Apoteosis del 'boulevard'

"Oscar es un decorado y un hombre", afirm¨® alguna vez el realizador Edouard Molinaro. Se qued¨® corto: Oscar es un decorado y un inmenso, supremo, actor popular, un Louis de Fun¨¨s que gozaba, en lejanos a?os en que se estren¨® este filme, de un reconocimiento como pocos otros comediantes franceses. Y Oscar es algo m¨¢s: es el ejemplo de lo bien que aguanta una pieza teatral que rezuma sabidur¨ªa de Boulevard, que estren¨®, en 1957, un casi desconocido Jean-Paul Belmondo, y una pel¨ªcula para realizar en la cual Molinaro se olvid¨® de su reciente pasado de joven promesa nouvelle vague y estren¨® un oficio como eficaz artesano.

Oscar tiene todo lo que tiene que tener una comedia de enredo para funcionar. En primer lugar, una carpinter¨ªa astuta, una construcci¨®n en incesante fuga hacia delante, que transcurre casi en tiempo real. Luego, un punto de arranque brillante (?es posible imaginar un comienzo m¨¢s sorprendente que el que aqu¨ª sirve para sostener casi todo lo que en la pieza ocurre?). Luego, un sentido del humor que limita con la surrealidad, pero sin que sus int¨¦rpretes parezcan darse cuenta, lo que crea una impagable sensaci¨®n de realismo delirante.

Y luego a¨²n, un plantel de actores ¨®ptimos, incluido el excesivo, pero genial De Fun¨¨s, un actor que en Espa?a jam¨¢s han aceptado los espectadores m¨¢s avisados, pero que est¨¢ a la altura de los grandes c¨®micos populares del siglo, de Tot¨°, de Cantinflas, de, con perd¨®n, don Jos¨¦ Isbert. Y el resultado es una comedia que luce magn¨ªfica a sus casi 50 a?os. La ayuda tambi¨¦n el gusto un tanto kitsch de la escenograf¨ªa y un humor que salta por encima de contingencias de la ¨¦poca, para entroncar con las mejores tradiciones del teatro popular.