La ciudad sigue viva
La globalizaci¨®n es perversa, en cierto modo. Yo vivo y trabajo en la zona de Londres que el jueves 7 de julio fue blanco de las cuatro explosiones. Durante varias horas no funcion¨® ninguno de nuestros tel¨¦fonos, y no pude hablar con mi familia ni con mis amigos. En cambio, antes de que me diera tiempo a reaccionar, ya estaba recibiendo correos electr¨®nicos de India, Estados Unidos, Azerbaiy¨¢n, Kosovo e incluso Bagdad.
La zona (Holborn, Russell Square, Aldwych) se qued¨® enseguida sumida en un extra?o silencio, salvo por el sonido de las sirenas y los helic¨®pteros. Entre las docenas de ambulancias y camiones de bomberos, la gente daba vueltas por las calles mientras intentaba que funcionaran los m¨®viles.
No debemos consentir que el crimen deshaga nuestros planes y proyectos cotidianos
El ¨²ltimo n¨²mero de v¨ªctimas de las cuatro bombas que he o¨ªdo es de 37 muertos y 700 heridos. Es imposible conceder a este crimen nihilista la dignidad de atribuirle motivos pol¨ªticos. No se puede explicar por la religi¨®n, la ideolog¨ªa ni ning¨²n motivo racional, por retorcido que sea. Un grupo que se denomina a s¨ª mismo "Organizaci¨®n Secreta de Al Qaeda en Europa" reivindica la responsabilidad y dice que es una "venganza" contra el "Gobierno sionista brit¨¢nico por las matanzas que est¨¢ cometiendo Gran Breta?a en Irak y Afganist¨¢n".
Si la autor¨ªa se confirma, ?qu¨¦ tipo de venganza es la que se ejerce contra una ciudad en la que se manifestaron dos millones de personas contra la guerra de Irak? Est¨¢ claro que de esta forma no van a irse los brit¨¢nicos de Irak ni de Afganist¨¢n. Algunos dicen que el objetivo es dividir a nuestra ciudad; los terroristas quieren que los musulmanes se queden en casa. Quieren construir una idea de yihad. Pero incluso esta hip¨®tesis resulta demasiado racional. Lo m¨¢ximo que puede atribuirse a estos locos criminales es el deseo de ser importantes. No tienen otra manera de hacerse notar m¨¢s que la violencia. Son gente sin importancia que busca figurar por un instante en el escenario mundial.
Por eso, la mejor reacci¨®n ante este crimen es ignorarlo, negarnos a ofrecer a sus autores su instante de fama. Por supuesto, es importante reforzar la protecci¨®n de la gente inocente, perseguir a los criminales y llevarles ante los tribunales. Pero no debemos consentir que el crimen deshaga nuestros planes y proyectos cotidianos.
Hasta ahora, la reacci¨®n de los servicios de urgencia, los l¨ªderes pol¨ªticos, religiosos y c¨ªvicos y la poblaci¨®n de Londres ha sido ejemplar. Han ofrecido solidaridad a las v¨ªctimas y han subrayado la necesidad de que los londinenses permanezcan unidos. El crimen no ha engendrado terror ni p¨¢nico. En la medida de lo posible, la gente sigue adelante con su vida, siempre que no lo impiden los transportes o las espantosas consecuencias de las explosiones.
?Trasladar¨¢n los ciudadanos y sus dirigentes esta insistencia en la normalidad y la continuidad al terreno pol¨ªtico en general? Es una pregunta fundamental a la que se enfrentan en un momento extraordinario de la historia de Londres y Gran Breta?a. La movilizaci¨®n a prop¨®sito de la cumbre del G-8, los espectaculares conciertos de Live8, la gran manifestaci¨®n de protesta en Edimburgo y el entusiasmo suscitado por la campa?a de "Hagamos que la Pobreza sea Historia" han provocado un ambiente palpable de esperanza colectiva. Adem¨¢s, el 6 de julio, el anuncio de que los Juegos Ol¨ªmpicos de 2012 se celebrar¨¢n en Londres despert¨® una oleada de j¨²bilo. Desde hace dos semanas, cada d¨ªa parece haber tenido un dramatismo de alcance mundial.
Y entonces atacaron los terroristas, como si hubieran querido envenenar y desbaratar esta atm¨®sfera. Por eso es todav¨ªa m¨¢s importante que tanto pol¨ªticos como ciudadanos conserven el equilibrio.
El G-8 no debe perder de vista sus prioridades. Tony Blair ten¨ªa raz¨®n al decir que los l¨ªderes reunidos en Gleneagles deb¨ªan "seguir discutiendo los asuntos que ¨ªbamos a discutir y llegar a las conclusiones a las que ¨ªbamos a llegar". Hasta George W. Bush afirmaba que era importante hablar sobre la reducci¨®n de la deuda y la ayuda a ?frica, si bien no fue capaz de utilizar la palabra m¨¢gica (cambio clim¨¢tico) y se refiri¨® todo el tiempo a "un medio ambiente m¨¢s limpio". Lo mejor que pod¨ªan hacer los poderosos reunidos en Gleneagles para mostrar su solidaridad con Londres era tomar decisiones hist¨®ricas sobre la reducci¨®n de la deuda, la ayuda y el comercio, y el cambio clim¨¢tico.
Es una coherencia que tambi¨¦n se necesita en otros asuntos pol¨ªticos de importancia crucial. Tenemos que reflexionar sobre Irak, los carnets de identidad, Europa y el medio ambiente, sin dejarnos influir por estos terribles sucesos. Por ejemplo, yo todav¨ªa quiero ayudar a construir un Irak pac¨ªfico y democr¨¢tico, apoyar la formaci¨®n de un Gobierno de coalici¨®n en Bagdad y terminar con la ocupaci¨®n, independientemente de lo que ha ocurrido en Londres. Me sigo oponiendo a la creaci¨®n de los carnets de identidad y quiero seguir defendiendo las libertades civiles en Gran Breta?a.
Ken Livingstone, el alcalde de Londres, lo dijo muy bien. Londres es una gran ciudad cosmopolita con centenares de lenguas y religiones, a la que la siguen llegando nuevos habitantes "para ser libres, vivir la vida que han escogido, poder ser ellos mismos". A la mayor¨ªa de los londinenses les gusta su ciudad precisamente por eso. El mensaje de Live8 y la candidatura ol¨ªmpica era la solidaridad, el orgullo y el entusiasmo de los londinenses de cualquier clase, religi¨®n, color o cultura. La mejor manera de responder a las amenazas, vengan de donde vengan -de terroristas isl¨¢micos o grupos blancos paramilitares- es recordar c¨®mo nos sent¨ªamos antes de los atentados y mantener vivo ese esp¨ªritu.
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