El error de Woody Allen
Diferentes estudios muestran que la homosexualidad tiene un importante componente gen¨¦tico
La reciente aprobaci¨®n de la ley que permite el matrimonio entre homosexuales ha despertado el inter¨¦s por la naturaleza de la orientaci¨®n sexual de las personas. ?Qu¨¦ es lo que hace que seamos heterosexuales, homosexuales o bisexuales?, ?la herencia biol¨®gica, la educaci¨®n que hemos recibido o tal vez ambas cosas? El inter¨¦s de la respuesta radica no s¨®lo en nuestra curiosidad cient¨ªfica, sino tambi¨¦n en la actitud individual y social que podemos adoptar ante nuestras propias inclinaciones sexuales o las de los dem¨¢s.
No es f¨¢cil responder, pero quiz¨¢ debemos comenzar se?alando un error frecuente, el del afamado m¨²sico y director de cine Woody Allen, quien ha afirmado que el cerebro es el segundo ¨®rgano m¨¢s importante de su cuerpo. Pues no, el se?or Allen se equivoca: el principal ¨®rgano sexual es el cerebro. De ¨¦l, m¨¢s que del resto del cuerpo, dependen la identidad, inclinaciones y conducta sexuales. El aspecto y la configuraci¨®n del cuerpo tienen una influencia importante en la conducta, pero son las neuronas las que dirigen los sentimientos y deseos y controlan el cuerpo, ¨®rganos sexuales incluidos.
Se ha hallado un p¨¢jaro que tiene la mitad del cuerpo masculino y la otra mitad femenino
Se observa una elevada tasa de homosexualidad en hijos de progenitores que ya lo son
En 1991, el norteamericano Sim¨®n LeVay public¨® una investigaci¨®n con cerebros de individuos fallecidos que mostraba que parte del hipot¨¢lamo, una regi¨®n del cerebro relacionada con las motivaciones, era m¨¢s del doble de grande en los hombres heterosexuales que en los homosexuales. Se sab¨ªa ya que dicha parte era mayor en los hombres heterosexuales que en las mujeres. Estudios posteriores han confirmado esas diferencias mostrando adem¨¢s que son s¨®lo de volumen y no tanto de contenido, pues el n¨²mero de neuronas dentro de esa parte del cerebro no es muy diferente en hombres o mujeres de una u otra orientaci¨®n.
Ante esos y otros datos semejantes, se pens¨® que la orientaci¨®n sexual de las personas podr¨ªa basarse en tal dimorfismo cerebral y tener por tanto un car¨¢cter m¨¢s biol¨®gico que social. Por otro lado, el mejor predictor de la orientaci¨®n sexual adulta, sea homo o heterosexual, es la propia afirmaci¨®n de sentimientos del implicado, que generalmente precede en varios a?os a las pr¨¢cticas conductuales. Es decir, la orientaci¨®n sexual de los adultos correlaciona fuertemente con los sentimientos y rasgos que se manifiestan muy tempranamente (al menos desde la adolescencia), por lo que se pens¨® que las influencias biol¨®gicas que determinan las inclinaciones sexuales podr¨ªan configurarse muy pronto en el desarrollo, quiz¨¢ incluso durante su gestaci¨®n en el seno materno.
Durante el desarrollo embrionario, las hormonas sexuales, es decir, las fabricadas en los test¨ªculos o los ovarios, organizan no s¨®lo el cuerpo y los ¨®rganos sexuales del var¨®n o la hembra, sino tambi¨¦n los circuitos cerebrales espec¨ªficos de cada uno de ellos. Llegada la adolescencia, las mismas hormonas sexuales act¨²an nuevamente modificando el cuerpo y activando, junto con el ambiente y la actividad mental, dichos circuitos cerebrales para originar excitaci¨®n y conducta sexual.
Como ambos sexos producen, aunque en diferentes cantidades, hormonas sexuales masculinas (andr¨®genos) y femeninas (estr¨®genos), la orientaci¨®n sexual podr¨ªa basarse en la cantidad de esas hormonas que produce cada persona adulta. ?Tienen, por ejemplo, las mujeres homosexuales m¨¢s testosterona (la hormona sexual que fabrican los test¨ªculos, y en menor cantidad, los ovarios) que las heterosexuales? Aunque alg¨²n estudio ha mostrado que el 30% de mujeres homosexuales tienen mayor nivel de testosterona en sangre que las heterosexuales, las suposiciones respecto a la cantidad de hormonas sexuales y la orientaci¨®n sexual no han sido confirmadas.
A pesar de ello, en experimentos con animales y en observaciones cl¨ªnicas se ha comprobado que las hormonas sexuales son en buena medida las responsables de que durante el desarrollo se produzcan diferencias cerebrales entre sexos. ?Podr¨ªan entonces esas mismas hormonas, durante el desarrollo, imprimir tambi¨¦n en el cerebro del embri¨®n la impronta de su orientaci¨®n sexual? Muchas pruebas experimentales y cl¨ªnicas apuntan en esa direcci¨®n indicando que los andr¨®genos masculinizan el cerebro del embri¨®n y condicionan cr¨ªticamente su vida adulta en aspectos como el inter¨¦s sexual, las habilidades espaciales y otros rasgos de personalidad relativos al g¨¦nero.
Sin embargo, hay otras pruebas recientes de que el sexo, y quiz¨¢ con ello la orientaci¨®n sexual, podr¨ªa empezar a organizarse en el embri¨®n de cada individuo antes incluso de la intervenci¨®n de las hormonas sexuales. Una rareza biol¨®gica lo ha puesto de manifiesto. Se ha hallado un ejemplar natural del p¨¢jaro zebra finch que es masculino en su lado derecho, donde tiene un test¨ªculo y plumas brillantes, y femenino en su lado izquierdo, donde tiene un ovario y plumas menos vistosas (v¨¦ase foto adjunta). Sus hemisferios cerebrales tambi¨¦n son diferentes, pues el del lado derecho tiene m¨¢s desarrollados los circuitos neuronales que controlan el canto. Si el desarrollo dependiera s¨®lo de hormonas, los dos lados del cerebro y cuerpo del animal deber¨ªan ser del mismo sexo, pues las hormonas se distribuyen igual por ambos lados del organismo.
Experimentos con trasplantes de cerebros en embriones de codorniz antes del desarrollo de las g¨®nadas apuntan en esa misma direcci¨®n: un macho adulto a cuyo embri¨®n en desarrollo se le trasplant¨® parte del cerebro embrionario de una hembra, ni cantaba para atraer a las hembras ni mostraba conducta sexual ante ¨¦stas. Estos resultados, aunque no excluyen el papel organizador de las hormonas en el curso del desarrollo, indican que el cerebro del feto podr¨ªa ya conocer su sexo antes incluso de que se desarrollasen las g¨®nadas (ovarios y test¨ªculos) y empezasen a producir hormonas sexuales.
?Son entonces los genes los determinantes primarios de la organizaci¨®n sexual del cerebro y el cuerpo? Aunque falta todav¨ªa mucho por investigar, un buen n¨²mero de estudios en familias y con hermanos gemelos han mostrado pruebas consistentes de que la orientaci¨®n sexual puede tener un importante componente gen¨¦tico. As¨ª, se ha observado una elevada tasa de homosexualidad entre los hijos de progenitores que ya lo son, y tambi¨¦n entre sus parientes, siendo al parecer las madres las principales transmisoras del componente gen¨¦tico de la homosexualidad en varones. En 1993 se inform¨® de un an¨¢lisis gen¨¦tico con 40 pares de homosexuales que pon¨ªa de manifiesto una regi¨®n del cromosoma X (denominada Xq28) que pod¨ªa contener uno o m¨¢s genes de la homosexualidad.
Particularmente relevantes son los estudios que comparan la incidencia de homosexualidad entre hermanos, gemelos o no, naturales y adoptados. La mayor¨ªa de esos estudios muestran la importancia de la herencia en la orientaci¨®n sexual. La pregunta podr¨ªa ser: ?si un hermano es homosexual, que probabilidad hay de que el otro tambi¨¦n lo sea? Pues bien, a principios de la d¨¦cada de 1990, varios estudios daban respuesta a esta pregunta. Uno de la Northwester University en Illinois (EE UU) mostr¨® que en hermanos gemelos gen¨¦ticamente id¨¦nticos (monocig¨®ticos) tal probabilidad era del 48%, mientras que en los gemelos que s¨®lo comparten la mitad de los genes (dicig¨®ticos) esa proporci¨®n era de tan s¨®lo el 16%. En hermanos biol¨®gicos no gemelos era del 14%, y no superaba el 6% en hermanos adoptados. Otros estudios ofrecen resultados similares. Es tambi¨¦n destacable que algunos trabajos han encontrado una mayor heredabilidad para la homosexualidad femenina (50-60%) que para la masculina (35-40%).
Muchas de las investigaciones mencionadas y otras han sido criticadas por razones metodol¨®gicas o de interpretaci¨®n de los resultados. Hay quien no est¨¢ de acuerdo en la forma de elegir a los sujetos de los estudios, o en c¨®mo se ha evaluado su orientaci¨®n sexual. Hay tambi¨¦n quien cree que el componente biol¨®gico es s¨®lo un sustrato, quiz¨¢ diferente en cada individuo, sobre el que el ambiente y la educaci¨®n construyen la identidad y orientaci¨®n sexuales.
La realidad derivada de las investigaciones cient¨ªficas viene a confirmar que el componente gen¨¦tico no cubre todo el espectro explicativo de la orientaci¨®n sexual de las personas, lo cual nos lleva a admitir un margen para los factores no gen¨¦ticos, es decir, los ambientales y educativos, por otro lado cr¨ªticos respecto a los modos en que se practica la conducta sexual de cualquier orientaci¨®n.
Pero esa misma realidad y lo que sabemos sobre la evoluci¨®n y el car¨¢cter adaptativo del comportamiento nos aleja de la creencia de que la orientaci¨®n sexual es una opci¨®n absolutamente libre del individuo, una opci¨®n que, por otro lado, dejar¨ªa expedito el terreno para quienes creen en la posibilidad de modificar ese tipo de conducta para adaptarla a patrones de naturaleza m¨¢s social que biol¨®gica. Queda todav¨ªa mucho por conocer sobre las causas de la orientaci¨®n sexual, pero, en cualquier caso, a la luz de los datos objetivos que tenemos, no ser¨ªa sensato obviar su importante componente cong¨¦nito.
Ignacio Morgado Bernal es catedr¨¢tico de Psicobiolog¨ªa del Instituto de Neurociencia de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona
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