Jaque a Chirac
Lo importante es el final. De Gaulle, el fundador de la V Rep¨²blica, se fue en 1969, herido de despecho, tras perder un refer¨¦ndum sin trascendencia. Pompidou, su sucesor, el presidente que corrigi¨® el veto gaullista a la incorporaci¨®n del Reino Unido, muri¨® en 1974 sin terminar su mandato. Giscard d'Estaing no pudo repetir, pues le arrebat¨® el cetro presidencial Fran?ois Mitterrand en 1981. Termin¨® su septenio y entr¨® en campa?a electoral salpicado por el regalo envenenado de un pu?ado de diamantes del monstruoso dictador centroafricano Bokassa, pero luego ha tenido una nueva y malhadada oportunidad para reconciliar su nombre con la historia como presidente de la Convenci¨®n que ha dado a luz la Constituci¨®n europea. Mitterrand, en cambio, termin¨® su larga presidencia de dos mandatos en 1995 como un viejo emperador asomado a la tumba en un ambiente de degradaci¨®n pol¨ªtica y de corrupci¨®n. Mal. ?Y Chirac? ?C¨®mo terminar¨¢ Chirac? No es una cuesti¨®n marginal. Al contrario: est¨¢ en el centro de la descomunal pelea pol¨ªtica europea del momento. Una pelea que tiene dos protagonistas, a ambos lados del canal de la Mancha.
Blair part¨ªa del peor escenario posible y ahora se encuentra con el regalo de que su adversario se ha disparado un tiro en el pie. Reelegido por tercera vez en mayo, estaba preparado para jugarse el todo por el todo el a?o pr¨®ximo en el refer¨¦ndum de ratificaci¨®n de la Constituci¨®n. Pod¨ªa darse el caso de que todos los pa¨ªses hubieran ratificado la Constituci¨®n y s¨®lo faltara uno, el Reino Unido. El refer¨¦ndum se hubiera convertido en una consulta sobre su permanencia en la UE. Un resultado negativo significaba sencillamente el regreso a la insularidad, y una victoria del s¨ª, la apuesta definitiva y dolorosa por la integraci¨®n no tan s¨®lo econ¨®mica, sino tambi¨¦n pol¨ªtica. Ahora se encuentra con una Europa sin br¨²jula, a la que puede proponer sus cl¨¢sicas recetas brit¨¢nicas en forma de tercera v¨ªa. Que sea como la vieja EFTA (Zona Europea de Libre Comercio) creada por Londres para organizar a los pa¨ªses que hab¨ªan quedado fuera del Tratado de Roma en 1957. "El Reino Unido en el coraz¨®n de Europa", como prometi¨® con motivo de su elecci¨®n. O la Europa de Margaret Thatcher, defensa del cheque brit¨¢nico incluida.
Chirac, por el contrario, part¨ªa de un imprudente escenario feliz. Los franceses ratificaban la Constituci¨®n, por los pelos, como en 1992. Los otros iban ratificando uno a uno, siguiendo el efecto domin¨®. Y al final quedaba Inglaterra sola con su decisi¨®n. Chirac, que se avino a acortar la presidencia francesa de siete a?os a cinco, pod¨ªa so?ar con que se presentaba de nuevo en 2007, al cumplirse los doce de su presidencia (siete del primer mandato y cinco del segundo) y encaraba as¨ª el tramo final y glorioso de una trayectoria que se fundir¨ªa y confundir¨ªa con Europa. Adem¨¢s, esquivaba la amenaza permanente de los affaires que pueden reaparecer en cuanto deje de estar aforado como presidente. Aplacaba los ¨ªmpetus de Nicolas Sarkozy, la m¨¢s aut¨¦ntica ambici¨®n pol¨ªtica que ha dado Francia desde los tiempos de Mitterrand. Viejo sabio y maestro del Consejo Europeo desde hace ya diez a?os, su tercer mandato le har¨ªa entrar en la leyenda. Demasiado bonito. O mejor: el cuento de la lechera.
Tras el desastre del refer¨¦ndum, el presidente franc¨¦s no ha tenido otra ocurrencia que intentar endosar el muerto a Blair, a cuenta del llamado cheque brit¨¢nico. El nuevo error le ha dejado a la intemperie, en posici¨®n de jaque justo cuando empieza la presidencia brit¨¢nica. El premier brit¨¢nico se dedicar¨¢ ahora a aislar a Chirac, en la repetici¨®n de una jugada pol¨ªtica entre Londres y Par¨ªs antigua de dos siglos. Se atraer¨¢ a los socios nuevos con fondos de solidaridad. No dejar¨¢ de reclamar un aligeramiento dr¨¢stico de la Pol¨ªtica Agraria Com¨²n. Con la muy probable elecci¨®n de Angela Merkel en septiembre, desarticular¨¢ el eje Par¨ªs-Berl¨ªn y se preparar¨¢ para aprobar los presupuestos contra Chirac a finales de a?o. A este presidente impopular, sin programa, pol¨ªticamente derrotado, le quedan dos a?os bajo presi¨®n. Que dimita como De Gaulle, canta el coro europeo, incluyendo la voz todav¨ªa tenue de su propio ministro del Interior, Nicolas Sarkozy. Y es que Blair va a por la jugada completa: jaque y mate.
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