Geograf¨ªas de la existencia

El Premio Hiperi¨®n de este a?o ha tenido algo de excepcional. En un doble sentido: tanto Atlas, el libro premiado, como Estado del tiempo, finalista, muestran una poes¨ªa de una heterodoxia poco habitual en la trayectoria del premio. Por otro lado, sus autores no son primerizos: tanto Ana Isabel Conejo (Tarrasa, 1970) como Jorge Ortega (Mexicali, M¨¦xico, 1972) tienen una dilatada trayectoria literaria: es el sexto poemario publicado por la ganadora y el octavo del finalista.

Atlas es la representaci¨®n l¨ª-

rica de un viaje imaginario. Construido con experiencias vividas y con experiencias literarias, se inicia en zonas reconocibles del planeta (T¨ªbet, Roma, Yautepec) y concluye en el refugio de lo m¨¢s ¨ªntimo del sujeto po¨¦tico, en ese lugar donde la vida cotidiana convive con la noticia de la muerte. En ese recorrido, Ana Isabel Conejo afronta una meditaci¨®n, en la que se funden ficci¨®n e Historia, sobre las obsesiones del ser humano de todo tiempo y lugar: el amor, el miedo, el arte, los sue?os, los paisajes. En el fondo, el itinerario que la poeta traza en Atlas es una met¨¢fora de la realidad que vivimos en este comienzo del siglo. La naturaleza amenazada (l¨¦ase el poema S¨®lo v¨ªctimas), la sociedad de consumo, el refugio en la literatura o en el amor, el paso del tiempo (algo verdaderamente obsesivo, casi un hilo conductor del conjunto del libro) son territorios que Ana Isabel tantea en sus poemas para acercarnos una meditaci¨®n existencial que conduce al escepticismo: "tan absurdo ser¨ªa buscarse en esa vida de las celebraciones, la rutina y las compras, como intentar hallarse en el ficticio interior de una conciencia; No s¨¦... quiz¨¢ no estemos en ninguna parte". Escrito, con alguna excepci¨®n, en vers¨ªculos fronterizos con la prosa po¨¦tica y con un lenguaje rico y controlado, Atlas es un libro ambicioso que huye de la convenci¨®n. Que nos descubre a una poeta consolidada y, parad¨®jicamente, casi desconocida.

Jorge Ortega escribe una

poes¨ªa barroca, de verso cl¨¢sico y musical y de expresi¨®n brillante, rayana en el preciosismo, cargada de una iron¨ªa inteligente y heredera de cierta tradici¨®n de la poes¨ªa hispanoamericana (el modernismo, pero, sobre todo, las vanguardias, Huidobro, la obsesi¨®n por retorcer el lenguaje de Vallejo). Estado del tiempo es un recorrido por un espacio ficticio marcado por la evoluci¨®n de la meteorolog¨ªa. Los vientos, el calor, las tempestades, las lluvias, los colores de la luz, del cielo, se reflejan en un libro cuya estructura responde a las cuatro estaciones que dan cuenta del "estado del tiempo": el oto?o (Manta de cielo), el invierno (Agua de limbo), la primavera (Mec¨¢nica de suelos) y el verano (Recibo de luz). Pero no se trata de afrontarlos con la distancia de la contemplaci¨®n, sino en su imbricaci¨®n con la vida cotidiana, con los estados de ¨¢nimo, con los recuerdos. La met¨¢fora, la adjetivaci¨®n imprevista y el gusto por el riesgo ling¨¹¨ªstico nos recuerdan, a veces, al G¨®mez de la Serna de las greguer¨ªas: "Ubico, redescubro geograf¨ªas / en un mapa de anta?o (qu¨¦ m¨¢s da): la redondez del orbe desconcierta / como una gran canica semoviente". Estado del tiempo es un saludable anacronismo en nuestro panorama po¨¦tico. Tambi¨¦n, aunque algo menos, en el latinoamericano.