Para incomodar y remover conciencias
El horror, el sufrimiento propio o ajeno, suele ser una f¨¦rtil fuente de inspiraci¨®n creativa, a menudo con frutos mucho m¨¢s interesantes que los derivados de la belleza y la bondad. En la categor¨ªa de las guerras, una muy fruct¨ªfera en cuanto a producci¨®n art¨ªstica derivada es la de Vietnam. Diversos creadores (sobre todo cineastas) la han tomado como referente, y a esta estirpe pertenece, aunque sea de soslayo, el texto dram¨¢tico con el que el joven autor catal¨¢n Guillem Clua debuta en los escenarios. De soslayo porque en la obra no hay ni una sola cita expl¨ªcita sobre el pa¨ªs donde se sit¨²a la historia narrada, pues lo importante no es el patron¨ªmico del conflicto b¨¦lico, sino su propia existencia, y porque en cualquier caso en el tiempo esc¨¦nico las bombas dejaron de caer d¨¦cadas atr¨¢s. Pero es f¨¢cilmente reconocible la inspiraci¨®n, porque el argumento gira en torno a los protagonistas de una fotograf¨ªa y es clar¨ªsimo el referente de la famosa imagen captada por el fot¨®grafo vietnamita Nick Ut durante una explosi¨®n de napalm, con una ni?a con la piel quemada que, desnuda, corre despavorida.
La pell en flames
De Guillem Clua. Int¨¦rpretes: Rosana Pastor, Manel Barcel¨®, Gabriela Flores, Manel Sans. Escenograf¨ªa: Paco Azor¨ªn. Espacio sonoro: Sila. Direcci¨®n: Carme Portaceli. Villarroel Teatre. Barcelona, hasta el 31 de julio.
La acci¨®n se condensa en las dependencias decr¨¦pitas de un hotel de un pa¨ªs oriental de tradici¨®n democr¨¢tica reciente y poco afianzada. En ellas cabe el mundo entero, con toda su miseria. Porque el odio, el remordimiento, la a?oranza, el deseo, el amor, pueden aflorar y manifestarse en toda su intensidad con la concurrencia, m¨ªnima, de dos personas. En este espect¨¢culo hay dos habitaciones de hotel (no importa que sean la misma, de uso doble por efecto de un sencillo y eficaz truco escenogr¨¢fico). En cada una de ellas se citan un hombre y una mujer, lo cual eleva al cuadrado el potencial de sentimientos capaz de ser convocado en los apenas 80 minutos de funci¨®n. Hay maltrato verbal, amenazas, abusos sexuales, mentiras y ejercicios de memoria, todo ello con una trama intensa pero sencilla, que a veces bordea el t¨®pico (Occidente abusador, funcionarios corruptos hasta lo caricaturesco, fot¨®grafos que apagan la conciencia ante la perspectiva de una buena instant¨¢nea), aunque la tensi¨®n narrativa se mantiene gracias al recurso de la sorpresa.
Clua ofrece un retrato muy pesimista de la naturaleza humana en esta obra en la que todos intentan beneficiarse del otro y en la que los papeles de v¨ªctima y verdugo a veces se confunden. La guerra, lejana, ofrece el contexto propiciatorio, pero lo que realmente se plantea es la mezquindad que desencadena cualquier situaci¨®n de poder. El montaje tiene momentos muy crudos y punzantes y a Portaceli no le ha temblado el pulso a la hora de ofrecer escenas de fuerte contenido sexual. En la s¨®lida interpretaci¨®n de conjunto destaca el trabajo de las dos actrices, ambas muy convincentes, en especial una Rosana Pastor cargada de rabia que da relumbre a esta obra bien dotada como instrumento para incomodar y remover conciencias.
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