Fuengirola: lo que las piedras ven
La autora hace un recorrido por aquellos rincones de la localidad malague?a que no deben ser eludidos en una visita
S¨®lo conserva parte de su cuerpo. Carece, por ejemplo, de ambas piernas, le faltan los brazos e incluso, literalmente, ha perdido la cabeza aunque existe potencialmente desde las primeras eras geol¨®gicas: es una piedra o mejor dicho, ha sido, simplemente una piedra de m¨¢rmol hasta que, un escultor romano, la cincel¨® porque percibi¨® en ella aptitud para conformar la estatua. Privada, pues, de los cinco sentidos, mantiene intacto, sin embargo, el coraz¨®n que es la mejor forma o quiz¨¢s la ¨²nica de vivir y, por supuesto, de ver y pasear por esta ciudad.
Igual que se nace -desnuda- se exhibe la Venus de Fuengirola en el Museo de Historia de la Ciudad, su actual residencia pero, ha estado muchos a?os sepultada en la Finca El Secretario, y no recuerda apenas el paso anecd¨®tico de los visigodos ni la antigua Suhayl, ni la destrucci¨®n de la localidad por hordas vikingas ni los temores de las noches antiguas de invasiones piratas ni los feroces contrabandos del siglo XVIII, ni los tensos debates y las luchas pol¨ªticas que, en 1841, dieron como resultado la segregaci¨®n de Fuengirola respecto de Mijas, ni tampoco recuerda cuando, durante la Guerra Civil, era bombardeada por barcos de guerra.
S¨®lo recuerda muy claramente que era un municipio romano llamado Suel y que ella, junto con otras esculturas, formaba parte de la decoraci¨®n de un templo cuya portada, hoy, est¨¢ ensamblada en los Boliches mirando al mar. Recuerda tambi¨¦n, casi a principios del siglo pasado, el primer sonido lejano de un ferrocarril y el de las m¨¢quinas excavadoras empleadas en miles de obras privadas y algunas p¨²blicas en la segunda mitad del mismo siglo. Recuerda, en particular, una ma?ana cuando fue desenterrada y trasladada por la ciudad.
Era una ma?ana actual donde la vida de la localidad iba desliz¨¢ndose con suavidad precisamente por seguir teniendo el esp¨ªritu tranquilo y apacible de pueblo de mar. Desde la Finca El Secretario, situada en el margen derecho del arroyo Pajares, la trasportaban bordeando el Paseo Mar¨ªtimo m¨¢s largo de todo el pa¨ªs, de casi ocho kil¨®metros, dejando atr¨¢s playas como las de Carvajal, las Gaviotas, Boliches, San Francisco, etc., el puerto deportivo y el pesquero para adentrarse en el n¨²cleo la ciudad.
En la plaza de la Constituci¨®n, a la sombra de un ficus microcarpa (Laurel de Indias), conocido popularmente como "¨¢rbol de las pelotillas", mucha gente, de diversa procedencia, toma caf¨¦ en la terraza del bar La Plaza, donde no es dif¨ªcil que alg¨²n extranjero sin conocerte, comparta mesa por el simple hecho de tener libre una silla. Se comparte mesa y descanso.
Se descansa en la Plaza de la Constituci¨®n porque es el n¨²cleo a donde se va o de donde se viene. Desde all¨ª, paseando, se puede visitar el Zool¨®gico, el Mercado Municipal, el Museo Abierto para contemplar, en las fachadas de ciertos edificios, obras de pintores como Barbadillo, Peinado, Brickman, Escalona, Jos¨¦ Mar¨ªa C¨®rdoba, etc¨¦tera.
Se puede y se debe ir a pasear por la barriada Pueblo L¨®pez, de estilo arquitect¨®nico t¨ªpicamente andaluz, donde un laberinto de callejones encalados muestra el colorido de los geranios y buganvillas que tan abundantes son. Muy cerca de este barrio se encontraba la librer¨ªa de M¨®nika M¨¹nchen que tanto se echa de menos, sin embargo, no muy lejos localizamos la Librer¨ªa Teseo que ha venido, en parte, a suplir su ausencia. Enfrente de esta librer¨ªa se halla la Casa de la Cultura.
Caminando por las calles contiguas a la Plaza de La Constituci¨®n la Venus de Fuengirola ha visto a una mujer, otra, con el gesto contrariado porque fue condenada sin sentencia y parece como si, con ese gesto, estuviera aprendiendo, con precauci¨®n, a perdonar la rabia vengativa de una multitud en la puerta de los Juzgados y a ser mirada de cerca pero, ella a¨²n, no levanta la mirada ni la busca.
Y as¨ª, a veces pausadamente, al mismo ritmo que nuestros pasos, las ciudades y esta ciudad se desenvuelven en hechos que las marcan o al menos que las empujan en una determinada direcci¨®n porque dentro de cada casa, y tambi¨¦n de cada uno, ocurren historias que, al final, van a constituir la Historia.
Por las mismas calles y por la misma ciudad en que es transportada esa ma?ana actual la Venus de Fuengirola, viven o sobreviven tambi¨¦n, la viuda y el hijo de un ministro de Allende desde hace bastantes a?os, tantos como cabe deducir. Y en alguna casa de una de esas calles una mujer joven, de veinte a?os, con frecuencia abraza a su beb¨¦ y le promete que nunca permitir¨¢ que un organismo oficial tenga la tutela de su hijo, como le ocurri¨® a ella que, pr¨¢cticamente, se cri¨® en la calle.
Y la Venus de Fuengirola, mientras es trasportada esa ma?ana actual, percibe que la verdadera esencia de una ciudad no es nunca exclusiva de los que all¨ª han nacido, aunque generalmente tambi¨¦n, sino que pertenece m¨¢s a los que en ella, d¨ªa a d¨ªa, trabajan o viven, es m¨¢s, tambi¨¦n puede serlo de unos ef¨ªmeros turistas y como uno m¨¢s, de los muchos que cada d¨ªa visitan la localidad, se dirige al Castillo de Sohail, lugar privilegiado desde el que se observa no s¨®lo el escaso t¨¦rmino municipal sino muchos municipios de la Costa del Sol y, mirando definitivamente convencida hacia el Mediterr¨¢neo, recita como Espronceda: mi ¨²nica patria, la mar.
Rosa Burgos L¨®pez es secretaria judicial y escritora, autora de Fuga de voces, finalista en el premio de poes¨ªa del Ateneo de M¨¢laga.
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