dos palabras: sabor e ingenuidad. Fue por lo que iba diciendo, c¨®mo lo iba diciendo. Enseguida nos cont¨® la historia que le abri¨® los ojos -un ni?o hijo de rojo mirando asombrado un fusilamiento- y le imaginamos reciclando toda la vida la amargura de ese recuerdo? La ingenuidad es su fuerza: sin ella hubiera sido imposible desarrollar la tarea tit¨¢nica de mantener desde 1957 hasta ahora una revista de teatro en Espa?a. Y sin esa ingenuidad con la que le da sabor y esperanza a su vida le hubiera resultado tambi¨¦n imposible mantener su fe en el porvenir de su pasi¨®n: la divulgaci¨®n del teatro como m¨¦todo para entender el sufrimiento y la creatividad del mundo. Todo lo que dice al respecto lo traslada como si lo estuviera saboreando, y no hay amargura ninguna en los sabores que transmite de su larga experiencia, ni siquiera hay en su esp¨ªritu, ni en su palabra, el m¨¢s ligero resquemor, como si el rencor, esa planta que crece tan f¨¢cilmente con la experiencia, no formara parte de su estado biogr¨¢fico.

Ha viajado Monle¨®n por todo el mundo -y sobre todo por el Tercer Mundo- divulgando su pasi¨®n por el teatro, tratando de convencer a los que le escuchan de que lo que en algunos sitios -como en Espa?a- se trata como un medio cultural que puede arrinconarse, y se arrincona, sirve para aliviar la conciencia del pasado, la incertidumbre del futuro. El otro d¨ªa, a mediados de mayo, en Casablanca (Marruecos), sus compa?eros de una expedici¨®n cultural de solidaridad por los atentados que hab¨ªan sufrido marroqu¨ªes y espa?oles all¨ª y en Madrid, le eligieron como portavoz de su mensaje, y ¨¦l se levant¨® con la dificultad de sus muletas, ayudado por su hija ?ngela, y, c¨®mo no, les habl¨® a los concurrentes de teatro, de un teatro peculiar: les dijo que cuando ¨¦l era chico comprobaba en las fiestas de moros y cristianos de su pueblo que hab¨ªa muchos m¨¢s que quer¨ªan ser moros? Su sitio est¨¢ en la disidencia, es un extra?o en cualquier lugar donde se siente c¨¢tedra de dogmatismo, y durante a?os, dice en esta entrevista, tambi¨¦n se sinti¨® extra?o en su pa¨ªs, donde ahora por fin se acomoda? Su casa: es un piso alt¨ªsimo en la calle de Cartagena, la luz entra por todas partes; su mesa de trabajo est¨¢ ordenada pero llena de papeles, muchos de su intensa tarea como director del Instituto Internacional de Teatro del Mediterr¨¢neo, una de sus creaciones. Detr¨¢s de ¨¦l hay un recuerdo que imagino que atesora entre los muchos que deben poblar esta casa que parece una patena; cuando su mujer, Oliva, nos ense?a los vericuetos que llevan al servicio y tenemos ocasi¨®n de volver a ver su casa de siempre, comprobamos algo que es consustancial con Monle¨®n -con los Monle¨®n—: la sobriedad, como si en las paredes, en los suelos y mesas estuviera la pasi¨®n que Jos¨¦ tiene por quedarse con lo esencial, y lo esencial est¨¢ en su mente, ¨¦sta est¨¢ superpoblada. Ah, y ese recuerdo que atesora es un dibujo de su amigo Rafael Alberti, una m¨¢scara que tambi¨¦n nos lleva al teatro. Por esa pasi¨®n -y por la revista, que es Primer Acto, naturalmente- le acaban de otorgar el Premio Nacional de Teatro. Despu¨¦s de hablar, y de transcribir, Monle¨®n nos envi¨® una carta de precisiones que revela tambi¨¦n el esp¨ªritu con el que ha querido conciliar la amabilidad con la concreci¨®n; siempre est¨¢ atento, est¨¦ sentado o viajando, haciendo gestiones; ni su salud quebrada ni sus a?os (naci¨® en 1927, en Tavernes de Valldigna, Valencia) le han quitado un ¨¢pice de su pasi¨®n por conectar a la gente, por conectar con la gente; no es un director de teatro, en sentido figurado, sino un productor de teatro; por ¨¦l se han hecho, se hacen, muchas cosas?

Y en esa carta de precisiones nos dec¨ªa cosas como ¨¦stas, por si no nos hubieran quedado claras: "1. Que el infierno, el estalinismo, y, ahora, el terrorismo son tres calamidades s¨®lo superadas por el uso que se ha hecho o se hace de ellas para establecer una cultura del temor. 2. Que mi posici¨®n de disidente no supone ninguna queja personal. A ella le debo grandes amigos, viajes por medio mundo, mucha vida, experiencias gratificantes y, tambi¨¦n, muchos reconocimientos puntuales en mi pa¨ªs. Se trata de una situaci¨®n hist¨®rica, compartida con muchos espa?oles, a la que he respondido sin ning¨²n victimismo y con ¨¢nimo de concordia. 3. Que mi inter¨¦s por Latinoam¨¦rica sigue vivo. Precisamente ahora me voy a Montevideo y luego a Buenos Aires para dar unas conferencias y presentar el libro de Atahualpa del Cipo, amigo y gran director uruguayo. Por favor, que mis palabras, referidas al encuentro con Am¨¦rica Latina, en los a?os sesenta, no suenen nunca a generalizaci¨®n. 4. Que mis dos hijas, ?ngela y Elena, han sido decisivas, desde hace a?os, para que yo pueda seguir trabajando". Y nos enviaba algunos libros fruto de su actividad que no ha tenido pausa. Y ¨¦sta fue nuestra conversaci¨®n.

?C¨®mo est¨¢ y c¨®mo le va?

Estoy todo lo bien que se puede estar a mi edad. Y me ha ido muy bien porque he estado muchos a?os en los que no sab¨ªa si ten¨ªa raz¨®n, si ten¨ªa un sitio o no en este pa¨ªs. Muchas veces he sentido, como muchos de mi generaci¨®n, que iba a tener la biograf¨ªa marginal del que est¨¢ a contramano, y lo importante es que a mi edad me he sentido de nuevo en el pa¨ªs, tengo la sensaci¨®n de que formo parte de ¨¦l, que me puedo dejar o¨ªr, y para m¨ª esto supone una gran emoci¨®n. De ni?o me llevaron a ver fusilar a una persona [en la Guerra Civil], y, desde entonces, de manera instintiva me he sentido fuera del pa¨ªs porque yo no quer¨ªa pertenecer a un lugar en el que se explicara que era l¨®gico que se fusilara y se llevara a los ni?os a verlo.

?C¨®mo fue eso?

Yo estaba en un pueblecito republicano, Llans¨¢, en la frontera francesa. Llegaron los nacionales, un pobre soldado vino diciendo que buscaba rojas; yo estaba en mi cama, y entr¨® en mi habitaci¨®n. Mi madre estaba all¨ª, con un quinqu¨¦, y el soldado no encontr¨® a las rojas que buscaba, as¨ª que sigui¨® su camino, por varias casas, hasta que top¨® con una chica a la que ¨¦l consider¨® roja; dijo que la llevaba al cuartelillo y luego la viol¨® en la misma plaza. Las mujeres del pueblo fueron a ver a Camilo Alonso Vega, el que mandaba a aquellos soldados, para decirle que c¨®mo era eso, ellos que dec¨ªan defender a Dios y al orden? Y el t¨ªo hizo un consejo de guerra al soldado y al cuarto de hora lo condenaron a muerte. Lo llevaron al pueblo a fusilarlo y nos llevaron a verlo? El teniente que mandaba el piquete de ejecuci¨®n dijo que era un compa?ero maravilloso que hab¨ªa arriesgado su vida por Espa?a, pero hab¨ªa cometido un error e iban a fusilarlo aun reconociendo que era un h¨¦roe del Ej¨¦rcito. Entonces el pobre muchacho baj¨® de un cami¨®n, le pusieron un pa?uelo y le dieron cuatro tiros. Cay¨® all¨ª y lo cubrieron con la bandera nacional, y se lo llevaron como un h¨¦roe al cementerio. Yo ten¨ªa siete u ocho a?os y creo que estoy marcado por esa experiencia?

?Y qu¨¦ hac¨ªa usted en Llans¨¢?

Mi padre era telegrafista. Estaba destinado a Port Bou, que estaba cerquita, y la familia se qued¨® en Llans¨¢. All¨ª vi c¨®mo algo cruel se disfrazaba de l¨®gica.

?Qui¨¦n era aquella muchacha?

La hija de un pescador. Se llamaba Lola. Curiosamente, despu¨¦s estuvo en casa, ayudando. Yo all¨ª viv¨ªa la brutalidad de la guerra, la evidencia de una especie de falta de l¨®gica, una humanidad mal explicada. Al final, cuando entraron los nacionales y nos explicaron qu¨¦ hab¨ªa pasado, tuve la sensaci¨®n de que la realidad no se correspond¨ªa con lo que nos dec¨ªan, y esa idea la he tenido siempre luego. Las cosas eran de una manera y se contaban de otra. Y ahora, desde el 14 de marzo [de 2004, fecha de las ¨²ltimas elecciones generales en Espa?a], tengo la sensaci¨®n de que al fin hablo con tranquilidad, que me siento integrado en mi pa¨ªs. Es como si, sin ser de ning¨²n partido ni ocupar cargo oficial, por fin me representara un Gobierno. Y eso nunca me hab¨ªa pasado.

Cu¨¦ntenos m¨¢s de aquella infancia.

Viv¨ª la guerra, estuve en los refugios; sal¨ªa cuando bombardeaban, sin permiso de los padres, y nos met¨ªamos en una barquita a buscar los peces que flotaban muertos donde hab¨ªan ca¨ªdo las bombas. Vi clara la violencia, mi padre estuvo en la c¨¢rcel un tiempo. Aquella experiencia me ha marcado y me ha impedido asumir la vida como una normalidad. Siempre he tenido el sentimiento de que alguien me estaba enga?ando como con el fusilamiento. En realidad, mi vocaci¨®n por el teatro ha sido consecuencia de mi idea de que a trav¨¦s de la m¨¢scara que es el teatro se puede descubrir la realidad.

?De d¨®nde ven¨ªan sus padres?

Mi padre era valenciano. Un matrimonio normal. Cuando empez¨® la guerra, a mi padre lo trasladaron a Marruecos. Yo hab¨ªa tenido un t¨ªo importante, que hab¨ªa sido embajador de la Rep¨²blica en Marruecos, y de ¨¦l fue la idea de sacarnos de la guerra. Esto tambi¨¦n me marc¨®: en Marruecos vi velos, mujeres con la frente pintada, fui a una escuela francesa, un mundo distinto que tambi¨¦n me ha hecho mirar mi pa¨ªs sin tener la tentaci¨®n de apropi¨¢rmelo indebidamente. Estuvimos un a?o all¨ª. Son experiencias que han contribuido a que no me crea todas las doctrinitas con las cuales se nos quiere trasladar la idea de que el mundo se explica como una cosita clara y comprensible.

?C¨®mo vive un ni?o la entrada de su padre en la c¨¢rcel?

Fue duro. Mi padre era un hombre pobre. Lo condenaron por la personalidad pol¨ªtica de su hermano. Mi t¨ªo se hab¨ªa ido de Espa?a y buscaban un culpable que pagara por ¨¦l. Estuvo un par de a?os en la prisi¨®n de Gerona. Recuerdo que los ni?os con padres en la c¨¢rcel nos junt¨¢bamos cada vez que se o¨ªa que iban a fusilar a alguien. ?bamos al cementerio: si hab¨ªan abierto fosa com¨²n, habr¨ªa fusilamientos. Y volv¨ªamos y les dec¨ªamos a nuestras madres: "Madre, hoy hay fosa", o "Madre, hoy no?".

La guerra le dej¨® un trauma?

Yo no lo llamo as¨ª, esa palabra tiene un sentido negativo. La guerra a m¨ª me abri¨® los ojos. A los ni?os de mi edad nos pasaron muchas cosas en poco tiempo, y terminamos sabiendo lo que otros han tardado mucho en saber.

Su vocaci¨®n teatral tiene su ra¨ªz ah¨ª, es muy seria. ?Para qu¨¦ le sirve?

Me sirve para buscarle sentido a todo. Toda mi vida ha sido en busca de un sentido. Como dicen, lo interesante es llegar a ser lo que uno es antes de morirse. En la medida en que uno no puede construirse, yo al menos creo que uno debe construirse el pensamiento que corresponde a la vida que uno quiere. Eso es lo que he hecho, en el teatro, en la pol¨ªtica, en lo que escribo.

Cuando acab¨® la guerra, ese desplazamiento que dice que siente como ser humano debi¨® acentuarse?

Un poquito antes de empezar la guerra en Valencia yo iba a un colegio que se llamaba Serrano Morales. All¨ª me ense?aron a cantar la Internacional, nos hicieron de la Joven Guardia, esas cosas. Cuando llegu¨¦ a Llans¨¢ nos junt¨¢bamos ya ni?os con ni?as, jug¨¢bamos a prendas, ten¨ªamos relaciones peligrosas. Y cuando entran los nacionales nos esconden de las chicas y nos dicen que todo est¨¢ prohibido. Yo llevaba en la camisa cinco flechas grandes porque mi padre estaba detenido; mi pobre madre me dec¨ªa: "Ponte las flechas, porque as¨ª es mejor, por si te dicen que eres hijo de un rojo; t¨² lleva las flechas?". En ese tiempo viv¨ªamos esas contradicciones. Cuando entran los nacionales, nos llevan a misa, hacen tabla rasa de lo anterior, como si no hubiera pasado nada. De entonces recuerdo haber ido a coger albaricoques a un huerto ajeno; nos los met¨ªamos en la camisa, hasta que ven¨ªa el due?o a corrernos, y yo gritaba: "?Todo es de todos!", que fue lo que me ense?aron en el colegio. Imag¨ªnate ese grito con los nacionales ya entre nosotros. Vivimos esa frustraci¨®n, la sensaci¨®n de que acaba una vida terrible pero abierta, y empieza otra de enclaustramiento. Al final de la guerra cog¨ªamos fusiles, fabric¨¢bamos balsas con los neum¨¢ticos, y jug¨¢bamos, y de pronto se acab¨® todo, fin de la historia, fin del juego. Hace a?os, ya adulto, recuerdo que volv¨ªamos de M¨¦xico, todos vestidos de mexicanos. ?Y llegamos aqu¨ª el d¨ªa que hab¨ªan matado a Carrero Blanco?! Me acuerdo que ¨ªbamos en la furgoneta y dijo [el director teatral sevillano Salvador] T¨¢vora: "La cosa est¨¢ muy fea. Como nos vean as¨ª, van a pensar que somos nosotros los autores. Habr¨¢ que ponerse de gris para no llamar la atenci¨®n". Recuerdo que dentro de la furgoneta nos fuimos quitando esas prendas de libertad, nos ¨ªbamos quitando la alegr¨ªa para vestirnos de gris y de ese modo no llamar la atenci¨®n. Pues algo as¨ª fue para m¨ª en la Guerra Civil la entrada de los nacionales en el pueblo.

?Y cu¨¢ndo se quit¨® usted las flechas?

Primero, cuando sali¨® mi padre de la c¨¢rcel, y despu¨¦s, cuando me di cuenta de que ya no ten¨ªa que dar explicaciones a nadie. Y cuando volv¨ª a mi pueblo, a Tavernes de Valldigna, ya no era el hijo del telegrafista, sino el de Monle¨®n, el rojo que estuvo en la c¨¢rcel. As¨ª que cuando vuelvo al pueblo regresan las flechas a mi camisa, para crear otra vez la m¨¢scara. "Es el hijo del rojo, pero ¨¦l lleva flechas".

Esa m¨¢scara tiene que dejar huella?

Te da una idea de que en la sociedad va mucha gente enmascarada. Ese es el principio del teatro, por otra parte. Los actores tienen que representar lo que todo el mundo lleva dentro y nadie quiere ense?ar. Si las personas fu¨¦ramos como las m¨¢scaras pintan no habr¨ªa guerra en Irak ni miles de ni?os morir¨ªan de hambre. Da la sensaci¨®n de que estamos viviendo en un carnaval enmascarado donde la gente disfraza lo que realmente es en aras de mantener el poder o lo que sea.

Debi¨® de ser dif¨ªcil esa simulaci¨®n de la posguerra?

Por el Imperio hacia Dios, Tercer A?o Triunfal, Desfile de la Victoria? Ten en cuenta que cuando uno se pone una m¨¢scara se habit¨²a a llevarla, y ahora ya vivo sin tener que disimular. Durante la larga posguerra, escrib¨ªa mis art¨ªculos en Triunfo, manten¨ªa una postura cr¨ªtica y de vez en cuando me llamaban la atenci¨®n. Hasta que un d¨ªa me llamaron a la Direcci¨®n General de Seguridad y me prohibieron ir a la hemeroteca. ?No quer¨ªan que en Triunfo escribiera sobre cosas que se dijeron en la inmediata posguerra! Veinte a?os despu¨¦s, eso que yo rescataba era sonrojante para el propio r¨¦gimen?

Pero, como dec¨ªa Brecht, tambi¨¦n se cant¨® en los tiempos sombr¨ªos?

Era muy dif¨ªcil cantar. Todo aquello se pod¨ªa soportar porque se sab¨ªa que todo el mundo estaba simulando. Y la percepci¨®n que yo ten¨ªa era que yo no era m¨¢s simulador que los dem¨¢s. Tuve la idea clara de que mucha gente se compraba la camisa azul y se hac¨ªa falangista porque eso funcionaba. La gente teatraliz¨® su rol en su propio beneficio. Hubo algunos, escritores, poetas, que tuvieron la honestidad de intentar manifestarse sin m¨¢scara. Un d¨ªa estaba leyendo en la biblioteca de la Universidad, mientras estudiaba Derecho, y lo que le¨ªa era Platero y yo. "?Leyendo el libro de un rojo!", grit¨® el profesor de Hacienda, poni¨¦ndome como ejemplo de perversi¨®n. Juan Ram¨®n una especie de verdugo y yo un cabr¨®n que le le¨ªa?

?Y c¨®mo evolucion¨® bajo el franquismo?

Iba al teatro, en Valencia, y vi dos obras que me abrieron los ojos: esta gente piensa como yo. Eran Historia de una escalera, de Buero, y La muerte de un viajante, de Miller. Muchos de mi generaci¨®n somos hijos de La muerte de un viajante. Esta obra me reafirm¨® en la idea de que la historia es una cr¨®nica ideol¨®gica bajo la cual hay una realidad que se suele esconder. Con esa idea he hecho el Instituto Internacional del Teatro y con esa idea me sigo moviendo? En este baile de disfraces que es el teatro se puede seguir una historia que jam¨¢s podr¨ªas seguir oyendo a los jefes de Estado o a los que explican la historia. As¨ª fui sabiendo yo qui¨¦n era, y qui¨¦n iba a ser, bajo el franquismo.

?Qu¨¦ pasaba en Espa?a cuando usted llega a esa conclusi¨®n?

Hay una serie de personas que no conozco, pero que est¨¢n en mi onda, en los a?os cincuenta. Entonces intento establecer un espacio de comunicaci¨®n. Llego a Madrid, me meto en la Escuela de Cine y r¨¢pidamente conozco a una serie de personas, Mart¨ªn Patino, Picazo, Font?, todos con un sentimiento similar en cuanto a lo que sucede. Madrid me ayuda, justamente, a afirmar mi posici¨®n, y as¨ª me di cuenta de que pertenezco a un pa¨ªs que est¨¢ dentro de otro. Era un pa¨ªs que de todos modos le ped¨ªa al Estado que le ayudara a seguir adelante. A m¨ª nunca se me ha ocurrido ning¨²n proyecto que me d¨¦ dinero, siempre que me he lanzado a cualquier cosa lo he hecho pensando en el inter¨¦s p¨²blico, no en el m¨ªo. As¨ª que hab¨ªa que buscar c¨®mplices en la Administraci¨®n que pensaran que lo que planteabas era ¨²til para el p¨²blico. Eso no era f¨¢cil en aquel momento y en aquel pa¨ªs?

Usted se las quit¨®, pero las flechas segu¨ªan?

S¨ª, pero ya hay otra gente: Carlos Mu?iz, Domingo Miras? En 1957 entr¨¦ en Triunfo; all¨ª le hac¨ªa entrevistas a Jorge Mistral, a Carmen Sevilla, hasta que le pido a [su director] Jos¨¦ ?ngel Ezcurra, que es un gran amigo, que me deje hacer la secci¨®n teatral. La hago en forma de pies de fotos, que cada vez van teniendo m¨¢s intenci¨®n, e iban siendo m¨¢s largos. Triunfo va tomando cada vez posiciones m¨¢s compartidas por un sector progresista de la sociedad teatral, hasta que le planteo a Jos¨¦ ?ngel hacer una revista separada, una teatral. E hicimos Primer Acto; Ezcurra puso su carnet de periodista, pues yo no lo ten¨ªa. Y ah¨ª sigue Primer Acto? Mi posici¨®n no era decir si una obra de teatro estaba bien o estaba mal, sino por qu¨¦ suced¨ªa, a qu¨¦ ven¨ªa la historia que contaba. Eran preguntas, y siguen siendo preguntas. Por eso la gente dec¨ªa que yo era un intelectual metido a cr¨ªtico, y es que yo siempre he pensado que ante el teatro, como ante la vida, hay que hacerse todas las preguntas?

?C¨®mo era esta capital del franquismo cuando usted lleg¨®?

Vine a un colegio mayor cuyo jefe de estudios era [Juan Jos¨¦] Ros¨®n, que luego ser¨ªa ministro de Su¨¢rez, pero que entonces formaba parte de los que se hab¨ªan picado con el falangismo; el director tambi¨¦n era falangista. Y era de Valencia, hab¨ªa estudiado conmigo el bachillerato. Yo no ten¨ªa dinero para pagarme la estancia, pero ¨¦l me dijo que me pasar¨ªa el recibo pero har¨ªa la vista gorda. Y as¨ª llegu¨¦ y me qued¨¦. Era una Espa?a muy elemental, una ciudad muy gris, y muy elemental?

'Triunfo' se recuerda como un elemento decisivo en la Espa?a que se abre?

S¨ª, all¨ª se gener¨® una especie de humanismo cr¨ªtico, como el de Miret Magdalena, gente de buena fe que cre¨ªa que la dictadura no era buena. Nos gustaba mirar y decir lo que no nos gustaba. Y hubo una convivencia de actitudes pol¨ªticas, ideol¨®gicas, algunas defendidas con talento, como el caso de V¨¢zquez Montalb¨¢n, y otras, entre las que incluyo las m¨ªas, que eran una respuesta vital, una reacci¨®n: por qu¨¦ no nos dejan leer esto, por qu¨¦ nos proh¨ªben lo otro?

?Usted nunca fue de partido?

Nunca. A veces me ped¨ªan los del partido comunista que fuera a hablar a algunos actos. Iba, daba mi discurso, y luego me daban el billete, si iba fuera, y me marchaba a casa. Colaboraba con ellos, pero estaba fuera.

?Cu¨¢l era el papel de Jos¨¦ ?ngel Ezcurra en 'Triunfo'?

Era clave. La suya era una familia pr¨®xima al franquismo, as¨ª que era considerado del sistema, pero a base de consolidar convicciones constituy¨® una plataforma de oposici¨®n. Y lo que hizo Triunfo fue oponerle al franquismo, a su cultura, otro modo de ver las cosas?

?Y Haro Tecglen?

Era una persona que nos mereci¨® mucho respeto; ten¨ªa el papel m¨¢s dif¨ªcil, la cr¨®nica pol¨ªtica. Ten¨ªa el talento de utilizar ejemplos de la pol¨ªtica europea para hablar directamente de lo que ocurr¨ªa en la pol¨ªtica espa?ola. Era la ¨²nica persona que en este pa¨ªs hablaba de la pol¨ªtica espa?ola en t¨¦rminos pol¨ªticos. Los dem¨¢s lo hac¨ªamos a base de alegor¨ªas, y aquello a Haro le dio gran autoridad, porque era una persona capaz de hacerlo directamente?

Ahora que est¨¢ a punto de los 50 a?os, ?qu¨¦ ha sido 'Primer Acto'?

Una revista que empez¨® con muy poco dinero y muchas ayudas: de Ezcurra, de Enrique Blanco [un empresario progresista de la ¨¦poca], de Adolfo Marsillach, de Alfonso Paso? Nos divid¨ªamos los gastos de imprenta, as¨ª se hizo. Y siempre ha sido coherente con lo que dijo en cada momento; as¨ª soy yo tambi¨¦n.

Dice que al fin se siente de este pa¨ªs, y que el 14-M fue decisivo para ello?

El 14 de marzo ha hecho visible una parte de Espa?a que antes estaba enga?ada. Los ataques sistem¨¢ticos que ha hecho la derecha desde el 14 de marzo diciendo que las elecciones las gan¨® el PSOE por una manipulaci¨®n est¨¢n resbalando sobre la sociedad espa?ola porque antes del 14-M, la gente se asustaba y ya no se asusta con lo que dice la derecha. Por fin nos sentimos normales, nos sentimos dentro del pa¨ªs?

Y esta sociedad, su Gobierno, le da un premio, el Nacional de Teatro?

F¨ªjate que cre¨ªan que ya me lo hab¨ªan dado, y me preguntaron incluso si lo ten¨ªa. No, no lo ten¨ªa, y en el propio ministerio no entend¨ªan c¨®mo no lo hab¨ªa tenido nunca.

Usted empez¨® poniendo pies de fotos a la actualidad teatral? ?Qu¨¦ pie de foto merece hoy el teatro espa?ol?

Aqu¨ª siempre ha habido dos historias, la del teatro de los ¨¦xitos, el teatro que gana mucho dinero, y el teatro que pugna por salir. De esa dial¨¦ctica vive el teatro, y acaso de esa dial¨¦ctica vive la cultura espa?ola, Espa?a misma?

Am¨¦rica Latina es desde hace mucho tiempo una apuesta personal. ?Se acab¨®, ya va menos?

Por una raz¨®n f¨ªsica. Para ir a Am¨¦rica Latina hab¨ªa que estar dispuesto a todo, a viajar como fuese, a comer lo que fuese, y ya no puedo. Pero aprend¨ª de Am¨¦rica Latina que aquellas son sociedades poco vertebradas, en las que hay que vivir como si el Estado no estuviera. Y el individuo tiene all¨ª un sentido de la libertad, del afecto, de la acci¨®n que en Europa en general no se tiene. Yo tuve la suerte de ir a Colombia, un pa¨ªs clave de Am¨¦rica Latina, porque cuando llegas a Santiago de Chile o a Buenos Aires te das cuenta de que te est¨¢s acercando a Europa. Pero meterse en el interior de Argentina, por ejemplo, es redescubrir la vitalidad que durante mucho tiempo tambi¨¦n tuvimos aqu¨ª.

Dice que al fin se integra en su propio pa¨ªs, ?acab¨® el trauma de la guerra?

Tengo la sensaci¨®n de que Espa?a ha sido un pa¨ªs crispado, cuyas puertas se han mantenido cerradas sobre un trauma, hubo una cultura de la crispaci¨®n y ahora hay una de la relajaci¨®n, hay gente crispada y gente que quiere vivir normalmente. No es necesario levantarse de ma?ana y buscar el objetivo del cabreo, que me parece que ha sido una constante espa?ola durante a?os. Es como si biol¨®gicamente se hubiera cumplido un ciclo y hubiera un grupo que quiere vivir normalmente?

Se acab¨® la Guerra Civil, pues?

A lo mejor una parte importante de la Guerra Civil termin¨® el 14 de marzo?

El dramaturgo, Jos¨¦ Monle¨®n.
El dramaturgo, Jos¨¦ Monle¨®n.BERNARDO P?REZ

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