Londinenses
Una semana sin parar de recorrer parte de Iberia por culpa, o gracias, a las universidades de verano. Noches en Ronda en compa?¨ªa de los nuevos orteguianos, convocados por Rodr¨ªguez Lafuente; en compa?¨ªa de S¨¢nchez Lamb¨¢s, Javier Gom¨¢ y otros renovadores del pensamiento de Ortega. Alojados en el hotel Victoria, po¨¦tico lugar con un impagable atardecer frente a la serran¨ªa, con los recuerdos de Rilke y con ese estilo victoriano de que lo dotaron los constructores ingleses. Adem¨¢s de cultura, televisi¨®n y mercado, hablamos, como era l¨®gico, de las esperanzas ol¨ªmpicas. Todos muy optimistas. Todos menos uno. Alguien record¨® el aniversario de la batalla de Trafalgar. El paralelismo nos rebaj¨® las esperanzas, nos situ¨® en la posibilidad de contemplar la derrota. Franceses y espa?oles derrotados por los ingleses. La historia se pod¨ªa repetir. Y la historia, como dijo ?ngel Gonz¨¢lez compar¨¢ndola con la morcilla, se hace con sangre, se repite. No calculamos cu¨¢nta raz¨®n pod¨ªan tener aquellas palabras.
Seguimos nuestro viaje ib¨¦rico, siempre acompa?ados de un libro, de uno de los mejores libros para recorrer la imagen m¨²ltiple de Iberia, es decir, el libro de literatura, viajes, paisajes, paisanajes e historia de Manuel de Lope, una excelente compa?¨ªa para seguir recorriendo la Pen¨ªnsula y sus islas a golpes de cursos de verano.
De Ronda a El Escorial. Del hotel de los ingleses al lugar de reposo y gobierno de un rey que domin¨® el mundo. Mientras ca¨ªa la tarde en la sierra madrile?a, desde la terraza del hotel Felipe II, las gentes del cine espa?ol que acudieron a la llamada de Luis Alegre tambi¨¦n pasaron del optimismo ol¨ªmpico a la est¨¦tica de un seguidor del Atl¨¦tico de Madrid. Parec¨ªa un curso de c¨®mo saber perder o el que no se conforma es porque no quiere. Si Madrid no pudo ser, todos estamos con Londres, ?es que ya no quedan afrancesados en nuestra cultura? Al lado de los cin¨¦filos se celebraba un encuentro para recordar a otro ciudadano londinense, al jud¨ªo, sefard¨ª del Danubio que tantos a?os vivi¨® en Londres, El¨ªas Canetti. ?l conoci¨®, y supo contar como pocos, la vida alegre, la flema, los amores y desamores de una ciudad bajo las bombas. Se acaba de publicar su libro in¨¦dito sobre los a?os londinenses en que la ciudad tuvo que vivir en medio del caos de los asedios y bombardeos de la II Guerra Mundial.
Rebajado de mi suave pero intenso fervor ol¨ªmpico de los ¨²ltimos tiempos, volv¨ªa a mis deportes no demasiado ol¨ªmpicos: un poco de billar, algo de ajedrez, bastante mus y mucho equilibrio a pie de barra. Y como la mejor barra que conozco est¨¢ en Cuenca, hacia all¨ª dirig¨ª mis pasos el mismo d¨ªa de mi particular derrota ol¨ªmpica asumida. Cada uno tiene su propia relaci¨®n con las derrotas. Pero no iba s¨®lo por la barra del bar La Ponderosa, que tambi¨¦n; sobre todo fui porque all¨ª se reun¨ªan durante unos d¨ªas los amigos, conocidos y saludados del siempre recordado Guillermo Cabrera Infante, el m¨¢s londinense de los cubanos. Guillermo sigue muy vivo en la memoria de todos los que lo conocimos, pero mucho m¨¢s en la de otra londinense habanera, Miriam G¨®mez, la mujer de su vida. Cuando llegamos estaba feliz por Londres, ten¨ªa avidez de leer las alegr¨ªas del pueblo feliz en Trafalgar Square. En un alarde de saber perder brindamos los amigos de Guillermo por el Londres ol¨ªmpico. Tampoco ten¨ªa mucho m¨¦rito porque casi todos resultaron muy londinenses, Molina Foix, Savater, Rodr¨ªguez Rivero, Juan Cruz, Iwasaki, Garci, todos mucho m¨¢s anglosajones que afrancesados. ?Y eso que falt¨® a la cita el m¨¢s ingl¨¦s de sus amigos, el madrile?o Javier Mar¨ªas! Lo celebramos con ginebra inglesa e hicimos planes para un recorrido londinense gastron¨®mico guiados por Miriam G¨®mez, que en su defensa de lo ingl¨¦s nos asegur¨® que era excelente su desconocida comida [sic]. Miriam, tan fant¨¢stica y fantasiosa, casi consigue convencernos de las bondades de la cocina londinense. Nos record¨® que ellos se hicieron londinenses porque el franquismo no los quiso madrile?os por su anticastrismo. ?Qu¨¦ cosas! Aunque tambi¨¦n hubo otra raz¨®n cin¨¦fila. En el Madrid de los a?os sesenta no hab¨ªa cine que no fuera doblado. Ellos no soportaban ver a Bogart hablando en espa?ol. Pero el colmo fue cuando la ¨²nica copia que en aquel Madrid se exhib¨ªa en ingl¨¦s con subt¨ªtulos de Mary Poppins se retir¨® de los cines por petici¨®n popular. Eso era demasiado, dejaron Madrid, ganaron Londres. Han sido, lo sigue siendo Miriam, los mejores y m¨¢s divertidos embajadores de una ciudad que sabe dar lecciones de vivir con la complejidad de nuestro mundo, con el mestizaje de las culturas, con la suma de dioses diferentes, de creencias y descre¨ªdos. Dec¨ªa Cabrera Infante que amaba Londres, entre otras razones, porque all¨ª el nombre era m¨¢s importante que la naturaleza. Eso es hoy m¨¢s verdad que nunca. Hoy, Londres es la capital del mundo, de nuestro mundo.
As¨ª est¨¢bamos, entre risas y recuerdos, en la pac¨ªfica y lev¨ªtica ciudad de Cuenca, el grupo feliz de londinenses de residencia y londinenses de coraz¨®n, cuando lleg¨® la noticia de los brutales atentados en el centro de una de las ciudades m¨¢s vitales y vanguardistas del mundo, en la cl¨¢sica y siempre moderna Londres. La realidad nos super¨®, ya no era posible seguir con los brindis. Esas bombas contra los londinenses fueron tambi¨¦n las bombas contra todos nosotros. Sobre el encuentro conquense en recuerdo a Cabrera Infante, sobre la londinense Miriam G¨®mez, sobre los madrile?os, sevillanos, americanos y otros amigos de Cabrera que all¨ª est¨¢bamos tambi¨¦n hab¨ªan atentado unos locos que no aman el cine, la literatura, el deporte o la vida. Ahora todos somos mucho m¨¢s londinenses. No pasar¨¢n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.