Suelos de ceniza
La quema de pastos y rastrojos sigue originando el 10% de los incendios forestales
M¨¢s del 30 % de los incendios forestales registrados en Andaluc¨ªa el pasado a?o tuvieron su origen en negligencias de distinto tipo. La quema de pastos y rastrojos, incluida en este cap¨ªtulo, se identific¨® como la causa de 118 siniestros, lo que supuso cerca del 9,5 % de todos los incendios sufridos en la comunidad aut¨®noma (1.243). Este porcentaje se mantiene, m¨¢s o menos estable, en los ¨²ltimos a?os, ya que, por ejemplo, en 2003 estas pr¨¢cticas agr¨ªcolas causaron 125 siniestros (algo m¨¢s del 10 % del total), y en 2002 fueron 124 los incendios atribuidos a esta causa (10,5 % del total).
Con frecuencia se argumenta que este tipo de fuegos, al localizarse con relativa facilidad, se combate con rapidez y eficacia, por lo que no suelen afectar a grandes superficies. De hecho, si se revisan las estad¨ªsticas de 2003 y 2004 se advierte que los incendios originados por la quema de pastos y rastrojos apenas contribuyeron con un 2,2 % y un 0,3 %, respectivamente, al total de superficie regional quemada. Sin embargo, este principio no siempre se cumple. En 2002 los fuegos causados por estas pr¨¢cticas agr¨ªcolas afectaron a una superficie de m¨¢s de 2.200 hect¨¢reas, lo que supuso el 35,5 % de todo el territorio quemado en Andaluc¨ªa a lo largo de ese a?o.
El reglamento de prevenci¨®n y lucha contra los incendios forestales, dictado por la Consejer¨ªa de Medio Ambiente, regula las precauciones que hay que tomar cuando se realicen quemas de rastrojos o labores de silvicultura preventiva en las que se use el fuego. Ambas operaciones precisan de autorizaci¨®n administrativa y, adem¨¢s, los terrenos en donde se lleven a cabo deben aislarse con cortafuegos perimetrales y contar con puntos de suministro de agua y maquinaria auxiliar por si las llamas se extendieran sin control.
Asimismo, la Consejer¨ªa de Agricultura dicta todos los veranos una orden que proh¨ªbe la quema de rastrojos en cultivos de leguminosas, proteaginosas y cereales de paja, salvo en aquellos casos en los que sea estrictamente necesario para controlar, por ejemplo, una determinada plaga o enfermedad. A¨²n as¨ª, se necesita un informe t¨¦cnico que justifique esta operaci¨®n, informe con el que debe solicitarse la correspondiente autorizaci¨®n. Si el cultivo se encuentra en una zona con cierto peligro de incendio, o se trata de una terreno forestal o de influencia forestal, el permiso de Agricultura debe completarse con una autorizaci¨®n de Medio Ambiente.
Al margen de las sanciones previstas en la legislaci¨®n andaluza, el incumplimiento de estos tr¨¢mites puede dar lugar a la cancelaci¨®n de las ayudas directas que algunos agricultores reciben en el marco de la Pol¨ªtica Agr¨ªcola Com¨²n. La Uni¨®n Europea, consciente de los da?os ambientales que originan estas pr¨¢cticas, hace tiempo que las considera incompatibles con la percepci¨®n de ciertas subvenciones.
A pesar de todas estas cautelas, los agricultores andaluces siguen recurriendo al fuego para manejar algunas de sus tierras de cultivo, sin tomar las necesarias precauciones y sin someterse al control de la Administraci¨®n, algo que resulta evidente para cualquier ciudadano que en la ¨¦poca estival transite por las campi?as del valle del Guadalquivir, o por la vega de Antequera (M¨¢laga), donde no es dif¨ªcil contemplar las espesas columnas de humo negro que se levantan desde algunas fincas.
Al margen de su conexi¨®n con el problema de los incendios forestales, la quema de rastrojos no deja de ser una costumbre poco razonable desde el punto de vista ambiental, ya que origina un buen n¨²mero de alteraciones, incluso en lo que se refiere a la productividad de los suelos en los que se practica, lo que supone un perjuicio que termina por afectar al propio agricultor. Por este motivo, pa¨ªses como Alemania, Dinamarca y Gran Breta?a hace tiempo que la prohibieron de forma estricta, pero en Espa?a forma parte de una cultura ancestral que no resulta f¨¢cil de modificar, ya que, al peso de la costumbre, se suman la facilidad de uso y la escasa inversi¨®n que se precisa en comparaci¨®n con otras alternativas m¨¢s complejas y caras.
Estudios llevados a cabo por el Instituto Nacional de Investigaciones Agrarias en parcelas de cereal cuyo seguimiento se prolong¨® a lo largo de doce a?os, demuestran que la quema de rastrojos tiende a aumentar las cosechas a corto plazo, si bien esta tendencia se invierte con el paso del tiempo y, a largo plazo, disminuye la productividad. Adem¨¢s, como se?alan desde diferentes colectivos conservacionistas, quemar estos residuos vegetales supone derrochar un abono natural, rico en nitr¨®geno, y un combustible que podr¨ªa aprovecharse en centrales de producci¨®n el¨¦ctrica a partir de biomasa.
Lo que el fuego se lleva
Calcinar los residuos agr¨ªcolas origina un buen n¨²mero de alteraciones, que van desde la escala local (desaparici¨®n de las microfauna asociada al suelo o aumento de la erosi¨®n al quedar el suelo desnudo) hasta la m¨¢s global (contribuci¨®n al cambio clim¨¢tico por las emisiones de di¨®xido de carbono).
Al quemar el rastrojo, denuncian desde Ecologistas en Acci¨®n, "eliminamos tambi¨¦n gran cantidad de nidos, pollos, volantones o cr¨ªas de numerosos animales que no pueden huir de las llamas, como es el caso de las avutardas, sisones, alcaravanes, perdices, codornices, calandrias, terreras, culebras, lagartos o lagartijas". Con ellos desaparece tambi¨¦n la microfauna compuesta por escarabajos, hormigas, gusanos o moluscos, que enriquecen el suelo con sus excrementos y sus propios restos. Las lombrices, por ejemplo, contribuyen a esponjar y fertilizar el suelo, ya que un s¨®lo ejemplar llega a remover hasta 20 toneladas de tierra en un a?o. El fuego hace que escape el nitr¨®geno retenido por las ra¨ªces, el elaborado por las bacterias que viven en el suelo y el obtenido por las micorrizas (hongos asociados a las ra¨ªces). Se calcula, precisan desde este colectivo, "que la quema de media hect¨¢rea de rastrojos hace desaparecer unos 100 kilos de nitr¨®geno, que luego deber¨¢n ser a?adidos, en forma de abono sint¨¦tico, para que crezca una nueva cosecha".
En definitiva, al suelo se le arrebata una considerable cantidad de materia org¨¢nica y de elementos minerales que podr¨ªan constituir un excelente abono. Por eso los especialistas defienden como alternativa a la quema de rastrojos el que estos residuos se entierren en los propios campos de cultivo, aunque esta sea una labor m¨¢s costosa y menos r¨¢pida.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Junta Andaluc¨ªa
- Frutos secos
- Consejer¨ªas auton¨®micas
- VII Legislatura Andaluc¨ªa
- Parlamentos auton¨®micos
- Comunidades aut¨®nomas
- Gobierno auton¨®mico
- Incendios forestales
- Productos agrarios
- Incendios
- Administraci¨®n auton¨®mica
- Pol¨ªtica auton¨®mica
- Andaluc¨ªa
- Parlamento
- Accidentes
- Agricultura
- Espa?a
- Agroalimentaci¨®n
- Sucesos
- Administraci¨®n p¨²blica
- Pol¨ªtica