Cantantes de la vida
Sigo en Brasil, pero no contin¨²o tan insensato. Dej¨¦ de exponerme a los rayos del sol y ahora estoy sentado a la sombra en un gran patio de una vieja posada de la villa de Parati. Con la felicidad que da la sombra, me dedico a anotar nombres de cantantes que no he olvidado. ?Cantantes que han significado algo en mi vida? Tal vez, aunque en muchos casos no es f¨¢cil saberlo. Y en cuanto a la vida... En realidad, siempre he sido un cantante afortunadamente frustrado. Basta que me recuerde de adolescente, soltero en casa de mis padres, cantando iluso ante el espejo, imagin¨¢ndome que era Bob Dylan. Ese recuerdo me lleva a una frase de Woody Allen, la misma que me dio la lucidez necesaria para terminar con mis aspiraciones cantarinas: "Es dif¨ªcil vivir tu propia vida y, al mismo tiempo, cantar lo justo".
En esta vida he cantado lo justo, y eso hoy en d¨ªa me serena y hasta me permite, sin envidia, anotar nombres de cantantes que no he olvidado, que no olvidar¨¦. Cantantes de la vida que han cruzado por mi vida. Hay una cantora en el primer lugar de la lista. Ten¨ªa ella una m¨ªnima pero estelar intervenci¨®n en la pel¨ªcula El tesoro de los incas, que vi, cuando ten¨ªa s¨®lo cuatro a?os, en el cine Chile de Barcelona, en los oscuros a?os cincuenta. Yma Sumac (www.yma-sumac.com), su nombre art¨ªstico. M¨¢s complicado su nombre verdadero, que tambi¨¦n parece art¨ªstico: Zoila Augusta Emperatriz Chavarri del Castillo. En medio de una pel¨ªcula de aventuras rodada por Hollywood en los Andes peruanos, aparec¨ªa ella de pronto cantando desde la cumbre de una monta?a con una fuerza de voz turbadora, muy impresionante. Pero no creo que fuera exactamente la fuerza de su voz inca la que me convirti¨® a Yma Sumac en inolvidable, sino la extrema rareza de su aparici¨®n en una pel¨ªcula en la que todos eran yanquis, todos de raza blanca, gente entonces normal para m¨ª, incluso normal me parec¨ªa que buscaran tesoros incas.
Yma Sumac debi¨® de ser la primera aparici¨®n de lo extranjero en mi vida. Una sorpresa inolvidable, pues nadie hasta entonces me hab¨ªa advertido de que hab¨ªa un mundo fuera de mi familia. Despu¨¦s de m¨¢s de medio siglo, sigo pensando en ella, ahora en el gran patio de esta vieja posada en la que estoy anotando nombres de cantantes. Yma Sumac es, de entre los que apunto, uno de los pocos de los que estoy seguro que significan algo en mi vida. Es el mismo caso que el de Bob Dylan. Y el de Van Morrison, que s¨¦ que ser¨¢ el que cerrar¨¢ mi lista. Llevo ya muchos nombres y s¨¦ que desembocar¨¦ en ¨¦l. En el fondo, es la voz que quisiera tener cuando escribo. Muchas veces en Barcelona, cuando me llegan los frecuentes momentos pesimistas, recurro a Van Morrison y escucho When the leaves come falling down y me parece o¨ªrle decir que la vida es una calle de Par¨ªs mojada por la lluvia. Entonces resucito. Escucho a Van Morrison y me acuerdo de una amiga cuyo ideal en la vida es estar por la noche en un bar de las afueras y escuchar la voz de ese cantante y ver las hojas de los pl¨¢tanos moverse, sentir el viento y mirar c¨®mo pasan las luces de los trenes a lo lejos. Ella no pide m¨¢s (este estribillo podr¨ªa ser de Los Beatles).
"Las baladas de Van Morrison", dijo Peter Handke, "contienen el canto de una vieja, una mujer, un ni?o y un hombre. La voz humana". A exactamente eso quisiera que se pareciera un d¨ªa mi voz, mi escritura. Mientras tanto, anoto nombres en un patio de Parati, a la sombra, a esa hora que aqu¨ª siempre transcurre lenta hasta que de pronto todo es muy r¨¢pido y cae de golpe la noche, esa gran noche que es como una samba brasile?a.
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